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Considerado como uno los pasajes más importantes en el arte europeo y mundial desde el Renacimiento, el Impresionismo es un fenómeno artístico del cual se desprendieron las posteriores evoluciones en la pintura y escultura, y sus principios fundamentales permearon en otras disciplinas como la música, el cine o la fotografía.

Uno de sus principales rasgos fue que la contemplación fue sustituida por la propia experiencia visual, y la realidad “estable” cambió por una transitoria.

Como en muchos otros episodios en la historia del arte, se rechaza el canon que rige los modos y sentimientos, para dar paso a una actitud subjetiva del artista, haciendo énfasis en lo espontáneo e inmediato de su visión y reacción.

El Impresionismo evitó lo anecdótico, histórico y hasta lo romántico, para así enfocarse en la vida y los fenómenos de su propia época.

En la historia del grupo, fue notoria una aceleración en la marcha de la pintura, la revelación de una crisis y la consiguiente proliferación de propuestas. El camino fue, no obstante, largo y difícil.

El surgimiento

A finales del siglo XIX, la escena artística estaba dominada por el eclecticismo; de ahí derivó la serie de rupturas estilísticas que dieron personalidad al arte moderno.

El Impresionismo como movimiento, es resultado de esa evolución avocada en apreciar el paisaje y el naturalismo extremo.

Recordando que sus pintores emplearon colores puros (principalmente los primarios y complementarios), prescindieron de los negros, pardos y tonos terrosos. Una pintura libre que no ocultaba las pinceladas fragmentadas y la luz como unificador de figura y paisaje, fueron los factores que llamaron la atención e interés del público y conocedores de arte.

El año de 1873 marcó un antes y un después, el Impresionismo pasó de una fase de gestación a una revelación. Pissarro y Monet habían hecho estudios de edificios envueltos en la neblina de Londres; Alfred Sisley era más vaporoso, y Edgar Degas iniciaba a retratar los tutús de las bailarinas. Incluyendo a Berthe Morisot, el grupo era consciente de ser una unidad con objetivos por defender.

Intentando pesar más a la vista del público, atrajeron a otros artistas y fundaron la Sociedad Anónima de Pintores, Escultores y Grabadores, que en 1874 logró organizar la primera exposición impresionista en la casa del fotógrafo Felix Tournachon Nadar.

En los muros de la morada abandonada, participaron treinta y nueve pintores con más de ciento sesenta y cinco obras; diez eran de Degas, la mayor aportación individual del grupo.

Entre el cúmulo de manifestaciones exhibidas en el salón de artistas independientes de París, también se hallaban las de Camille Pissarro, Pierre-Auguste Renoir, Paul Cezanne, Alfred Sisley y Berthe Morisot, entre otros.

Pero la legendaria Impresión; sol naciente de Monet, fue clave para que el crítico de arte Louis Leroy, emitiera su juicio despectivo, dando pie al término Impresionismo.

Influencias

A pesar que el Impresionismo francés fue decisivo para la pintura en las décadas posteriores, el plasmar los efectos de la luz natural no era nuevo; en el siglo XVII, Jan Vermeer empleó contrastes de luces y sombras para bañar sus lienzos de luz natural. Diego Velázquez y Francisco de Goya, durante el XVIII, captaron la impresión lumínica mediante la supresión de sombras secundarias e introdujeron las zonas de luz en detrimento de la nitidez de los contornos.

Pero si tenemos que mencionar a los precursores inmediatos del Impresionismo, esos fueron los ingleses John Constable y J.M.W. Turner. Cuando Claude Monet y Camille Pissarro vieron por vez primera sus obras en 1871, los conmovió por la atmósfera y efectos difusos de la luz.

Otro antecedente al movimiento fueron los pintores de la Escuela de Barbizon. Tres décadas atrás de la primera exposición impresionista, Camille Corot, quien suele ser considerado como Padre del Impresionismo, ya interpretaba los fugaces cambios de la luz en una serie de cuadros pintados en diferentes horas del día.

El maestro de Monet, el pintor preimpresionista Eugene Louis Boudin, enseñó a sus discípulos a expresar el sentimiento de espontaneidad; mientras que el realista Gustave Courbet, los alentó a buscar su inspiración en la vida cotidiana.

