Tren Maya: Así eran los ferrocarriles en Yucatán en el Siglo XXI

La vida de los ferrocarriles nació en el estado de Yucatán en el siglo XIX en la Plaza la Mejorada el 1 de abril de 1875
sábado, 16 de diciembre de 2023 · 13:15

En el marco de la inauguración del Tren Maya, es justo destacar que la vida de los ferrocarriles en la Entidad nació con capital yucateco en el siglo XIX y fue la única empresa ferrocarrilera en el país controlada por el sector privado nacional del Estado, a diferencia de lo que sucedió en el resto del país, donde la construcción de los ferrocarriles fue por compañías extranjeras.

La empresa que unió todas las vías en la Entidad, Ferrocarriles Unidos de Yucatán, era la única del ramo en el país controlada por el sector privado. Sus accionistas eran los Peón, Molina, Cantón, Cantón Rosado y Escalante. Su capital, de 23 millones de pesos, era el de mayor importancia del sector privado en el país.

Yucateco fue el concesionario de la primera vía de ferrocarril en el Estado, la Mérida-Progreso: José Rendón Peniche; al igual que los ingenieros que dirigieron los trabajos: Vicente Méndez y Olegario Molina, y los dineros que se emplearon.

En sendos libros sobre los ferrocarriles de Yucatán, Miguel Vidal Rivero y Pedro Echeverría V. señalaron que el 1 de abril de 1875, en la Plaza de la Mejorada, engalanada con gallardetes y banderolas, se colocaron los primeros rieles.

La obra concluyó el 15 de septiembre de 1881, siendo inaugurada por el entonces gobernador interino Teodosio Canto.

Fue una estación sencilla, rayando en lo modesto, que bien podría integrarse a una imagen rural, pero de ninguna manera al centro del barrio de la Mejorada, cuyo contexto dista mucho de ser de este tipo, sobre todo ocupando un lugar preferencial, frente a la Iglesia de Nuestra Señora del Tránsito.

Esta estación de madera, con estructura sencilla y láminas de zinc, a pesar de ser bastante austera y dejar de lado la elegancia y la distinción, contempla dentro de la misma los espacios más elementales, como las bodegas, oficinas y andenes; estos últimos con espera de pasajeros, eran paralelos a las vías y contaban con un volado para protegerse del Sol y la lluvia.

Entre ovaciones y gran algarabía, Guadalupe partió de la estación de trenes de la Mejorada rumbo a Progreso. Así se llamó la primera locomotora que pisó los suelos del Mayab. Cientos de meridanos se daban cita para ser partícipes de un acontecimiento histórico, la primera corrida de trenes en Mérida y la Entidad, que inauguraba un ciclo de viajes por ferrocarril en la Península.

El grito de la gente se sumó al repicar de las campanas, que seguían todo el festín desde la iglesia, y a los himnos Nacional y Estatal entonados por la Banda de Guerra del Ejército.

Con un ritmo rápido y majestuoso, Guadalupe comenzó su marcha rumbo a Progreso, arrastrando 15 carros y llevando consigo a mil 500 personas.

La algarabía de la gente no solo se circunscribía a la primera corrida de ferrocarril, sino también a que el concesionario, el capital y todos los trabajadores que habían contribuido a esta loable labor eran yucatecos.

En Progreso, la población estaba engalanada para recibir con gran entusiasmo a la máquina que traería la prosperidad y desarrollo para ambos Estados. Llegó a las 12:15 horas. La gente vitoreaba “Gloria y honor al hombre que no contando sino con sus esfuerzos propios y sin elemento alguno, ha llevado a feliz término su activa empresa, ¡Gloria y honor al Sr. Rendón Peniche!”, mientras lo cargaban hasta su casa habitación.

Tres años después, el 27 de marzo de 1878, se dio la segunda concesión para un ferrocarril en Yucatán, la línea de Mérida a Peto, a don Rodulfo G. Cantón. Un año después, el 21 de marzo, en honor al natalicio de Benito Juárez, se clavó el primer riel, y en los albores del nuevo siglo, el 15 de septiembre de 1900, para festejar el Mes Patrio y por el cumpleaños de Porfirio Díaz, se inauguró la corrida en la Estación ubicada en la calle 65 por 54, “frente a los portales de la pescadería”.

