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Por Emilio Pellicer
27 de Nov de 2022
4 min
Escrito por Emilio Pellicer
Las mujeres con VIH-sida son las que sufren la mayor violencia, ya que un 60 por ciento fue contagiada por su pareja y el 70 por ciento son violentadas institucionalmente y por su familia, de acuerdo con datos de la Secretaría de Salud federal y declaraciones de Silvia Josefina Pino Baeza de Cortazar, presidenta de Vida Humana Integral, A.C., en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
De acuerdo con el informe histórico de VIH, de 1983 al tercer trimestre de este año se han notificado 10 mil 944 casos del virus en Yucatán, de los cuales el 14.5 por ciento corresponde a mujeres, es decir mil 588 reportes.
En la presente década los casos en mujeres contagiadas van en aumento, ya que en los primeros nueve meses del año se han reportado 56 casos en mujeres, uno más que en todo 2021 y dos menos que en los doce meses del 2020.
Los datos de la Dirección de Vigilancia Epidemiológica de Enfermedades Transmisibles de la Secretaría de Salud revelan además que el contagio en sexoservidoras es de apenas el 1.8 por ciento del total de casos, o sea, mínimo. Las estadísticas de la Dirección de Vigilancia muestran que actualmente hay 19 mujeres yucatecas embarazadas con VIH, de las cuales tres son adolescentes.
De acuerdo con estimaciones de especialistas, el 60 por ciento de las mujeres con VIH en Yucatán son amas de casa, o sea 952. En algunos casos, los maridos se infectan al viajar a otros lugares y tener relaciones con mujeres con VIH, pero también es producto de la bisexualidad de algunos hombres.
Baeza de Cortazar consideró que la violencia y estigma ejercidos contra las mujeres con VIH es mayor que la que se ejerce en los hombres en la misma condición, a pesar de que muchas son precisamente contagiadas por sus parejas.
“Se ha institucionalizado esa violencia contra las mujeres infectadas por VIH; el tabú, el prejuicio social, aunado a la ignorancia al no conocer nuestros derechos y no tener la certeza de que por justicia nos van a hacer caso es ya un síntoma amargo y alarmante, porque las más de las veces que van a denunciar violencia en el hogar debido a rechazo por su enfermedad”, apuntó.
Sin embargo, señaló que también las rechazan las instancias, “porque una persona violentada, lo que desea es justicia, y en el caso de las mujeres con VIH casi nunca llega”.
La activista consideró que urgen cambios desde la legislación, porque “aunque la violencia a la mujer se da de diversas maneras, la de rechazo por VIH es alarmantemente excesiva”.
Detalló que si el número de casos de mujeres es alto, y el porcentaje de rechazo y violencia contra ellas es del 70 por ciento, lo más grave es que el número de hombres con VIH es mayor, con una proporción de una mujer por siete hombres.
María se enteró de que era portadora del VIH un par de meses después de dar a luz a su primer hijo, quien nació con la enfermedad y gracias a los avances médicos tiene una vida normal. Proveniente de una familia rural de Tetiz, fue contagiada por su marido, con quien se casó a los 22 años. Dos años después metieron a su pareja al Cereso y tiempo después se casó con otro hombre, quien la embarazó.
Al nacer su hijo tuvo problemas de salud y a los dos meses de edad, después de una convulsión, lo ingresaron a urgencias donde le realizaron estudios y resultó positivo a VIH, al igual que María, no así su actual pareja, por lo que fue contagiada por su primer marido.
Además, le informaron que estaba nuevamente embarazada, por lo que acudió al Centro Ambulatorio para la Atención del Sida e Infecciones de Transmisión Sexual (Capasits) de Mérida, donde recibió los tratamientos adecuados y logró que el niño naciera sin rastros de VIH.
María se fue a vivir a casa de su pareja, en una población cercana a Tizimín, donde su suegro contaba con recursos, pero desde un principio se los negó por la enfermedad de su nuera y su nieto.
Al acudir por medicamentos al hospital San Carlos de Tizimín también fue discriminada y al enfermar su segundo hijo de bronconeumonía, lo aislaron junto a María en un cuartito sin tanques de oxígeno, a pesar de que él no era portador de la pandemia, “y el doctor se asomó a las ocho de la mañana, cuando los pulmones de mi hijo ya no habían resistido, se le taparon por los bronquios y no pudo más”, relató con voz entrecortada y las lágrimas acariciando sus mejillas.
María conoció el Oasis San Juan de Dios en Conkal, donde su encargado, Carlos Benavidez (q.e.p.d.), le abrió las puertas y financió la educación de su hijo. A los 10 años se separó de su segunda pareja y decidió mudar definitivamente su residencia al albergue, sus sobrinos iban a visitarla, pero la discriminación también estaba en su casa, donde su madre les prohibió irla a ver.
Actualmente, sigue viviendo en Conkal, donde tiene una nueva pareja y la familia de él la acepta a pesar de su enfermedad, además de que atiende a mujeres y niños con el problema, ayudándolos a sobrellevar su mal.
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JG
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