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Pilar Faller Menéndez

El papel de la música en el cine, a pesar de no ser considerada como arte independiente y autónomo, para muchos constituye una labor que se encuentra subordinada a los demás elementos narrativos que conforman una obra cinematográfica, ya que su función es vista por algunos como un elemento que se utiliza para acentuar tanto la emotividad como la tensión en ciertas escenas.

Hay todavía un prejuicio que se encuentra arraigado entre algunos de los cinéfilos, quienes consideran que la música en el cine no tiene que ser escuchada, y dejan la sonorización cinematográfica, como un elemento frívolo, a pesar de que éste sea imprescindible en las cintas.

Los principales elementos sonoros de los que se compone una película son tres: el soundtrack o banda sonora, compuesta por todas aquellas canciones con las que cuenta la película, las cuales pueden tratarse tanto de música original, la cual se realiza exclusivamente para determinada obra, o bien de música con derechos de autor por las que el productor paga los derechos de uso.

El “score” es la música incidental o cinematográfica, cuyas pistas fueron compuestas expresamente para la cinta, las cuales comúnmente son orquestadas, instrumentales o bien extradiegéticas que son las que no son percibidas por los personajes. Estas pistas constituyen también un discurso expresivo en la película y son de la autoría de compositores de renombre. Entre los más reconocidos se encuentran Ennio Morricone, Hans Zimmer y Danny Elfan, entre otros.

Finalmente el otro elemento sonoro del que está compuesta una película es la banda sonora, que no es otra cosa de la suma de los elementos anteriores, adicionada con los efectos de sonido y los diálogos, en los cuales la modulación de la voz causan un fuerte impacto como potenciadores sensoriales.

Raúl Ruiz describe el cine como “un mundo de imágenes en el que coexisten simultáneamente varios mundos”. Mundos como el de Steven Spielberg, Francis Ford Coppola o el de Giussepe Tornatore, así como mundos más ajenos e íntimos como los creados por Vangelis, Nino Rota y Ennio Morricone.

La presencia de los “scores” en una secuencia cinematográfica, provocan un carácter más dramático, logrando que los sonidos lleguen a la sensibilidad del espectador antes de la narrativa de la escena. Es por esta razón que muchos directores, con los “scoristas” utilizan efectos de sonido intermitentes, así como líneas sorpresivas generalmente en las cintas de horror y suspenso.

Otro uso que se da a los “scores” es el de indicar el tiempo, utilizando figuras melódicas que nos transfieren a una década determinada, recurso que frecuentemente se utiliza en películas de época, o bien, cuando hay un cambio de tiempo significativo, que los “scores” facilitan, para que los espectadores puedan comprender este cambio. La música funciona como un elemento para aclarar y dar a entender la narrativa que estamos viendo en escena.

No es una casualidad que solamente algunas escenas vayan acompañadas de música de fondo, ya que los elementos que construyen un relato, deben priorizarse sobre otros, lo cual favorece el potencial narrativo, al impregnarse tanto de matices y acentos.

Algunas películas han logrado que el espectador se sienta en una especie de estado hipnótico, gracias a la presencia de la música que, cargada de un sentido anímico y conjugada con la composición de los planos, logran codificar el sentido de una película.

Cómo olvidar la música que John Williams creó para la inolvidable cinta de Tiburón, filmada en 1975, en aquella escena en la que el escualo llega a una playa que se encuentra repleta de gente, en la que puede escucharse preponderantemente cellos y violines que, de manera progresiva, van creando una tensión desbordante, o bien la banda sonora de la inolvidable película de E.T., que hiciera acreedor al Oscar en 1983 a Williams, película que hizo que los espectadores se sintieran melancólicos y hasta derramaran lágrimas en la escena en el que el pequeño Elliot se despide de su amigo extraterrestre.

Nino Rota (1911-1979) es recordado por haber sido el autor de los “scores” de varias películas de Federico Fellini, como compositor en las inmortales películas de El padrino, parte I y II (1972-1979), de Francis Ford Coppola, al lograr subrayar con sus “scores” los tintes de drama, así como líneas melódicas, las andanzas de la familia Corleone.