A estos se suma Édouard Manet. Dos de sus obras son importantes para visualizar su influencia sobre el grupo. En Almuerzo sobre la hierba (1863), presenta un bodegón representado por figuras humanas, los trabaja como si fueran naturaleza muerta: no hay conexión entre los cuatro personajes, tres vestidos y uno desnudo, las miradas nunca se cruzan, y es notoria la disposición en planos, primero (cesta y comida), segundo (grupo) y tercero (mujer en el agua). Al ser compositiva, será base para que los impresionistas repliquen esa desatención del modelo y de la narración.

En El bar del Folies-Bergère, pone en perspectiva el deseo de tratar los fenómenos lumínicos al introducir un espejo al fondo que refleja toda la profundidad de la sala y las grandes lámparas de araña, iluminación artificial que crea una luz difusa y menos directa y, por tanto, más difícil de pintar, recordándonos a las escenas festivas de Renoir.

 

Características

Sus exponentes rompieron las cuatro paredes del taller y salieron al aire libre, así creaban sus cuadros que eran fiel reflejo del contacto emocional con el tema que absorbía su total atención; así adquirieron una técnica caracterizada por la prisa, requerida en gran medida por la imperiosa necesidad de lograr una realidad perceptiva.

Técnicamente hablando, eliminaron las sombras negras y los contornos delimitantes en la naturaleza no existían; en el caso del sombreado, era pintado con un color que complementara al tema abordado.

Se caracterizaron por el uso de una paleta multicolor y hasta la fecha, son reconocidos los diversos estudios de color difuso.

Sin un grupo consciente de sus objetivos, no hubiera podido consagrarse como uno de los primeros movimientos artísticos que operaban bajo este esquema: los integrantes presentaron una serie de exposiciones conjuntas, procurando en el mayor de los casos, fungir como una unidad.

Pero como en todo sistema, cada una de sus partes contaba con una peculiar personalidad; suena un tanto extraño el enarbolar sus triunfos como personajes revolucionarios e idealistas que se antepusieron al establishment artístico que contaba con Salones, prestigio y todo un aparato en Francia.

Revoluciones y evoluciones

El contexto social y cultural del Impresionismo, fue ciertamente fundamental para que obtuviera su forma y delimitara su ideología. La gran mayoría de los integrantes habían crecido con una Revolución y un Napoleón Bonaparte no muy distantes, vivieron el 48, el golpe de estado, el Segundo Imperio, la guerra franco-prusiana, la Comuna, y finalmente fallecieron durante la Tercera República.

En el fondo del escenario de sus vidas, se agolparon de forma constante el conflicto político, con el cual se vieron fuertemente comprometidos.

Si bien eligieron la izquierda, su espíritu del tiempo los posiciona como revolucionarios en el arte, y por ende en las demás facetas.

Bajo las bases de la moral y la política, fue como sus opositores intentaron denigrarlos, tanto a ellos como a sus obras: si eras enemigo de la Academia, eras enemigo del sistema.

Una vida dedicada a la pintura

La forma en la que creaban era prolífica y en algunos casos, desafortunada. Imagínese levantarse temprano, salir a caminar por el campo, a lo largo de las riberas del Sena o las calles de París, con el caballete en la espalda; esperando encontrar sitios propicios (paisajes o escenas particulares). En algún caso, también se podía trabajar en el taller desde el alba hasta el crepúsculo.

Al ser sensibles, podían percibir las reacciones de quien mirara su trabajo; esto les permitió manipularlas a su favor. Sintieron una necesidad de alcanzar el éxito al más puro estilo tradicional y convencional de la persuasión.

Conociendo las transformaciones que había experimentado París, el caos conformado por enormes palacios y edificios superpoblados y descuidados, se convirtió en una ciudad llena de luz, bulevares, hoteles lujosos y parques verdes, que quedaron inmortalizados en sus cuadros.

Y es que, la segunda mitad del siglo XIX fue un festín de amenidades de la vida, y vivirlo en la capital francesa, era algo único.

