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La crisis por la pandemia ha hecho que la artesana de Chumayel dejé de producir prendas con bordados que vendía en Campeche y Mérida

“Antes entregaba semanalmente hasta 15 vestidos en Campeche y como 8 prendas sólo con bordado en Mérida, pero ahora no hay nada, todo está estancado”, compartió Teresita Cachón Cuxim de 53 años, quien como otras artesanas bordadoras, están sorteando la dura crisis por el COVID-19

La mujer inició hace 40 años en el trabajo del hilo contado o bordado de punto de cruz, elaborando hipiles y pañuelos; sin embargo con el paso del tiempo fue adaptándose a las nuevas demandas hasta incursionar en la innovación de prendas estilizadas para dama con el toque del “Xocbichuy”.

Fue en el 2007 cuando comenzó a colaborar para conocida empresa yucateca, brindándole junto a otras mujeres el toque tradicional a las prendas, a través de bordados multicolores que dan vida a coloridas figuras en una mezcla de creatividad, destreza e innovadores diseños.

“Llegamos a tener cerca de 500 artesanas de Teabo, Chumayel, Muna, Homún y Cuzamá a quienes les brindábamos trabajo. Pero con el paso de los años, la empresa cerró y buscamos otros mercados, ahora trabajo de forma independiente”, relató doña “Tete”, como es conocida en Chumayel.

A partir de entonces, comenzó a levantar pedimos para el estado de Campeche donde distribuye prendas estilizadas con bordados de punto de cruz y a máquina, así como en la ciudad de Mérida, donde brinda el toque tradicional a vestidos, gorras y demás artículos.

Sin embargo, la llegada del coronavirus que activó la contingencia sanitaria paralizó las actividades y con ello, el cierre de tiendas que afectaron de forma directa a trabajadores de diferentes sectores, entre ellos, el artesanal.

“El 28 de febrero hice mi última entrega de pedidos y ahora con todo esto, estamos congelados. Poco a poco fue bajando todo, se cerraron las tiendas que generaban empleo y ahora no hay venta, no hay trabajo y tampoco dinero. Al detenerse las actividades, nosotros nos quedamos estancados”, destacó.

Con la crisis, la mujer se ha visto en la necesidad de mermar el poco trabajo que queda para no dejar al “aire” a las seis artesanas que la apoyan en el bordado a mano y a máquina, así como a la modista encargada de armar las prendas.

Precisó que hasta antes de la pandemia, entregaba pedidos de prendas de vestir para dama en Campeche, “nosotros lo bordamos y armamos”; así mismo, en la tienda comercial de conocido hotel en Mérida, donde sólo aplicaba el bordado en diversos artículos.

“Hace falta capital para invertir, pero ahora no nos resulta estar elaborando prendas porque no sabemos hasta cuando mejorará la situación. No se compran las prendas porque no hay trabajo ni dinero”, aseveró.

Hasta el momento, la artesana aún tiene almacenadas varias prendas para dama, guayaberas, entre otros más, que no pudo entregar por la pandemia; “inicié con el hilo contado en huipiles y ahora con la contingencia, ya lo retomé para aprovechar el tiempo”, culminó.

La crisis que se vive es un efecto en cadena; al cerrar los comercios y demás tiendas, los distribuidores también suspenden actividades y se quedan con productos que tienen que almacenar; lo que se traduce en capital estancado y ahorros que se van gastando.  

Por Carlos Ek Uc