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Opinión

Víctor José López Martínez escribe sobre el panorama político que comienza a verse no solo a nivel nacional, sino también en Yucatán rumbo a las elecciones de 2024

“Nocturno, el río de las horas fluye desde su manantial que es el presente eterno.”, Unamuno.

Un viejo adagio sostiene que “hay décadas en las que no pasa nada, y hay semanas en las que pasan décadas”. Y en México, en las últimas semanas, el escenario político local y nacional se ha movido, en paralelo y de una forma tan vertiginosa, que las supuestas certezas, pactos y candidaturas ya definidas, se han reducido a suposiciones ya antiguas y delirios de poder anticipados.

En el plano estatal, el proceso para definir la candidatura para Gobernador por parte de la probable Alianza PRI-PANPRD, está lleno de similitudes con la actualidad del proceso nacional, aunque con otro ritmo, mucho menos acelerado y manejándose a los tiempos que determina, voluntaria o involuntariamente, el enorme liderazgo del Gobernador en el Estado y en su partido local.

En estas circunstancias, la alianza construye su propuesta para Yucatán, la cual, se espera que sea determinada por Acción Nacional y en ese proceso, con una intensidad pocas veces vista en el Estado para un aspirante a candidato a Gobernador, la figura de Liborio Vidal, de origen popular, pero cercano al empresariado y los factores de poder, con una amplia trayectoria política estatal, ha tenido un evidente aumento en las preferencias electorales, emparejando así la contienda con Renán Barrera, aspirante desde hace mucho tiempo, multielecto alcalde de nuestra capital, político de partido, de línea dura y, sin duda, un referente importante en su instituto político.

En el plano nacional, sin previo aviso, emergió una aspirante a quien nadie vio venir, y que parece haber llegado para quedarse: Xóchitl Gálvez, senadora de la República, sin militancia partidista y simpatizante de Acción Nacional, atrajo todos los reflectores del país y en cuestión de días, consiguió no solo el apoyo popular, sino también aglutinar múltiples fuerzas políticas dentro de todos los partidos de la alianza. Asimismo, logró que la mayoría de los aspirantes presidenciales desistieran de su intención de participar en el proceso para declinar en su favor, algunos de forma pública, los más en privado.

Esto se debe a que la oposición considera que en ella encontró una posible candidatura que cumple con los atributos que pide el electorado mexicano: de origen popular y humilde, pero cercana al empresariado y los factores de poder, con una amplia trayectoria política sin estar identificada con partido alguno, rebelde y original. Sin duda, Xóchitl ha nivelado la contienda nacional, pero no tendrá fácil el camino a la candidatura por parte de la Alianza, pues aún debe competir en el proceso con Santiago Creel, aspirante desde hace mucho tiempo, político de partido, de línea dura y una institución en Acción Nacional. Además de con las demás aspiraciones que de manera testimonial nominen los diversos partidos que conforman la alianza y que formarán parte del proceso que concluirá en septiembre de este año.

Tanto en el ámbito estatal, como en el federal, el escenario que parecía definido hace apenas algunas semanas, hoy es diametralmente distinto, pues parece que, tanto en nuestra tierra como en el país se configuran dos fenómenos imprevistos de la política electoral: la política del pragmatismo y la modernidad, que pone a las personas por encima de los partidos, que escucha al electorado y en función de eso elige a sus representantes, utilizando un razonamiento muy simple y adecuado para un momento electoral tan convulso: ¿Quién puede unir? Y más importante aún, ¿Quién puede ganar?

Y es así, que la política, por encima de todas las actividades humanas, se construye como la vida misma, desde el presente, del que dependen el pasado y futuro; por eso, en política nada es y todo va siendo.

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AA