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Enrique Martín Briceño*

En este mausoleo descansan figuras centrales de nuestra trova, que lo son también de la canción popular mexicana y de la canción popular en español, al lado de modestos trovadores que hicieron aportaciones relevantes a la construcción de un legado que pertenece hoy a Yucatán y a México.

Esta mañana recibimos, en el Monumento a los Creadores de la Canción Yucateca, a un violinista, director y compositor poco conocido fuera del Estado, pero que fue pieza de gran valor en el campo musical local durante medio siglo: José León Bojórquez (Hunucmá, 1900-Mérida, 1960).

Su biografía nos revela un talento de excepción manifestado desde la infancia. Aún se dice que tuvo la oportunidad de ir a estudiar a Europa, pero su padre se opuso. Lo cierto es que desde los diez años tocó el violín —y más tarde el violonchelo y el contrabajo— en orquestas de baile. Una de estas agrupaciones fue la Orquesta XEW de Rubén Darío Herrera, con la cual viajó a México e hizo grabaciones. En reconocimiento a su habilidad y experiencia, Daniel Ayala lo invitó en 1942 a ser parte de la plantilla fundadora de la Orquesta Típica Yukalpetén y, probablemente, influyó para que ingresara como profesor en la Escuela de Bellas Artes. En la última década de su vida Bojórquez fundó la Saint Cecil Jazz Band, tuvo a su cargo la orquesta de Bellas Artes y asumió la dirección de la Orquesta Típica Yukalpetén (1955) y la conducción de la Banda de Música del Estado (1959).

Quisiera ser, una danza con versos de José González Beytia —compuesta antes que este fuera gobernador— es, sin duda, su canción más popular. Ganó con ella el primer premio en un concurso organizado por el Club Rotario en 1942. El legendario Conjunto Mérida la incluyó en un disco y por esta grabación la canción se hizo popular. En mi caso —permítanme una digresión autobiográfica— la aprendí en la primaria, en el Colegio Americano; no directamente de la profesora de música —Alicia Medina de Méndez—, sino de mi hermanito Carlos, pues solíamos compartir el repertorio que cada uno aprendía en la clase de música, que en realidad eran sesiones en las que memorizábamos y cantábamos canciones. ¡Cuánto se ganaría hoy si los maestros de música por lo menos enseñaran canciones populares de Yucatán y de México!

¿A qué se debe la permanencia de Quisiera ser? En la letra —nada espectacular—, distribuida en cuatro cuartetas, el cantor expresa a la amada su deseo de estar cerca de ella como la rosa, la brisa y la alborada, aunque, al final, de plano le declara su deseo de ser su dueño y besarla. Al ponerla en música, Bojórquez recurrió al ritmo de danza, propio para una serenata, y según el modelo convencional, la estructuró en dos secciones, la primera en modo menor y la segunda en el modo mayor homónimo.

En la primera sección, al pasar a la segunda estrofa (“quisiera ser cual la brisa”), la música se mueve momentáneamente al relativo mayor, lo cual indica un cambio de intención que se subraya con el paso al modo mayor homónimo. Más interesante es la segunda sección, pues al llegar la música al clímax con el verso “yo quisiera ser tu dueño” en el previsible cuarto grado, el compositor propone cantar de nuevo ese verso y el siguiente en figuras más breves —subrayando así la urgencia del cantor— para luego volver a la rítmica anterior en el verso “y en un beso dar la vida”, repitiendo para finalizar “y arrobarme en tu mirada / y en un beso dar la vida” y, de nuevo, “la vida”. No me cabe duda de que la clave del encanto de la canción es esta solución para su parte final, que enfatiza musicalmente los versos donde se expresa con mayor fuerza —con el pronombre de primera persona expreso— el deseo del enamorado.

Pero Quisiera ser es sólo un título en la obra de José León Bojórquez. La suite regional Vieja noria, con versos de Ermilo Padrón López, compuesta para la Orquesta Típica Yukalpetén, el bolero Dos dolores, con letra del mismo Chispas Padrón, y otras canciones con versos de Humberto Lara y Lara, Rómulo Rozo y de su propia autoría representan su legado en el ámbito de la canción. La Fantasía yucateca basada en Los xtoles y otros aires tradicionales, estrenada por la Orquesta Sinfónica de Yucatán bajo la dirección de Daniel Ayala en 1944, muestra su capacidad en la música de concierto. Y varias jaranas (entre ellas Mesticita linda), danzones y otros géneros instrumentales reflejan su experiencia de cincuenta años en orquestas de baile.

En este punto, permítanme una última digresión autobiográfica. En 2005 o 2006, se encargó al Centro Regional de Investigación, Documentación y Difusión Musicales Gerónimo Baqueiro Fóster un disco antológico de Las Maya Internacional. Álvaro Vega, Pedro Carlos Herrera y yo elegimos 14 canciones, entre ellas un formidable bossa nova titulado Linda, Linda ejecutado en el saxofón por Yolanda Canto. Como no teníamos el nombre del autor de la pieza, me pareció lo más lógico buscarlo en la red, pues asumí que no era yucateco. En vano navegué por todas las rutas posibles en busca de aquel ignoto compositor “extranjero”. Fue Judith Pérez Romero quien, finalmente, me dio su nombre: el hunucmense José León Bojórquez.

Hoy lo recibimos con regocijo en este monumento, donde se reunirá con muchos de sus colegas —entre ellos su amigo Ayala—. Sirva este reconocimiento póstumo para llamar la atención sobre un músico y un legado que, sospecho, nos depara aún gratas sorpresas.

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Palabras leídas en la ceremonia de traslado de los restos de José León Bojórquez al Monumento a los Creadores de la Canción Yucateco, el 17 de julio de 2019, en el Cementerio General de Mérida.

* Investigador de la Escuela Superior de Artes de Yucatán.