La leyenda de Monia, la única 'Brujo Mayor' en la historia de Yucatán

Lourdes Madero Lanz, mejor conocida como Monia, ejerció el oficio de bruja desde muy joven y por varios años hasta su muerte en 1969
lunes, 15 de febrero de 2021 · 15:27

Lourdes Madero Lanz es la única mujer considerada “Brujo Mayor” en la historia de Yucatán, que ejerció el oficio de bruja desde muy joven y por varios años hasta su muerte en 1969, y fue conocida bajo el nombre de bruja “Monia”, realizando infinidad de trabajos de hechicería y brujeriles a lo largo de seis décadas hasta morir a la edad de 88 años, según después de un supuesto exorcismo practicado a un pobre hombre que sería poseído por una fuerza obscura, en la que venció y encerró al espíritu del mal. Posteriormente le fue dada la jerarquía de “Brujo Mayor” y ahí comenzó su leyenda.

Leyenda

Para que una persona sea considerado Brujo Mayor se debe tener conocimientos sobre diversos tipos y especialidades de brujería de los 150 que existen y haberlos practicado por muchos años, en el caso de La Bruja Monia, ella dominaba y ejercía la brujería en la región conocida como “Camino real”, que iba desde Chocholá en Yucatán hasta Calkiní en Campeche.

Ella tenía su casa en la villa de Maxcanú, levantada en medio de la jungla, en donde se dedicó a hacer todo tipo de trabajos, tanto de curación como negros.

Era conocida por lo poderosa y astuta que era, todos los brujos tanto de Camino Real como de Veracruz y Tabasco la iban a consultar para que los ayudara y les enseñara las diversas artes de la brujería.

Monia al alcanzar este nivel, se volvió ambiciosa. Deseaba más, aunque vivía humildemente no deseaba fama, dinero, amor y cualquier cosa terrenal que la alejara de su verdadero destino, ya que lo que realmente deseaba era el conocimiento y el poder para ser invencible ante cualquier otro brujo e incluso del horripilante espíritu del mal conocido en el mundo maya como Kabasbal, y a todas las huestes infernales que eran regidas por el maligno.

Se dice que en su tiempo muchos hechiceros le temían y preferían no pedir su ayuda, tenían el temor de que al retar al maligno, y que éste se vengara de ellos por ayudarla o consultarla. Era una regla entre ellos, podías dañar a las personas, hacerlos sufrir, pero tenías límites y uno de ellos era respetar al maligno, con él no podías jugar, ni siquiera mencionar su nombre, ya que de él emanaba la fuerza y el conocimiento para ejercer la brujería, sin embargo Monia era soberbia y eso le acarrearía consecuencias.

Monia logró ser la mejor hechicera de toda la región, su fama era bastante conocida y el poder que tenía la llevó a imaginarse como “reina del inframundo” y cayó en una obsesión que la llevó a dejar de hacer trabajos para la gente, simplemente abandonó todo y se fue a vivir a la selva, aislada de todo contacto con el mundo exterior, levantó una casita de paja y adobe, a unos 10 kilómetros al norte de Maxcanú, todo en aras de prepararse y alcanzar el poder para invocar y retar al maligno.

La leyenda cuenta que Monia tuvo por fin la manera de invocar al demonio, y una noche de diciembre, durante el solsticio de invierno, cuando la noche es más larga y la obscuridad reinaba por todos lados, hizo salir al maligno de entre el monte y al verlo se inclinó ante él para pedirle su ayuda para eliminar a un enemigo poderoso que atormentaba a un cliente. El demonio complacido con Monia por haberle llevado a cientos de almas a sus dominios le respondió que le ayudaría; pero tenía que llevar a la víctima a un pozo natural muy cercano en medio de la selva de donde emana la maldad, al estar ahí él surgiría de entre las sombras para entrar en el cuerpo del maldito y atormentar al enemigo antes de matarlo y robarle el alma.

Se dice que al llegar la noche, Monia llevó a un infortunado hombre completamente drogado y bajo el control de la hechicera, se internaron en el monte y al llegar al pozo, los ruidos de la selva y de la noche dejaron de escucharse. De pronto surgió una siniestra figura: era un híbrido de hombre con torso y cabeza de chivo, en cuyos ojos se reflejaba el fuego infernal, era un Huay Chivo que comenzó a hablar con Monia y le dijo “Hazlo ahora…”

La bruja arrodilló al hombre y el espíritu maligno del Huay Chivo se introdujo en él, mientras el hombre se revolcaba, víctima de terribles dolores. La bestia permanecía inmóvil junto con él en un estado aletargado. En ese momento y aprovechando su vulnerabilidad, la mujer arroja a ambos al pozo y sacó un unos líquidos hechos de hierbas que retardaban por varias horas la conversión del demonio, esto lo debilitó al punto que no podía trepar por los muros, chillidos infernales y blasfemias se dejaron escuchar por todo el lugar mientras que Monia colocaba una gran tapa que tenía grabado un símbolo en sánscrito con la que cubrió el pozo y sobre ella coloco una roca, el símbolo debilitaría más a la bestia que balaba lastimeramente y le rogaba que no lo dejara ahí. Cada que se acercaba a la tapa para salir este caía de nuevo a las putrefactas aguas.

Se dice que la víctima también había recuperado la conciencia y trataba de salir trepando las paredes, pero la bestia no lo dejaba y entre ambos luchaban por salir sin éxito. Al final la vida del hombre se apagó ante el cansancio y la impresión de tener a aquel ser infernal cerca. El demonio aceptando su destino espero pacientemente a que su cuerpo se pudriera para escapar al inframundo, antes maldijo a la hechicera y juró vengarse.

Monia lanzó un par de hechizos de amarre y sello para asegurarse que el demonio no escapara de esa prisión. Después de eso se retiró, estaba satisfecha, su corazón no cabía en el pecho de felicidad, había logrado la gran hazaña de su vida: derrotar al demonio y su leyenda creció aún más, había ganado una batalla, pero su alma y su vida se condenaron para siempre.

Se dice que al morir, el demonio se presentó en el funeral para reclamar el cuerpo y el alma de la mujer, no se sabe si en verdad se convirtió en señora del inframundo, pero lo cierto es que su leyenda permanece aún en nuestros días entre los círculos de hechiceros de todo el mundo, quienes acuden a la última morada de la bruja, su casa cercana a Maxcanú donde aún permanecen sus paredes llenas de humedad y maleza, dicen que la energía es tal en ese lugar que los espíritus de los hechiceros muertos se reúnen ahí, y que la maldad de cientos de trabajos enterrados aun en nuestros días, ha logrado hacer maldito a este lugar y que el demonio acecha todavía su casa en espera de almas que llevar al inframundo en donde seguramente estará el espíritu de Monia burlándose de la victoria que tuvo sobre el maligno.

Con información de Leyendas de Yucatán

SY