¿El premio da prestigio o este se lo otorga el ganador?

Carlos Martín Briceño y Alejandro Rejón Huchin conversan sobre generaciones y premios literarios
martes, 1 de junio de 2021 · 09:55

“Los premios dan prestigio, claro, pero también puedes hacer mucho por el premio. Aquí es algo doble”, responde el escritor yucateco Carlos Martín Briceño a POR ESTO!, después de ser cuestionado sobre si son los galardones los que dan prestigio a los autores, o viceversa. “En el caso de la medalla que lleva el nombre de Kermith Garrido, nos corresponde a Alejandro, a Jonathan (Harrington, también laureado) y a mí comentarlo, darlo a conocer, decir al mundo quién era Kermith Garrido, en reciprocidad a que nos hayan dado este premio. Habrá gente que dirá: ‘¿quién es ese Kermith? ¿qué medalla es esa que te dieron?’, incluso peyorativamente. En ese momento es cuando nos corresponderá a nosotros explicarles de qué se trata para que el premio vaya creciendo su prestigio. Con el tiempo, otras personas, así, sentirán el deseo de recibir esta medalla”.

Carlos Martín Briceño, Wilberth Alejandro Rejón Huchin y Jonathan Harrington fueron los tres condecorados con la Medalla Internacional “Kermith Garrido González”. Es ese el nombre de un promotor cultural, dramaturgo, poeta, dibujante, pintor, artista de Tecoh, fallecido el 3 de octubre de 2020.

“Ni el premio da prestigio a los ganadores ni éstos lo dan al premio. Los galardones son incentivos para reconocer al escritor, al gestor cultural, etcétera, así como en otras áreas, no sólo en la cultura. Los premios son un punto de muchos más que forman parte del ámbito cultural. Por ejemplo, en el caso de esta medalla, el prestigio que se queda no es para nosotros ni para Tecoh, sino para Kermith Garrido González”, responde a la misma cuestión el poeta joven Alejandro Rejón. Continúa: “creo que el premio tiene la labor no sólo de hacer justicia con el profesional que ha realizado algo importante. El galardón debe ser el medio que le abra las puertas a los escritores para seguir con su trabajo literario. No debe ser algo que uno tome como que se le está dando reconocimiento a la institución que se otorgue, sino que puede tomarse como un puente, un estímulo para seguir adelante con la carrera propia”.

Carlos Martín retoma la palabra: “ser galardonado en cualquier instante y lugar siempre es grato, pero si lo eres en tu municipio, tu lugar natal, es doblemente grato. Lo que me parece espectacular es que Tecoh tenga esta tradición teatral tan grande, con su teatro, y que, sobre todo, la memoria de Kermith Garrido floreciera más allá del papel”.

Desarrolla el mismo autor: “haberse puesto la tarea de que el exbanco se convirtiera en un teatro y convocar a la población para que estuviera en las obras, de verdad me parece digno de celebrar. Si la medalla lleva su nombre, es más que merecido. Ojalá tuviéramos más Kermith Garridos en los municipios de todo el país. México sería otro. No tendríamos tantas situaciones que tristemente estamos viviendo”.

Alejandro Rejón concuerda: “recordar la memoria de un personaje tan especial como Kermith Garrido González, que hoy en día es parte de la comunidad de Tecoh para reconocerse a sí misma en un espejo y vea esa identidad tan rica e intercultural que tenemos en Yucatán, es algo que no tiene precio. Como dice Carlos, es algo que impresiona. Ojalá haya más personas como él que sigan fomentando la cultura en todo el Estado. Y que también haya más autoridades así, que sigan impulsando esta clase de eventos, que son sumamente importantes”.

Hay premios que uno anhela”, dice, sincero, Carlos Martín. “Piensas que, al recibir ese premio, vas a formar parte de una élite, porque el premio en sí ya trae un prestigio. Por ejemplo, cuando me avisaron que había ganado el Premio Nacional de Literatura José Fuentes Mares 2018, me sentía extasiado. Dije: ‘ahora sí, todos me van a reconocer, a aplaudir’. Ese es un orgullo un poco tonto, porque, al final, no puedes andar con una medalla colgada en la calle que diga que ganaste el Fuentes Mares. Pocos lo saben, incluidos algunos soñadores como uno que querían esa medalla. En realidad, no es algo del otro mundo. Te das cuenta que lo que recibiste es un estímulo, como dice Alejandro, para seguir adelante. No cambia tu vida. Habrá los premios que sí, como el Nobel o el Cervantes, pero esos son para trayectorias larguísimas. Pero en el caso mío y de los que están empezando, yo creo que los premios deben motivarnos a seguir adelante”.

Carlos Martín Briceño y Alejandro Rejón comparten el ejercicio profesional de la escritura. El primero nació en 1966; Rejón, en 1997. Al respecto, el de 24 años de edad piensa que “las generaciones que nos anteceden a nosotros, los jóvenes escritores, son muy importantes y siguen siendo un ejemplo para nosotros”.

 Prosigue: “uno de los primeros libros que leí y que me incentivaron a seguir leyendo literatura, cuando tenía 13 o 14 años, fue Al final de la vigilia, de Carlos Martín Briceño. Otros libros no me habían despertado tantas cosas en ese momento. Me fui encariñando con el tema literario hasta llegar a estudiar lo que es la misma literatura. Si nosotros, los jóvenes, podemos hacer algo más de lo que hicieron las generaciones anteriores, qué bueno. Pero con el hecho de seguir ese ejemplo, nosotros, como generación, marcamos una huella. Cada generación tiene un modo distinto de expresar la historia, en este caso, de Yucatán”.