La estructura de la estación es diferente, con materiales más duraderos como la mampostería y procedimientos constructivos más adecuados al contexto. Sin embargo, su principal defecto era la falta de espacio, ya que considerando la necesidad de bodegas de carga, patios y talleres de servicio, era insuficiente el espacio exterior con que se contaba, ya que correspondió al ancho de la calle 54, más la manzana longitudinal paralela a dicha vía, en la cual se colocaron las bodegas de la Estación.

A las 6:00 horas, la locomotora Acanceh partió rumbo a Peto jalando dos pullmans, dos coches de primera clase y tres de segunda, que llevaban en su interior a 400 personas.

A unos metros del lugar, en lo que hoy es la Casa del Pueblo, se construyó la tercera Estación, que unía a Mérida con Valladolid.

El 3 de febrero de 1906, cerca de 4 mil meridanos, quienes fueron agasajados con cervezas, se dieron cita en el lugar para despedir la locomotora, cuya concesión estaba a cargo del general Francisco Cantón.

A las 15:15 horas, el ferrocarril hacía su triunfal entrada a la Sultana de Oriente, donde cientos de personas la esperaban aguantando los embates del Sol, ya que de la Estación solo existían hasta ese momento sus cimientos.

Unos años antes, el 6 de enero de 1882, se clavó el primer riel de la línea Mérida-Campeche y lo que más tarde sería Ferrocarriles Peninsulares.

El dueño de la empresa era don Olegario Molina, quien inauguró la Estación, ubicada en la calle 69 por 68, el 29 de julio de 1898. A las 6:00 horas, la locomotora Mérida dio el pitazo de salida rumbo a la línea divisora entre los dos Estados, parta estrechar el nudo que uniría con Campeche.

Al mismo tiempo, del vecino Estado salió la locomotora Donato Guerra. Ambos trenes iban acompañados de personajes de la política, funcionarios y empresarios, y todas las estaciones a su paso estaban adornadas de manera sencilla y repletas de personas que gritaban “Hurra” al paso del tren.

La Estación Peninsular (Mérida-Campeche), ubicada en la calle 69 entre 68 y 70, es tal vez uno de los ejemplos más importantes dentro del proceso de transformación del sector, ya que a pesar de poseer un aspecto sencillo, en el cual la característica principal fue el empleo en el interior de estructuras de acero con elementos técnicos-expresivos de importación, se consideraron la ubicación de todos los servicios más elementales como las oficinas, bodegas, patios de maniobras, depósito de carros, talleres de servicio, sala de espera, entre otros.

Contando con un terreno más amplio y nuevas soluciones arquitectónicas, la Estación Peninsular resolvía el problema de espacios que aquejaban a las anteriores estaciones ferroviarias, lo que marcó una pauta importante en el proceso de consolidación del rubro en sí, con su respectiva transformación de la percepción de la imagen de la ciudad, sin llegar aún a lo ostentoso y elegante, que era lo que debía prevalecer en este equipamiento marcado con el símbolo del progreso.

En 1920, a 200 metros de la Estación en la Mejorada, se inauguró el gran edificio de la Estación Central, de Ferrocarriles Unidos de Yucatán, con espacios más complejos tanto en su partido arquitectónico como en la introducción de una expresión formal, diferente a todas las estaciones construidas con anterioridad, ya que de una balanza inclinada más hacia lo útil y necesario, como lo fue el primer momento, se pasa a una estación más completa, en la cual se maneja de forma conjunta belleza y utilidad, creando un equilibrio entre ambas partes.

Ante el auge henequenero, aparecieron una serie de ramales y junto a la vía Mérida-Campeche, el Estado tuvo las líneas ferroviarias más extensas de toda la república, con cerca de mil kilómetros de extensión.

Pero con la caída del oro verde, el ferrocarril empezó a declinar y a mediados del siglo pasado el Gobierno Federal intervino para su rescate. Inmediatamente, vinieron la suspensión de varias rutas y poco a poco el ferrocarril perdió su gloria pasada.

La vieja Estación de la Mejorada fue demolida a principios de 1921, cerrándose un ciclo de equipamiento en Yucatán. Dos años después la plaza fue acondicionada como parque público, con lámparas, árboles y bancas. Pocos años después, las otras estaciones también fueron abandonadas.

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NM