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Quintana Roo en alerta por posible invasión de langosta.Aunque actualmente se mantiene una vigilancia constante, Quintana Roo se mantiene en alerta por la posible invasión de langostas.

Opinión

Por Roberto Gili Colom

La aplicación del llamado “toque de queda” para que la población se refugie en sus casas desde temprano en la noche, es una medida complementaria que puede ayudar de alguna forma a frenar la velocidad alcanzada por el contagioso coronavirus en pueblos y ciudades de nuestro estado.

Es una decisión incuestionable por parte de las autoridades estatales que el tiempo y la vida dirán cuánto de efectividad tendrá en el enfrentamiento de la pandemia.

De cualquier forma, es encomiable la labor que realizan, noche tras noche, cientos de hombres y mujeres de nuestros cuerpos de seguridad, motivados, quizás, por la inmensidad de la que cada día cumple el ejército de médicos y personal técnico que se consagran en nuestros centros de salud, cara a cara con una de las peores epidemias que ha enfrentado el país en toda su historia.

Sin embargo, como en todo, hay integrantes de la dirección del operativo asegurador del “toque de queda” que pueden no haber comprendido en su totalidad el contenido de la misión, a los que se unen, digamos, algunos de los subordinados que ahora se encargan de cuidar los numerosos retenes y desvíos ubicados, por ejemplo, en la ciudad capital, Mérida.

Deben ser cientos, quizás miles, los trabajadores y profesionistas que concluyen sus labores obligatoriamente con posterioridad al inicio del “toque de queda” y no es justo que, aún presentando sus credenciales, se les obligue, una, dos, tres, cuatro y hasta cinco veces a desviar el camino hacia su morada, convirtiendo, a veces, en un trayecto de 90 minutos, lo que comúnmente se realiza en 30 o quizás menos tiempo.

No es un reclamo para por si acaso ocurre. Se trata de que está sucediendo desde el primer día del “cierre”, que personas que concluyen después de iniciado éste, finalizan su jornada laboral y marchan hacia sus casas y se topan con oficiales y subalternos que, como indicamos con anterioridad, quizás “no entendieron la misión”. Llamémosle así.

Todo es perfeccionable. Hasta lo incorrecto, lo molesto y lo inconcebible.