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Ariel Avilés Marín

En este forzado encierro, la televisión cultural es un recurso muy valioso para poder ir pasándola más o menos. Entre las opciones en este sistema de entretenimiento, TV UNAM es una de las mejores. Entre su selecta programación, su Cinema 20.1 nos ha brindado la oportunidad de volver a ver una película que se estrenó en nuestra ciudad hace casi cuarenta años. La vimos en su momento y nos encantó, pero la experiencia de verla nuevamente al paso del tiempo, resultó de un impacto inesperado, y nos dio también la ocasión de observar cosas que en su estreno nos pasaron desapercibidas, la vimos desde otra dimensión y nos produjo una perspectiva muy diferente y la apreciamos, ahora, como una joya de la cinematografía, más que cuando la vimos por primera vez. Se trata del filme “La Amante del Teniente Francés”, que nos proporcionó un deleite visual, auditivo, y emocional sin comparación alguna.

La película se estrenó en el desaparecido Cine Cantarell en 1984, apenas tres años después de su estreno en Londres, Gran Bretaña, en 1981, de donde es originaria. Tiene un reparto actoral de lujo. Los protagónicos los desempeñan: la norteamericana Meryl Streep, quien es Sarah Woordrod y Anna a la vez; el gran actor británico Jeremy Irons, quien encarna al científico y geólogo Charles Smithson y al actor Mike; la también inglesa, Lynsey Boyter, que es Ernestina Freeman, la novia y prometida del geólogo; el actor escocés Hilton McRae, quien es Sam, el fiel sirviente de Charles; el excelente actor australiano, Leo Mc Ken, quien asume al Dr. Grogan; y el tremendo actor inglés, Peter Vaugham, que es Mr. Freeman, padre de Ernestina. El filme está basado en la novela del mismo nombre de John Fawles, pero el guion es adaptado cinematográficamente por Karel Reinsz, quien además dirigió la película, y Harold Pinter, quienes conciben el maravilloso juego de mezclar dos historias paralelas, la que se desarrolla en la película que están rodando, y otra y actual, en la vida real de los actores protagonistas del filme.

La película es un verdadero deleite visual, pues la cualidad artística de la fotografía de Freddie Francis es de un nivel estético de muy alta calidad. Su primera toma, con la presencia solitaria de Meryl Streep, parada en el extremo de una escollera, donde rompen violentamente las olas del mar, ataviada de negro, con una gran capa y caperuza, es de una estética extraordinaria. Sus espléndidas tomas de la campiña inglesa, llenas de un verdor espléndido, son verdaderas pinturas de paisaje de gran calidad. Sus juegos de profundidad, en las estaciones del ferrocarril, logran una impresión de longitud impresionante. Las escenas de amor, entre Meryl Streep y Jeremy Irons, los acercamientos, captan la esencia de amor profundo de los amantes, y son de una estética deliciosa. La escena final, en la que ya empiezan a aparecer en pantalla los créditos del filme, con los amantes remando plácidamente en un lago, son un auténtico cuadro salido de la paleta de William Turner. Ver, en el sentido estrictamente visual, la película constituye un profundo placer estético.

La película es, también, un gran placer auditivo, pues la música incidental de Carl Davis da a las escenas la ambientación precisa y emotiva que cada situación requiere, para transmitirnos más profundamente el mensaje visual de las mismas. Además, hay momentos de la acción que reciben el mensaje sonoro de obras de Juan Sebastián Bach, Nícolo Paganini o Félix Mendelssonh, lo que las hace crecer en emotividad y goce estético auditivo. La parte emocional corre a cargo de las excelentes actuaciones de todo el elenco. La parte de pasión amorosa está a cargo, desde luego, de Meryl Streep y Jeremy Irons, cuya calidad histriónica se pone en juego en forma muy profunda y logran transmitir el sentido arrebatador en la pasión que consume el alma de los enamorados, por encima de cualquier convencionalismo social; la pasión es de tal intensidad, que los amantes están dispuestos a desafiar, simultáneamente, a la hipócrita sociedad victoriana en el filme, y la doble moral de la sociedad de mediados del siglo XX, en la vida real de los actores. Las excelentes actuaciones de los protagonistas, nos dejan el sabor dulce amargo de una profunda pasión amorosa y todas sus secuencias.