Los cafés, en esta etapa, eran el espacio idóneo para la conformación de grupos artísticos. La historia del arte francés no puede plantearse sin apuntar hacia la Brasseire Andler, donde Courbet era el foco de atención; el Nouvelle-Athénes, donde era fácil encontrar a Manet y Degas; y por supuesto el Café Guerbois, el sitio que puede denominarse la cuna del Impresionismo.

Aportaciones de la época

La bonanza de la Revolución Industrial permitió la aparición del marchand, personajes que ocupaban edificios prestigiosos y eran capaces de aconsejar y dirigir tanto a los artistas como a los clientes.

Si el mercado del arte se amplió rápidamente, no sólo fue por la cantidad de dinero que existía, sino por la mejora del nivel educacional; la imprenta permitió la proliferación de libros accesibles, mientras que la litografía propició al refinamiento visual. En esta época fue cuando más se escribió sobre arte.

Simultáneamente, tanto la figura del historiador y el crítico de arte se convirtieron en referentes; el último fue vital para el desarrollo del contexto de un arte contemporáneo. Quienes mostraban su interés por este momento artístico, requerían de la guía del crítico. Cabe señalar que es muy probable que, si se compara la crítica emitida en 1870 a la de una centuria más adelante, la primera era más valorada; nunca importó si era muy hostil, eso era mejor a nada.

La aparición de la fotografía creó una simbiosis entre ella y el Impresionismo, no solo en la actitud sino en el estilo. La composición de las pinturas emula la finalidad arbitraria, carente de selectividad y hasta cierto punto azarosa de la foto. En la primera, reside la unidad; las figuras pueden estar truncadas, las poses pueden ser torpes y se pueden detener los movimientos.

Sería un tanto absurdo ver al Impresionismo como un subproducto de factores sociales, científicos e históricos de la época; siempre estuvo enraizado en la evolución estilística del arte. Fue un el núcleo de lo novedoso y revolucionario, hoy por hoy lo vemos íntimamente relacionado con el arte de su tiempo, que era lo que la crítica exigía.

Exponentes

Édouard Manet nació en París en 1832. Hijo de un importante funcionario, fue un mediocre estudiante interesado únicamente en el dibujo. Ante la resistencia de su padre para comenzar una carrera artística, intentó infructuosamente ingresar en la Escuela Naval hasta que, tras un segundo intento fallido, su familia accedió a financiar sus estudios artísticos en el taller del pintor clásico Thomas Couture. A este lo abandonó más tarde para establecer su propio estudio.

Su estilo incluye el homenaje a la pintura española del Barroco junto al empleo de sugerencias de la estampa japonesa, como la articulación de las tonalidades a través de contrastes y la renuncia al claroscuro tradicional.

Para algunos puede estar situado entre el Realismo y el Impresionismo. Muchos han clasificado su estilo como naturalista porque se basa en la observación de la realidad y su plasmación sin alteración alguna. Representa la vida tal cual, sin adorno ni metáfora. Por ello sus obras suscitan escándalos y polémicas, como en su Almuerzo sobre la hierba que provocó la hostilidad de los críticos conservadores. 

Lo mismo sucede con Olimpia; para su desnudo no necesitó diosas ni musas como en el Renacimiento y en el Barroco, sino que representaba el desnudo de una prostituta, una mujer de la vida contemporánea. Para captar la realidad y la fugacidad utilizó la pincelada rápida y empastada, rasgo que identificará al Impresionismo. Por ello podría decirse que Manet fue su precursor.

Aunque nació en París en 1840, Claude Monet vivió la mayor parte de su niñez en Le Havre, donde estudió dibujo en su adolescencia y pintó marinas al aire libre con Boudin. En la década de 1860 se juntó con el pintor pre-impresionista Édouard Manet y con otros pintores franceses que más tarde formarían la Escuela Impresionista.

Monet pintaba al aire libre paisajes y escenas de la sociedad burguesa contemporánea, así comenzó a tener cierto éxito en las exposiciones oficiales. Sin embargo, a medida que su estilo evolucionaba, transgredía con frecuencia los convencionalismos artísticos tradicionales en beneficio de una expresión más directa.

Sus experimentos a la intemperie eran cada vez más audaces, buscando la reproducción de la luz del día por medio de una aplicación libre de colores brillantes.

Para él, su preocupación fue plasmar la vibración cromática lumínica en sus lienzos.

