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A pesar de los estereotipos por considerarse sólo trabajo para hombres, Mónica ha hecho del mar su segundo hogar, encontrando la opción para apoyar económicamente a su familia

Mónica Guillermina Canul Sosa, de 47 años de edad, es actualmente la única pescadora ribereña dedicada a este oficio de tiempo completo en Progreso. La mujer es madre de cuatro hijos y abuela de cinco pequeños.

Con más de una década de trabajo en altamar, la entrevistada rememora múltiples accidentes donde ha salido lesionada, embarques en los cuales a pesar del mal tiempo puso en riesgo su vida para buscar el sustento de su familia y hasta el poderío para darse a respetar en un oficio dominado al 100 por ciento por hombres.

Canul Sosa expresa que durante una temporada de mero, en abril del 2007, decidió aventurarse a navegar y hasta la fecha no ha dejado el oficio pues se arropó con las maravillas de la pesca junto con su esposo, el pescador Manuel Chan Espadas, con el objetivo de buscar un sustento económico para su familia recién formada.

“Recuerdo que me invitó a ser parte de todo esto y yo no sabía nada en ese tiempo, con algunos préstamos y ahorros logramos sacar adelante nuestra primera lancha que llamamos “Tres Hermanos” al igual que todas las que hemos tenido. Desde ese día hasta hoy me siento orgullosa de seguir perteneciendo a este gremio, aunque esté dominado por hombres”, asegura.

Las cosas tampoco han sido “miel sobre hojuelas” para la mujer, tuvo la mala suerte de perder una inversión cercana a los 300 mil pesos por la pérdida de su lancha y motor ecológico en la playa del sector oriente del municipio. De igual manera, sin importar género ha sido víctima de la exclusión que sufren los ribereños constantemente.

“Por ser mujer no tienen menos o más consideración con uno, he pasado los mismos apuros que pasa un hombre del sector ribereño, yo por ejemplo me he quedado fuera ahorita de todo apoyo que se le otorga al pescador en tiempos de veda, así como sufrir rechazo del Gobierno Municipal por el apoyo de un triciclo que pedí para trasladar mis artículos de trabajo hasta “La Caleta”, realmente nada cambia”, enfatizó la entrevistada.

“Yo trabajo de manera pareja junto con todos los pescadores, si en medio de la conversación siento que los insultos suben de tono, me doy la media vuelta y me hago respetar, parte de lo que me ha ayudado es que tengo siempre el respaldo de mi esposo, suegro, hijos y hasta nietos que ya empiezan a dar sus primeros pasos en esto, somos familia 100 por ciento de pescadores”, asegura la mujer ribereña.

“Mona” como se le conoce entre su primer círculo social y familiar, especifica que el día de jornada común empieza a las 00:00 horas cuando se amerita ir hasta el embarcadero para armar la lancha, de 02:00 a las 07:00 horas la mujer junto con su tripulación permanecen tirando cordel hasta juntar una cantidad considerable de ejemplares marinos.

A las 8:00 horas, ella misma se encarga de comercializar en la playa su producto, en caso de no obtener algún comprador que pague por todo su cargamento, Mónica Canul camina varios kilómetros en la calle para no meter lo conseguido a la congeladora de su hogar ubicado a pocas cuadras de la Ciénaga, en la colonia Francisco I. Madero.

Sin embargo, tras la actividad en altamar y en la playa, su trabajo no acaba ahí, pues ahora se dedica en cuerpo y alma a las labores del hogar, mismas que asegura le llenan de vida pues gusta de atender a su familia a pesar de que la mala noche de la madrugada de pesca.

“Es complicado, a veces me pongo sentimental y le digo a mi marido que me da un poco de pena oler a pescado o no poder pintarme las uñas por tener la mano llena de callos por el trabajo, pero él mismo me alienta a seguir adelante junto con mis hijos porque al final se trata de un trabajo, que no es sencillo del todo pero que es honrado”, precisó Canul Sosa.

La pescadora ribereña tampoco se olvida de las nuevas generaciones de mujeres y lamenta el paso de actividades ilícitas, durante sus años en el gremio, ha atestiguado en los embarcaderos la prostitución o el pedir producto a los patrones de barco. Contrario a ello, ha enseñado parte de sus conocimientos a varias mujeres, aunque al final la mayoría desiste ante las adversidades que presenta embarcarse en el mar.

“No me arrepiento de nada, al final el ser o no ser femenina depende de una misma y la feminidad siempre va a estar ahí, a mí me apasiona lo que hago, me gusta que mis hijos me acompañen y me gusta ser parte del mar”, finalizó.

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CC