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Pilar Faller Menéndez

Creo que todos tenemos un poco

de esa bella locura que nos mantiene

andando cuando todo alrededor

es insanamente cuerdo.

Julio Cortázar

A pesar de ser argentino, Julio Florentino Cortázar nació en Bélgica, en 1914, pero creció en Buenos Aires, Argentina, para el placer de sus lectores hispanos, ya que no hay nada mejor que poder leer a un escritor en su propia lengua. A 35 años de su muerte, ha quedado en la memoria de muchos su magistral novela Rayuela, obra que marca un antes y después en la literatura hispanoamericana.

Como muchos escritores, Cortázar adquirió un gusto por la lectura y escritura a una edad temprana, en la que ya estaba familiarizado con grandes autores como Víctor Hugo, Edgard Allan Poe y Julio Verne. A esa tierna edad, ya su obra creativa contaba con cuentos, sonetos y una pequeña novela.

Estudió para profesor en letras, y una vez terminada esa carrera comenzó a estudiar filosofía en Buenos Aires, pero esta segunda carrera solamente la cursó durante un año, para luego conseguir el título como traductor público de inglés y francés.

Rayuela, una de sus novelas más importantes y conocidas, la escribió durante su estancia en Francia, aunque fue publicada en España en el año de 1963. Considerada como una de las primeras obras surrealistas de la literatura argentina, y una de las principales precursoras del boom latinoamericano, y probablemente en un clásico universal, cuyas características principales radican en que puede ser leída de diversas maneras y el lector puede interpretar a su vez. La trama es la historia de Horacio Oliveira, su protagonista, novela que pone en juego la subjetividad del lector proponiéndole múltiples finales, por lo que es considerado un ejemplar único.

Rayuela se planteó como un juego de niños, y es que el título lo sugiere, ya que es el nombre de un juego infantil muy popular entre ellos. Cortázar comparó la lectura y la imaginación que esta produce a la de los niños cuando juegan, motivo por el cual su estructura se presenta de una forma muy especial, como se ha mencionado antes, la cual puede ser leída de muchas maneras. En ella inventa un idioma o lenguaje al que le llama glíquico, creado por uno de sus personajes, en el cual se habla a través de un ritmo, semejante a un juego. Mencionó que su novela se asemeja a una mandala, que tanto en el budismo como en el hinduismo es un dibujo con un diseño complejo, generalmente de forma circular que representa las fuerzas que regulan el universo y es utilizado como un apoyo para meditar. En sánscrito significa “círculo sagrado”, con el cual podría hacerse una comparación de esta obra de Cortázar de movilizar opuestos, que solamente se dan en la medida en que se complementan.

Es necesario leerla para entender la complejidad y a la vez la simplicidad con la que un texto literario puede dejar a sus muchos lectores con la misma variedad de significados, de ahí la genialidad de esta obra, que sigue siendo actual a pesar de los años que tiene su primera publicación y por la que más se le recuerda.

Entre sus principales novelas destacan Historias de cronopios y de famas (1962), 62 modelo para armar (1968), los libros de cuentos Bestiario (1951) y Final del juego (1956). A pesar de ser conocido principalmente por su narrativa, su prolífera escritura también incluye teatro, poesía y crítica literaria.