Haciendo un análisis de los demás personajes, encontramos símbolos y esquemas muy bien definidos. Hilton McRae, el fiel sirviente Sam, es la lealtad, el confidente depositario de los más delicados secretos de su señor, sin embrago, su moral victoriana se impone en él, y renuncia a seguir sirviendo al científico al formalizar su relación con Sarah. Patience Collier, la Sra. Poulteney, es el alma insensible e inflexible cuya moralidad, cuestionable, se inclina más al convencionalismo social que a la piedad y la solidaridad que entre mujeres debería existir, su esquema es ejemplar, pero en sentido negativo, es el ejemplo del producto de una sociedad en la que, todo está permitido, a condición de que no se sepa públicamente. Leo McKean, el Dr. Grogan, es la ciencia y la sabiduría, que dan una dimensión objetiva y precisa a la condición humana. Peter Vaughan, Mr. Freeman, es la representación de los valores familiares, que están por encima de cualquier otra circunstancia. Los personajes en conjunto nos dan una amplia visión panorámica de la sociedad y su moral, y de cómo esos valores de la hipócrita sociedad victoriana, ha trascendido en el tiempo y es vigente un siglo más tarde, con muy pocos cambios.

La historia se nos va presentando de una manera que, nos parece confusa e ilógica; uno no comprende, de entrada, el repentino cambio de tiempo y circunstancias; ya muy avanzada la cinta, uno va entendiendo que Reinsz y Pinder están jugando con nosotros, desarrollando dos historias que son paralelas, pero que tienen los mismos protagonistas en una y otra, que muchas de las circunstancias que se interponen entre el amor de los protagonistas, son las mismas en el filme que en la vida real, lo cual da a la película un sentido maravilloso y fascinante. La historia del filme está situada en 1867 y la de la vida real se ubica en la década de los 70’s del siglo XX. Un fuerte mensaje que nos da, tanto la novela, como la película y aún la historia en tiempo presente, es el poco o nulo valor que se ha dado y se da a la mujer en la sociedad. Puede decirse que La Amante del Teniente Francés, dados los últimos acontecimientos de nuestro tiempo, es una película de total actualidad.

Sarah es marcada socialmente por su supuesto pecado con el militar francés, que ha llegado al pueblo herido en un naufragio, hecho que nunca ocurrió, pues llega virgen a su relación con Smithson; pero el pueblo entero la rechaza por ello, el calificativo que le imponen es mucho más violento que lo que el título nos dice, pues todos la llaman “la perra del teniente francés”. En la terrible e hipócrita moral victoriana, una enorme cantidad de muchachas modestas son arrojadas a la prostitución, y con ello a las calles, la miseria y las enfermedades, sin remedio alguno. Recordemos que a fines del siglo XIX, una enorme cantidad de la población mundial fue diezmada por el treponema pálidus, el microbio causante de la terrible y entonces mortal sífilis. El propio Charles Smithson, en su calidad de hombre y caballero noble, enfrenta el desprestigio al que Mr. Freeman lo expone, en desagravio a su honor herido. Por su parte, Anna y Mike tienen que ocultar cuidadosamente su amor, ambos tienen un matrimonio y familia. Los dos amores corren paralelos y cada uno capea sus propias circunstancias y prejuicios. El desenlace de la cinta tiene dos finales contrastantes. Anna decide seguir al lado de su esposo y se marcha. Mike se queda solo y triste. Sarah y Charles, se reencuentran y deciden seguir juntos y terminan remando plácidamente en un lago. Para coronar la confusión y el punto de encuentro de ambas historias, al alejarse Anna, Mike se asoma a la ventana, y le grita: ¡SARAH!

La Amante del Teniente Francés es una película maravillosa y fascinante, llena todas las expectativas artísticas y estéticas que se pueden esperar de un buen filme. Se puede afirmar, con toda certeza, que es una joya de la cinematografía.