Sus temas preferidos son las marinas, las escenas fluviales y los paisajes. Ejemplos: Impresión atardecer, Regatas en Argentuil, Las amapolas, Paseo con sombrilla, La estación de San Lázaro, La Catedral de Rouen.

A mediados de la década de 1880 Monet, considerado el dirigente de la Escuela Impresionista, había alcanzado un reconocimiento importante y una buena posición económica.

Berthe Morisot nació el 14 de enero de 1841 en Bourges. Creció en el seno de una familia de la alta burguesía. Junto con su hermana Edma, se suma los cursos de Eugene Benot Buichard, discípulo de Ingres y de Delacroix. Su abuelo paterno fue un arquitecto famoso y su padre, Tiburcio Morisot, estudió en la Escuela de Bellas Artes, visitando Italia y Grecia.

Tuvo una gran influencia de Édouard Manet, al que conoció en el Louvre donde realizaba su tarea como copista. Incluso fue la modelo de algunos de sus cuadros como en En el Balcón. Se emparentó con él al contraer matrimonio con su hermano menor, Eugène.

Forjó un estilo impresionista caracterizado por la delicadeza y sutileza. Trabajó tanto la pintura al óleo como la acuarela, realizando paisajes y escenas de mujeres con niños.

Entre su obra destaca Madame Pontillon sentada en la hierba, y El espejo de vestir.

Edgar Degas nació en la capital francesa en 1934. Después de cursar derecho, y gracias a la ayuda de su acaudalado padre, estudió en la Escuela Superior de Bellas Artes. En Italia, copió a los maestros del Renacimiento. En esta época, su estilo, aunque se mantenía en la línea de lo tradicional, y con influencia de Ingres y Chavannes, no dejaba de manifestar una acusada personalidad artística.

Fue un impresionista más de la forma que del color y le preocupó captar el movimiento con fidelidad; de ahí que desarrollara temas como las bailarinas y las carreras de caballos. Observador de la mujer, captó las posturas más insólitas, las poses naturales e instantáneas. Algunas de sus obras son: Clase de danza, La bebedora de ajenjo, Bailarina en la escena, Planchadores, y Carreras.

A partir de 1880, produjo gran cantidad de retratos y de escenas de género. Casi todas sus obras eran desnudos femeninos, tratados con una gran libertad de deformación expresiva y de composición.

Por otra parte, siend hijo de un judío sefardí portugués y de una dominicana descendiente de españoles, Camille Pissarro nació el 10 de julio de 1830 en Santo Tomás, Islas Vírgenes.

En su juventud viajó a Caracas, acompañado de su maestro Fritz Melbye, y realizó paisajes y escenas de costumbres; sin embargo, tuvo que regresar para ayudar en el comercio de sus padres.

Fue hasta 1855 que se trasladó a París, donde estudió junto al paisajista francés Camille Corot y asistió a la Escuela de Bellas Artes y a la Academia de Jules Suisse. Ahí conoció a Monet y Cézanne.

Es el único que participó en las ocho exposiciones del grupo (1874-1886). Asociado con la Escuela de Barbizon, pasado algún tiempo, decidió tomar parte de los impresionistas, teniendo así representación en todas sus exposiciones. Durante los años 80 comenzó a experimentar con el Puntillismo.

Autor de escenas rurales de ríos y paisajes, tras empeorar la enfermedad ocular que padecía, se dedicó a pintar paisajes urbanos de París desde la ventana de su casa.

Aunque sus padres tenían origen inglés, Alfred Sisley nació el 30 de octubre de 1839 en París. A los 18 años viajó a Londres para estudiar economía. Ahí conoció las obras de John Constable, Richard Bonnington y William Turner.

Al retornar a su ciudad de origen en 1861, ingresa en el taller de dibujo y pintura del académico Charles Gabriel Gleyre, donde conoció a Claude Monet y Pierre Auguste Renoir. Poco después, lo abandonaron para realizar la totalidad de la obra en plein air buscando transmitir la sensación visual en su estado inmediato.

Aportó con su obra una nueva forma de entender el género que nace del conocimiento de la pintura romántica inglesa, se sumó a la tradición de los paisajistas franceses y a la del resto de pintores impresionistas dando lugar a uno de los capítulos más líricos y armoniosos del movimiento.