Escritor joven, Alejandro señala un comportamiento entre algunos miembros de su generación: “debemos respetar a escritores como Carlos, que están dejando un legado importante. Desafortunadamente, este es un tema que, para muchos jóvenes, pasa desapercibido. Hay quienes critican a las generaciones anteriores, o dicen ‘tenemos que ser mejores que ellos’. Eso nada más es un imaginario que se autocrea como una forma de identificar el propio ego. Más allá de eso, debemos ver qué es lo que ellos construyeron para que nosotros también construyamos algo que nos identifique como una generación distinta, pero que sigue siendo esa misma esencia de la literatura yucateca”.

Además, “creo que esto, más allá de la presea en sí, es un ejemplo maravilloso de cómo se está llevando a cabo el inicio de la descentralización de la cultura en Yucatán. Debemos hablar desde lo que mal llamamos ‘periferia’. Ahora, debemos hablar desde el corazón del Estado, desde sus municipios. El hecho de que las autoridades del interior de Yucatán emerjan para proponer esta clase de eventos culturales y, en este caso, internacionales, es algo sumamente importante. Esto es una piedra fundacional que servirá como ejemplo a las próximas generaciones y autoridades que llegarán después de las elecciones”.

“Ahora”, concluye Rejón, “nos toca hablar de temas que pertenezcan a lo que nosotros estamos viviendo. Creo que una de las labores más importantes del escritor es dejar un testimonio propio de la vivencia, de lo que acontece en el ‘siempre presente eterno’, como dicen por allá. Y la huella que dejamos servirá de ejemplo para otras generaciones. Es cíclico”.

Martín Briceño complementa la conversación: “la literatura no es una carrera de 100 metros planos; es una maratón. Llegan los que son constantes. Hay muchos que, de repente, sacan un buen poemario y obtienen un premio. El galardón, per se, no los convierte totalmente en escritores. Tienes que conservar ese premio y seguir adelante. Mucha gente se queda con las glorias pasadas, y eso es un problema que sucede en la Península”.

El autor, ganador también del Premio Nacional de Cuento “Beatriz Espejo” en 2003, comenta las generaciones más jóvenes de la literatura yucateca: “hay una efervescencia desde los últimos cinco o siete años, de gente que está escribiendo en la Península. Esto viene de la creación de la Escuela de Escritores de Bellas Artes, y de las Universidades que ofrecen una licenciatura en letras. También tiene que ver con las redes, que crean lazos que permiten conocer a escritores dentro y fuera de México. Hay gente que destaca, como Alejandro, que tienen el ímpetu de darse a conocer fuera de Yucatán. También Marco Antonio Rodríguez Murillo también, quien ganó el Premio de Literatura Ciudad y Naturaleza José Emilio Pacheco 2020. Hay mucha gente que está escribiendo y que lo hace bien. Me viene a la mente Joaquín Filio igualmente, que hace sus plaquettes. Hay muchos grupos que se juntan para escribir. Víctor Garduño tiene un grupo con muchos jóvenes. Están también los Atorrantes. Hay quienes hacen buen periodismo: Katia Rejón, por ejemplo. Yobaín Vásquez también está ahí. Nadia Escalante también sigue escribiendo. Así hay mucha gente que está luchando para lograr un lugar en lo que llamamos ‘la República de las letras’”.

“En 2017”, reinicia, “hice un libro llamado Sureste. Antología de cuento contemporáneo de la Península. En él, incluyó a Ileana Garma, Carolina Luna, Cristina Leirana, Fausta Gantús, Carlos Vadillo Buenfil, Hernán Lara Zavala, Elvira Aguilar, Manuel Calero, Reyna Echeverría, entre otras autorías. “Publiqué a muchos autores que, aunque son muy conocidos y han tenido premios, no tienen la notoriedad que deberían tener. Por ejemplo, en Yucatán, Roberto Azcorra Cámara, que no es muy joven y no lo conoce tanta gente, pero escribe muy bien. Luego tuve un reclamo de algunos jóvenes que dijeron que los autores tenían más de 35 años. Yo mismo me puse una cadena a esta antología. Quería que todos los publicados tuvieran al menos un libro. Ahora, tengo la idea de hacer una nueva compilación de narradores jóvenes, aunque no tengan libros publicados. Mucha gente está escribiendo y lo publica en redes, en plaquettes que ellos mismos se pagan y que tienen mucha calidad”.

En el prólogo de la antología Sureste, antes mencionada, Carlos Martín Briceño expone una “teoría personal”: “en el Sureste, no destacamos por dos razones. Una: nuestros temas suelen ser muy intrínsecos al alma humana. De repente, las editoriales prefieren los temas duros, violentos. Nos regodeamos en la violencia. Eso no es bueno ni malo; sólo es. La segunda razón es porque todo es más lento. Vivimos en una situación más tranquila. La competencia no nos estimula. Creo que los escritores de por acá se conforman un poco con manejarse en el circuito peninsular. Se tiene que comparar lo que se está escribiendo con lo que se hace fuera de México. Es lo que me decía mi maestro Rafael Ramírez Heredia: ‘no te conviertas en el escritor de tu localidad, porque eso te puede dar muchas satisfacciones, pero eso puede ser una trampa’. Creo que esto lo sabe muy bien Alejandro, que se mueve por todos lados.