Acanceh, el municipio donde 'escuchan el grito del venado' en Yucatán

El municipio de Acanceh guarda gran historia detrás de su arquitectura colonial y prehispánica, destacando por llevar al venado como un ícono
lunes, 18 de marzo de 2024 · 12:03

El camino que conduce al municipio de Acanceh cruza antiguas haciendas y montes que guardan cuevas de venados y, en sus entrañas, las raíces del antiguo henequén, planta que dotó de riqueza a estas tierras de los mayaoob.

También es conocido como El Pueblo de las Tres Culturas por sus soberbios monumentos que se imponen como las antiguas plataformas prehispánicas, su iglesia principal, sus casonas y antiguas casas tradicionales donde convergen la civilización maya con la española y propiciaron la mestiza. La localidad, como todo Yucatán, posee una historia que parece un mosaico de múltiples culturas que se agregaron con el transcurso del tiempo, como la africana, mexica, oriental y otras con menor o mayor influencia.

El origen del municipio se desvanece en la densa bruma del tiempo pasado. Por los trabajos de arqueología sabemos que la población se fundó entre el siglo III y el V, impulsada por la migración de los Itzáes. La memoria indígena escrita con carácter latino en el Chilam Balam de Chumayel lo evidencia cuando dice: “Tras salir del pueblo de Xul siguieron por Holtún. Aké. Acanceh. Ticoh. Ti Chanil. Y a la grande Mayapán, la que está dentro de murallas y sobre agua”.

Por el nombre mismo del asentamiento se evidencia su origen maya, así que en el siglo XIX el mayista Juan Pío Pérez señaló: “Acanceh. Gemido o grito del venado”. Esto mismo indicó Manuel Rejón García en su obra Etimologías Mayas y una singular explicación dio también Antonio Mediz Bolio al escribir: “Allí donde gimió el venado”. En tanto, el maestro Alfredo Barrera Vázquez expuso: “Acanceh, agua encharcada”, con lo que destacó la importancia del agua en este lugar que dio origen a su fundación. El documento llamado Diccionario de Motul, del siglo XVI, informa que Acanceh igualmente es el nombre en maya de una planta.

En el momento de la conquista española el municipio era autónomo, aunque estaba cerca del gran cacicazgo de los Xiu, quienes influían en su organización. El Gobierno español impulsó el sistema de encomiendas, por lo que fue dado a Francisco de Arceo, quien lo heredó en segunda vida a Ana Arguello, probablemente su viuda. Los pagos de tributos en las encomiendas continuaron hasta las penúltimas décadas del ocaso del poder europeo en la península.

Como aliada de la empresa extrajera llegó la conquista espiritual. La Orden franciscana fundó la doctrina local y se dio a la tarea de trazar las calles respetando en la medida de lo posible las obras mayas. A consecuencia de la Conquista, redujeron a la cabecera a los pobladores de Chantún y Tixiol o Xiol, como aparece en la documentación. En 1681, el cronista fray Diego López de Cogolludo expuso: “Del convento de Ticoh (Tecoh)… Tiene por visitas… la Natividad de Nuestra Señora de los pueblos de Acanceh, Xiol y Chaltún”. La entonces Diócesis de Yucatán llevó el antiguo culto de La Natividad a la parroquia, poco antes de mediados del siglo XVIII. En 1783, el cura José Riveros señaló que había dejado “Iglesia nueva, campanario, cementerio y habitación parroquial…”.

Rocas ancestrales y cerros o muules dieron el material necesario para levantar los nuevos edificios públicos de la Casa Real Hispana y la Iglesia de la Natividad. Los vecinos renombrados, hidalgos de apellido maya, privilegiados por ser descendientes de extintos gobernantes, pronto levantaron airosas viviendas de piedra en la orilla de las calles, al igual que las casas cónicas poblaron los solares del pueblo y sin variedad transcurrieron tres siglos de dominación hispana y dos décadas de Independencia nacional.

La Guerra de Castas, gran evento que trastornó el orden, poco afectó en la estructura de la localidad, siendo buena la segunda mitad del siglo XIX para su consolidación. En 1872 se extendió la red de telégrafo al pueblo para comunicarlo con Mérida. En 1886 se inauguró el Liceo de Niñas, escuela de educación básica. Los finales del siglo XIX y las primeras décadas del XX fueron de constantes movimientos políticos y sociales, así como de desarrollo de los estudios de las estructuras arqueológicas que coronan su plaza principal.

En 1878 se decretó por el Congreso del Estado que los pueblos deberían unir sus nombres al apellido de un héroe con el propósito de exaltar la historia regional y nacional. El Cabildo local decidió honrar a Ignacio Zaragoza, el gran guerrero de la batalla contra los franceses, en tanto, se hizo oficial el nombre de Acanceh de Zaragoza durante unos años, ya que pronto cayó en desuso y quedó sólo como un recuerdo.

El siglo pasado abrió las páginas de la historia con el henequén, con el cual Acanceh vio florecer sus haciendas en comunidades como Ticopó, Sac Chic, Petectunich y otras que llenaron de injusticias y duros trabajos a los jornaleros y peones. En los cambios políticos obtuvo el título de Villa e incluso de Ciudad, pero desde 1918 quedó como Municipio Libre y así permanece hasta la actualidad.

Según el último censo de población y vivienda, la localidad cuenta con 16 mil 772 habitantes, divididos en un 50 por ciento hombres y 50 por ciento mujeres. Además, tiene una natalidad en ascenso. El número de maya hablantes es cada vez menor. En la cuestión económica, continúa con poca actividad agrícola, pues la ciudadanía se dedica a trabajar en fábricas locales, mientras que la artesanía tiene una buena producción local.

La fiesta popular se celebra en diciembre en honor a la Virgen det Guadalupe, cuyo culto data de 1885, con la participación de más de 40 gremios. La festividad se desarrolla entre la tradición que refuerza los lazos de identidad entre los nacidos en esta tierra.

Un venado de bronce se yergue en el centro de la plaza principal como referencia al nombre del municipio. Como se sabe, esta especie fue un animal sagrado para los mayas, por eso acostumbraba andar en el monte y brincar los cerritos,  aunque su presencia en el pueblo presagiaba catástrofes y calamidades públicas.

En esta tierra han mecido sus hamacas ilustres yucatecos, hombres y mujeres que han levantado a sus familias y aportado a la cultura de la Entidad, entre ellos Luis Romero, célebre poeta y periodista; así como el maestro Juan Evangelista Nic Pérez, famoso compositor de jaranas regionales que nutrió el acervo y repertorio de las orquestas en las Regias Vaquerías de Mestizos.

Acanceh es un municipio de calles que parecieran revestidas de nostalgia y su cercanía con Mérida le da un toque de urbanidad en constante movimiento. En el Mercado Municipal se aprecia aún la cosecha de los huertos familiares, los bordados, al igual que la vida labrada en artesanías. Las casonas y piedras pinceladas dan muestra del constante devenir histórico, vestigios del pasado que viven y actúan en el presente próspero de la comunidad.

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GC

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