Si bien fue en este sexenio Federal cuando se permitió el paso libre a migrantes centroamericanos en México y se diseñó una política de asilo para quienes no podían llegar a Estados Unidos, Quintana Roo registra una alta tasa de migración interna, pues según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi), en 2015 y 2020 llegaron a vivir a este Estado 187 mil personas.
Lo anterior representa más del total de los habitantes que tienen al menos ocho municipios, según el censo de población y vivienda más reciente.
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De acuerdo con información del Inegi, entre los años 2015 y 2020, al menos 73 mil 106 personas abandonaron Quintana Roo; de cada 100, 34 se fueron a vivir a Yucatán, 8 a Chiapas, 7 a Veracruz, 6 a la Ciudad de México y 6 a Tabasco; el resto no fue determinado por el organismo.
En contraste, en ese mismo periodo llegaron a vivir 187 mil 683 personas; de cada 100, al menos 20 provienen de Tabasco, 16 de Chiapas, 15 de Veracruz, 9 de la Ciudad de México y 8 de Yucatán; el resto tampoco fue determinado en el reporte.
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La cantidad de personas que migraron a Quintana Roo supera a la cantidad total de habitantes de municipios como Cozumel, que tiene censados 88 mil 626; Felipe Carrillo Puerto, con 83 mil 990; Isla Mujeres, 22 mil 686; José María Morelos, con 39 mil 165; Lázaro Cárdenas, 29 mil 171; Tulum, con 46 mil 721; Bacalar, 1 mil 754 y Puerto Morelos, con 26 mil 921.
En las mismas estadísticas de la migración en Quintana Roo, el Inegi informó que en 2020 salieron del Estado 5 mil 535 personas para vivir en otro país, de las cuales, 52% se dirigió a Estados Unidos.
El 42 por ciento de las personas que migraron a Quintana Roo fue por búsqueda de trabajo, el 30 por ciento lo hace para reunirse con su familia, el 10.6 por ciento cambió de oferta o trabajo; en menor grado se encuentran motivos como estudiar, casarse, inseguridad delictiva o violencia, deportación o desastres naturales.
Hace un par de años, el Gobierno de México comenzó a brindar asilo a los migrantes que provenían de Haití y Centroamérica, quienes se dirigían hacia Estados Unidos; pero al no obtener el acceso al vecino país del norte, se establecieron en México.
Recientemente, elementos de la Guardia Nacional de Carreteras interceptaron en la vía Felipe Carrillo Puerto - Tulum, un autobús de turismo que provenía de Chiapas y tenía como destino la ciudad de Cancún, en el que se transportaban indocumentados centroamericanos, quienes alegaron que si bien no tenían su situación en regla, estaban en trámites para obtener el asilo.
Aun así, fueron trasladados al Centro Regional del Instituto Nacional de Migración en Chetumal, donde se determinará si su proceso de regularización en el país puede continuar o si son repatriados.
La mayoría de los migrantes busca llegará a la zona Norte de Quintana Roo, pues se sienten atraídos por los empleos derivados del turismo que ofrecen destinos como Cancún y la Riviera Maya.
El sueño de Cancún irrumpe como llama de esperanza para quienes llegan, la mayor de las veces esperando elevar su historia de vida positivamente, pero no siempre es así. Hay sueños que se rompen, como el de María, una madre de familia con tres hijos que llegó desde su natal Poza Rica, Veracruz, con la esperanza de darles mejor vida y que tras ocho años en Cancún afirma que no han sido en vano.
También hay hombres que sonríen, porque la meta buscada parece cumplirse temprano y antes de hora, como narra Jaime, “venir sin nada desde Guatemala y desde el primer día encontrar un empleo para herrar caballos, es una bendición”, afirma.
Por su parte, María dijo que no es infeliz, pero tampoco es lo dichosa que creyó, sería cuando hace ocho años llegó a esta ciudad con la certeza de que los tiempos le sonreirían, “yo vine con mis tres hijos y creí que estaríamos más seguros que en Veracruz, y no ha sido así; no podemos salir a caminar, no podemos siquiera pasar una tarde alegre, solo estamos seguros en la casa, y aunque económicamente salimos más o menos, toca ser empleada en un puesto de comida”.
Y la historia no acaba ahí, María aún quiere poner su negocio propio, porque es a lo que vino cuando le pintaron Cancún como un sueño para emprendedores que, con pasión, tenían seguro el éxito, mismo que afirma, no existe.
“No lo sé, la verdad es que es difícil porque no hay ni dinero ni la seguridad, quienes se atreven terminan huyendo de aquí por el cobro de piso que es un ‘volado’, puede tocarte o no, pero eso asusta”, afirma al advertir que prefiere ser empleada, aunque el dinero no llegue como lo soñó.
Prefirió el campo que el mar
Por su parte, el tabasqueño Pablo Amado llegó hace más de 20 años al Estado, contó que nunca le llamó la atención la zona Norte, pues tampoco llegó a Quintana Roo con el fin de hacer fortuna, sino a obtener un pedazo de tierra donde trabajar y la encontró en Emiliano Zapata, antes Corozal, hoy municipio de Felipe Carrillo Puerto. Pablo Amado López, originario de Huimanguillo, Tabasco, se hizo de una parcela y la trabajó durante más de 20 años.
Actualmente, es vecino de esta cabecera desde hace unos 15 años. En Emiliano Zapata nacieron sus seis hijos, pero en el 2006 se desató una sequía que no hubo producción de maíz y los pocos animales que tenía murieron, entonces decidió emigrar a José María Morelos, comunidad que ya conocía bien porque ahí compraba aperos agrícolas y despensa.
Con el tiempo se dedicó a la venta de granizados y al servicio de taxis hasta que pudo comprarse su propio vehículo. Comenta que a él nunca le interesó ir a la zona Norte, Playa del Carmen o Cancún, donde decían que se ganaba mucho dinero, ya que siempre le gustó vivir en un lugar tranquilo porque, según su visión, “la riqueza trae muchos problemas”.
Según él, en Quintana Roo “mucha gente llega en busca de fortuna, pero muchas veces terminan aquí peor, porque no encuentran el trabajo que deseaban y viven peor que de donde se quitaron. A veces regresan de nuevo después de algunos años a su tierra, sin nada y ahí tienen que empezar de nuevo”, comentó.
En su caso, apunta, él desde que pisó tierra quintanarroense decidió que ahí se quedaría, actualmente tiene casi 68 años y asegura que su tierra natal, Tabasco, se quedó en el pasado y no se arrepiente.
“La clave de la vida está en trabajar en cualquier lugar donde uno esté porque el pan no cae de ningún lado, siempre hay que ganárselo”, expresa.
Antes de concluir, Pablo Amado confesó no tener estudios y por eso desistió de ir a vivir a Cancún o Playa del Carmen, ya que ahí no hay el trabajo que sabe hacer, tampoco soñó con Estados Unidos “porque mucha gente muere en el camino”.
Cientos de personas que llegan a vivir a Quintana Roo van en busca de fincar su residencia, provenientes desde Chiapas, Campeche, Puebla, México, Veracruz, entre otras entidades, por la falta de oportunidades laborales y salarios mejor remunerados.
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NR