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¿Estado contra el acuerdo de paz?.

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En un reciente artículo para RIA Novosti, el expresidente ruso Dmitri Medvedev, comparó las actuales tensiones entre Estados Unidos y Rusia con la Crisis de los Misiles en Cuba en 1962. Analogías y temores aparte, la alusión es peligrosa. Hoy como ayer, sugiere Medvedev, “Cualquier paso equivocado amenazaría al mundo entero con un conflicto militar". Son palabras mayores, aunque tal vez, palabras. 

A diferencia de la rivalidad entre Estados Unidos y la Unión Soviética que fue esencialmente ideológica y política y aludía al desafío planteado por la URSS al capitalismo, sumaba a su poderío económico y militar los destacamentos nacionales de lo que un día fue el movimiento comunista internacional, presente en todos los países y que llegó a ser particularmente poderoso en Europa y Asia, incluso con presencia en los Estados Unidos.

Rusia es ahora un competidor del mismo linaje, que no está interesado en desplazar al capitalismo, sino en construir su propio modelo de hegemonía, cuya conformación está a considerable distancia de los Estados Unidos, con el cual puede competir en materia nuclear especialmente con misiles atómicos, no así en las esferas económica, comercial, tecnológica y científico técnica. La historia evidencia que las contradicciones al interior del capitalismo pueden ser resueltas.

Es lo que más desearía el pueblo ruso que es la comunidad humana que mejor conoce las consecuencias de la guerra y no está interesada en padecerlas una vez más, sería el entendimiento con Estados Unidos. Probablemente el consenso de que disfruta la actual dirección rusa se resienta si de guerra se trata Putin, a quien la guerra tampoco interesa, lo sabe.  

Debido sobre todo a factores geográficos, principalmente a que Estados Unidos esta resguardado por los océanos Atlántico y Pacifico y su territorio continental se encuentra a seis mil kilómetros de Rusia, un conflicto militar entre Estados Unido y la potencia eslava, solo puede ser nuclear.

 No obstante, hace 100 años, entre 1918 y 1920, al finalizar la Primera Guerra Mundial y durante la Guerra Civil en Rusia, el presidente Woodrow Wilson involucró a Estados Unidos en una intervención militar nada menos que en Siberia, desembarcando una fuerza expedicionaria de 12 mil efectivos que, con el pretexto de rescatar la Legión Checoslovaca, ocupó las ciudades de Vladivostok y Arcángel, ofreciendo apoyo a la contrarrevolución.

La experiencia siberiana fue fatal para los efectivos estadounidenses. El combustible se congeló, las ametralladoras enfriadas con agua se atascaron, los alimentos resultaron inadecuados, los caballos acostumbrados a los climas templados, no soportaron las gélidas temperaturas rusas. Casi 500 soldados perecieron en la aventura, algunos de frío.

 Al caracterizar aquella operación, Churchill que años después sería aliado en de la Unión Soviética fue extremadamente cínico:

"¿Estuvieron en guerra contra la Rusia Soviética? No, pero mataban a los rusos en cuanto los veían. Permanecieron en la tierra rusa como conquistadores: abastecieron con armas a los enemigos del gobierno soviético, bloquearon sus puertos, hundieron sus buques militares…¡Pero declararles una guerra, no,  sería vergonzoso! ¡Una intervención es una vergüenza!”

La principal analogía entre la Crisis de desatada en torno a Cuba en 1962 cuando Medvedev tenía tres años, es que aquella tuvo como detonante el emplazamiento de misiles de alcance intermedio con ojivas nucleares en Cuba desde donde podían alcanzar todo el territorio de los Estados Unidos. La manzana de la discordia es ahora la inminente entrada de Ucrania en la OTAN lo cual, por primera vez en la historia, instalará fuerzas militares occidentales en las fronteras rusas. 

Ha corrido demasiada agua bajo los puentes y, a pesar de las comparaciones, para revivir la Guerra Fría al estilo de los sesenta, habría que revivir a la Unión Soviética y reproducir a escala mundial las circunstancias de entonces, entre ellas el Pacto de Varsovia y las condiciones existentes cuando la mitad del mundo era socialista. Lo demás parecen alegorías imposibles.

Putin lo ha dicho: “Quien se alegre del colapso de la Unión Soviética, no tiene corazón, quien pretenda revivirla, carece de cerebro.

Por Jorge Gómez Barata