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El Mundial de 1978 donde Argentina fue anfitrión, la selección albiceleste logró coronarse como Campeón del Mundo de la mano de Mario Kempes

Habían transcurrido 48 largos años para una Argentina hambrienta por levantar una Copa del Mundo, y no había mejor escenario que su propia casa para conseguirlo. Diego Armando Maradona tenía apenas 17 años y pintaba para ser el nuevo Pelé, pero de la Albiceleste; no obstante, el entrenador y cerebro en ese entonces del combinado argentino, César Luis Menotti, optó por borrarlo de su lista.

Porque una punzada en el pecho le hizo creer que para conseguir el preciado trofeo debía de contar con un atacante efectivo como Mario Alberto Kempes, el autor de la fantástica consagración Albiceleste. El Mundial albergado en Argentina fue una noticia consoladora y esperanzadora después de una dictadura de Jorge Rafael Videla. Claro, había que celebrar los goles para difuminar el marcado golpe de Estado tras el intento de ocultar asesinatos, desapariciones, torturas, entre otras desgracias que sufrió la nación.

Hubo 16 participantes: Argentina, Austria, Brasil, Escocia, España, Francia, Hungría, Irán, Italia,México, Países Bajos, Perú, Polonia, República Federal de Alemania, Suecia y Túnez. El formato de competencias fue el mismo que el Mundial anterior: los 16 combinados fueron distribuidos en cuatro grupos de cuatro y los dos mejores de cada sector avanzaron a la siguiente ronda, que consistía en un formato parecido: en el bando A quedó Países Bajos, Italia, Australia y República Federal de Alemania; en el B se colocó primero Argentina, por delante de Brasil, Polonia y Perú.

Los líderes de cada zona avanzaron a la final y los segundos mejores se enfrentaron por un tercer lugar. México no superó la primera prueba porque perdió con Polonia, República Federal de Alemania y Túnez, que se convirtió en el primer equipo africano en celebrar una victoria en el Mundial.

El “Tri" lo hizo de nuevo, decepcionó una vez más con las acostumbradas despedidas tempraneras del magno evento. Países Bajos volvió a meterse a la final, ahora con mayor experiencia que fue adquirida cuatro años atrás, pero enfrente tenía a una Selección que no podía concebir una derrota en su propia casa.

El 25 de junio en el Monumental, Mario Kempes se encargó de abrir el marcador al 38’, y a falta de 8 minutos para el silbatazo final, Dick Nanninga le daba esperanzas a la vigente subcampeona. En la prórroga, Menotti volvió a poner orden en su táctica, ofensiva, por cierto.

Kempes volvió a ponerse cuesta arriba al 105’ para completar su doblete, y en el 115’ Daniel Bertoni puso cifras definitivas. Cuando el silbante señaló el final, una lluvia de papelitos azules con blanco caían del cielo antes los rostros iluminados y con los ojos escurridos de toda una afición que merecía una alegría después de tanta amargura que tuvo que ser tragada a secas.

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AA