Realizan ritual maya para el inicio del ciclo agrícola en Yaxcabá

Sacerdotes y campesinos mayas organizan su ciclo agrícola empezando con el ritual sagrado ch’a’acháak que se realizó en la comisaría de Tiholop, ubicada en el municipio de Yaxcabá; tuvo cerca de 80 asistentes.
martes, 4 de agosto de 2020 · 11:08

“Sí pasamos por una situación difícil, nunca en nuestra vida hemos atravesado todo esto, (en clara alusión a la pandemia) pero nuestro ciclo agrícola tiene un calendario, y eso incluye el ch’a’acháak” dicen los campesinos de la región.

Tres días antes ofrendan el sakab, van al monte por carne silvestre, jornadas intensas en los exuberantes montes del lugar, pero saben que todo representa para los santos señores del monte, se organizan por brigadas, unos van por la leña, otros por hojas de huano y boob; es necesario que todo salga bien.

Para el sábado, toda la noche es vigilia, a las 12:00 en punto, el j’meen, reparte el balche’ (bebida sagrada), tira los bolom ixi’im; hay que elegir los cháako’ob, y el íitsa’, éste último el que coordina todo, en el momento de ser escogido por la voluntad de los santos señores del monte, es el principal responsable de todo, ver que los panes para la ofrenda y el ritual se haga conforme a los requerimientos. Todo tiene un sentido, se tiene que hacer con misticismo para que los yuumtsilo’ob (santos señores) reciban la santa gracia, le dice al que escribe uno de los ancianos que ayuda a preparar los manjares para las ofrendas.

Don José Bernabé Cox Chuc, sacerdote maya encargado de la ceremonia le avisa a don Silvio Noh que son las 5:00 pm., los cantares de Ts’itbalché inician, los sapos se sincronizan, las vueltas del íitsa’ alrededor de la mesa se conjuga al mismo tiempo, todo es solemne, aquel que se ría, le dan un cintarazo con 13 tiras de bejuco nativo de la región, y en la causa Cox Chuc invoca a San José, Miguel Arcángel, San Isidro, San Bernardino, los Santos Pedro y Pablo… para poner de manifiesto que el sincretismo religioso sigue vigente y perdura a través del tiempo en esta práctica sociocultural, cuyos orígenes se remontan desde la época precolombina.

Al finalizar las plegarias, el ajetreo sigue con la repartición de la comida, se apuran con la lista, porque una pertinaz lluvia se hace sentir como si pusiera de manifiesto que todo ha sido en gracia y recibido por los cuatro puntos cardinales, mientras que una centenaria cruz de madera testifica todo, de principio a fin, el sacerdote instruye a los kuucho’ob que las novenas inicien puntual y la procesión de los patronos de la localidad, se haga el siguiente domingo.

En esta ocasión se registraron casi 80 personas de los tres ejidos, en ocasiones han sido el triple, los ancianos narran que cada día participan pocas personas, y piensan en buscar para el próximo año un lugar más recóndito, porque el lugar sagrado ya ha sido alcanzado por la urbanización del poblado, pero saben que la madre tierra da de comer, y el ritual se tiene que hacer en los años venideros.

Durante toda la jornada, parece pasar inadvertido la sana distancia, no hay casos de coronavirus aquí –dicen–, nadie se le observa con cubrebocas, ni seguir protocolos de salud e higiene.

Se notó inusualmente de cerca a varias mujeres esperando la comida, nunca ha sido así, toda la actividad es reservada para hombres, quienes se encargan del sagrado alimento, ahora es diferente. Al caer la noche todo regresa a la normalidad y en los días por venir se realizan los novenarios, la procesión y luego organizan la siguiente ceremonia a finales de mes.

Por José Marcelo Tamay Poot