Frecuentemente estudió los efectos de la atmósfera y las transparencias en el agua; el paisaje fue su género predilecto.

Su situación económica fue holgada hasta el inicio de la guerra franco-prusiana en 1871, lo que supuso la quiebra del negocio familiar del que Sisley recibía una pensión para poder dedicarse a la pintura.

En esos años difíciles, residió en diversas localidades en los alrededores del bosque de Louvicennes; ahí Sisley define su método, caracterizado por la exploración del mismo paisaje en condiciones climatológicas diversas y desde puntos de vista distintos. Algunas de estas obras fueron presentadas en 1874, en la que sería la primera exposición del movimiento impresionista.

Sus obras más destacadas son El Sena en Bougival, La inundación en Port-Marly, y Una calle en Moret.

Hijo de artesanos, Pierre-Auguste Renoir nació en Limoges en 1841. Vivió sus primeros años en barrios proletarios donde trabajó como decorador de porcelanas y pintor de abanicos. Después accedió al taller del pintor Gilbert y, luego al de Gleyre, donde conoció a Monet, Bazille y Sisley, con quien más tarde compartió su casa en París.

Sus primeros intereses como pintor se inclinaron por la escuela de Barbizon y, consecuentemente, por la pintura al aire libre. En comparación con Manet, que pintó en un alarde de pinceladas imprecisas e indefinidas, Renoir libera más la pintura, con una sucesión de manchas centelleantes que parecen deslizarse sobre la tela al ritmo de la música o de los movimientos de los árboles que dejan pasar parcialmente la luz.

En sus creaciones muestra la alegría de vivir, incluso cuando los protagonistas son trabajadores. Siempre son personajes que se divierten, en una naturaleza agradable. Trató temas de flores, escenas dulces de niños y mujeres y sobre todo el desnudo femenino, que recuerda a Rubens por las formas gruesas.

El palco, El columpio, El Moulin de la Galette, Le dèjeuner des canotiers, Bañistas, son sus obras más representativas.

Nacido en Aix-en-Provence en 1839, Paul Cézanne provenía de una familia adinerada, y su padre, de origen italiano, poseía un establecimiento bancario. Recibió una esmerada educación y unos conocimientos humanísticos en el colegio de Bourbon, donde conoció a Émile Zola, uno de sus amigos más íntimos. Cézanne empezó los estudios de Derecho para complacer a su padre, pero más tarde, con el apoyo materno se trasladará a París para comenzar su carrera como pintor. Asiste a la Academia Suiza para ejercitarse en el dibujo, y allí conoce a Pissarro, con el que también visitará el Louvre para estudiar las obras de los grandes pintores del pasado. Tras unos primeros lienzos de concepción romántica, el trato con él condicionó su pintura. Le ayudó a aclarar su paleta, a interesarse por el bodegón y el paisaje. Le enseñó a pintar como un impresionista. De todas maneras, Cézanne ya apuntaba hacia la exaltación de los volúmenes, rasgo que lo diferencia de los demás. Su presencia en la primera exposición, provocó rechazos, ya que ni los miembros del grupo acababan de entender su obra. Lo volvió a intentar en otra muestra, pero como no se aceptó su estilo, abandonó el grupo.

Conclusión

El Impresionismo fue sin duda uno de los movimientos en el arte más revolucionarios, es el comienzo de las vanguardias en el mundo, ya que condensan todo el estudio de la luz y sombras hechos desde la época Renacentista,

Sus integrantes son los que con pocas pinceladas expresaron la luz, así como las emociones: el sentir y la belleza del paisaje o situación cotidiana que pintaron.

Es el primer movimiento pictórico con la filosofía del “arte por el arte”.

Como había aparecido la fotografía como recurso para representar la “supuesta” realidad, los pintores se vieron liberados de la carga representativa del motivo, esto generó que por primera vez, el pintor se preocupara realmente por sus problemas, como por ejemplo, cómo representar la luz natural con la mezcla entre pigmentos.

Su aportación al arte moderno radica en que se comenzó a abstraer de alguna manera la forma.

Por Gibrán Román Canto