Granjas porcícolas desechan hasta 1.5 millones de litros de agua podrida al día en Yucatán: Estudio

Según el estudio Las granjas porcinas en zonas de karst: ¿cómo pasamos de la contaminación a la sustentabilidad?”, en Yucatán se están desperdiciando al año 547 millones 500 mil litros de agua
domingo, 24 de julio de 2022 · 08:33

Ante la crisis de agua que ya se vive en el Norte del país, no parece benéfico destinar grandes cantidades a empresas, especialmente si están bajo la lupa por lo contaminantes que resultan, como es el caso de las granjas de cerdos en la Entidad.

Estos negocios aseguran que dan tratamiento y aseo a sus instalaciones, al menos los pocos (22) que cumplieron con la Manifestación de Impacto Ambiental; sin embargo, para esto destinan millones de litros de agua.

De acuerdo con el estudio “Las granjas porcinas en zonas de karst: ¿cómo pasamos de la contaminación a la sustentabilidad?”, el aseo y enfriamiento de los cerdos, el lavado de los corrales, así como el mantenimiento de las instalaciones de una sola granja de grandes dimensiones puede generar aguas residuales con volúmenes de mil 500 metros cúbicos al día.

Es decir, un millón 500 mil diarios, lo que al año serían 547 millones 500 mil litros de agua, que contiene heces, orina, suciedad de los corrales y desperdicio de alimento.

Saraí Manzo

Dicha cantidad corresponde al 1.3 por ciento que se consume en Mérida por día (unos 120 millones de litros).

Aunque de primera intención parece ser un porcentaje minúsculo, hay que tomar en cuenta que hay más de 200 granjas de las que se tiene registro y más de 400 tomando en cuenta las aparcerías, por lo que el total de litros sería muchísimo mayor.

Un mal adicional radica en la cloración del agua antes de la descarga en el suelo. Aquí hay dos problemas, la cloración, que al mezclarse con agua residual con carga orgánica, propicia la formación de compuestos muy tóxicos, organoclorados del tipo de los plaguicidas, por lo que contamina suelos y acuífero dañando la vida silvestre y la salud humana.

El estudio es un esfuerzo conjunto del Centro de Investigaciones en Geografía Ambiental de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM); del Instituto Nacional de Investigaciones Forestales, Agrícolas y Pecuarias, y del Campus de Ciencias Biológicas y Agropecuarias, de la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY).

Tratamiento insuficiente

Al mezclar el agua extraída de los pozos con las heces y orina porcinas se forma el agua residual (AR), que cuenta con elementos potencialmente dañinos para el manto acuífero.

La investigación de la UNAM y la UADY enumera los siguientes males potenciales en el AR: materia orgánica soluble y materia orgánica flotante, nitrógeno, fósforo y potasio, así como hormonas y sólidos solubles, potencialmente dañinos para la salud humana, la vida silvestre terrestre, aérea y acuática, además de otros elementos menores.

Asimismo, el documento detalla la calidad de las aguas residuales para las granjas porcinas de cerdos del Estado de Yucatán reportada por Drucker y colaboradores (2007). Y en todos los casos, los parámetros estuvieron muy por arriba de la NOM-001, norma oficial mexicana de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT), que establece los límites máximos permisibles de contaminantes en las descargas de AR en aguas y bienes nacionales.

Los niveles presentados fueron: 6 mil 293 a 13 mil 990 miligramos por litro (mg/L) de demanda bioquímica de oxígeno (DBO), con una norma oficial de sólo 30 a 150 mg/L; de 15 mil 106 a 33 mil 581 mg/L de sólidos suspendidos totales (SST) con una NOM001 de 40 a 150 mg/L; y mil 260 a 2 mil861 mg/L de nitrógeno, fósforo y potasio (NKT), con una NOM001 de apenas 15 a 40 mg/L.

Esta situación es así porque la mayoría de las granjas porcícolas no separan los sólidos (excretas) de los líquidos (orina y aguas residuales), lo que provoca una alta carga orgánica y altos volúmenes de descarga que a la postre dificulta el tratamiento de las aguas residuales, incluso cuando se llega a tener alguna idea de tratarlas.

Exceso de químicos

Saraí Manzo

La cloración generalmente se emplea como un paso final en las plantas de tratamiento de AR para controlar de manera eficiente los microorganismos patógenos en los efluentes, para dar protección a los ecosistemas y la salud humana.

En el caso de las granjas porcícolas, el estudio fue contundente: si el agua residual aún contiene materia orgánica soluble, particularmente con aminoácidos libres, como la tirosina y el triptófano, la aplicación de cloro dará como resultado la formación de “una amplia gama de subproductos que podrían provocar efectos adversos sobre la biota de los cuerpos de agua y suelos agrícolas receptores e incluso la salud humana”.

Entre ellos se mencionan los “trihalometanos, ácidos haloacéticos, haloacetonitrilos y haloacetamidas, que contribuyen a la toxicidad general de las aguas residuales”.

En consecuencia, el control de los compuestos organoclorados se encuentra entre los requisitos adicionales para la reutilización del agua de acuerdo con la Comunidad Económica Europea (CEE, 2018). Sin embargo, esta situación no ha sido estudiada en las aguas residuales de las granjas porcícolas de la Entidad.

Sin control

Lo peor es que estos datos son referentes a granjas con los controles más altos. Sin embargo, las medianas y pequeñas no contarían, en su mayoría, con alguno, advierte la investigación.

En dichos establecimientos, una gran cantidad de aguas residuales sin tratar que se almacenan en lagunas de oxidación, se van descargando en el suelo de la selva o directamente al acuífero.

 “Este modelo de granja es extremadamente contaminante del ambiente (atmósfera, acuífero y suelo) por lo que se provocan el daño en la salud humana y en su economía por la falta de agua”, explicó el documento.

“El problema principal reside en que los altos volúmenes de extracción de agua de buena a mala calidad y su posterior transformación en AR de muy mala calidad por la alta carga orgánica y otros contaminantes ya mencionados, constituye un alto riesgo de degradación del ambiente (atmósfera, agua subterránea, suelos, así como afectaciones a la vida silvestre y a la salud humana)”, se detalló.

“Por estas razones (grandes volúmenes de agua y alta carga orgánica) las aguas residuales no son tratadas sino descargadas al ambiente. Y cuando llegan a ser tratadas no alcanzan la calidad suficiente para ser inocuas al ambiente y la salud humana”, se aseguró.

Por ello, la investigación denuncia que en muchos casos se trata de “una simulación de cumplir las normas”, pues los grandes volúmenes de aguas residuales y lo vulnerable del ambiente impiden alcanzar los objetivos de no generación de problemas ambientales y de no afectar a la salud a las comunidades humanas.

“A pesar de las altas eficiencias de los sistemas de tratamiento de las aguas residuales, la calidad resultante no es adecuada para ser descargada al ambiente, incluso ni para ser utilizada en la agricultura”, se puntualizó.

El uso responsable del agua es un tema vital, que ya debe estar sobre la mesa entre las autoridades de todos los niveles en el Estado, sobre todo ahora que el suministro del líquido se está convirtiendo en un bien cada vez más preciado en algunas regiones del país, que sufren escasez.

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JG