Aumentan los pobres en Yucatán: Coneval reporta 26.6% en dos años

Karina Caballero vive en el asentamiento El Roble, donde el comedor comunitario le ayuda a subsistir, ella es una de los 573 mil 400 personas que viven en pobreza
domingo, 17 de octubre de 2021 · 08:05

En los últimos dos años, la población que tuvo carencias para acceder a una alimentación nutritiva y de calidad en Yucatán, aumentó 19.5 por ciento, ya que en 2018 había 481 mil 300 personas que no comían bien, y en 2020 la cifra incrementó a 575 mil 400 yucatecos que no tuvieron acceso a alimentos nutritivos y de calidad.

“El comedor comunitario nos ayuda bastante. Es una gran bendición, el sueldo no me alcanza, porque hay muchos gastos cuando hay niños como es mi caso, sobre todo, porque ya van a la escuela”, mencionó Karina Caballero, una de las vecinas del el asentamiento irregular de El Roble Libre Unión, ubicado al Sur de la capital yucateca, pegado al Anillo Periférico. El cual en promedio prepara cada quincena 3 mil 500 raciones de comida.

Lo anterior, lo reveló el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), que también reportó un alza de 26.6 por ciento entre la población en situación de pobreza en el estado, pues en 2018 había 992 mil 300 pobres, pero el año pasado la cifra creció a un millón 156 mil 800 personas que vivían en esta condición.

Del millón 156 mil 800 pobres que se reportó el año pasado en el estado, el Coneval reveló que el 22.8 por ciento, es decir, 263 mil 700 ciudadanos vivían en condiciones de pobreza extrema, mientras que el 77.2 por ciento, es decir, 893 mil 200 habitantes vivían en condiciones de pobreza moderada, panorama que debería encender las alarmas.

El número de yucatecos que viven en pobreza extrema, es decir, que disponen de un ingreso tan bajo que, aún si lo dedicase por completo a la adquisición de alimentos, no podría adquirir los nutrientes necesarios para tener una vida sana, aumentó 78.6 por ciento en dos años, al pasar de 147 mil 600 en 2018, a 263 mil 700 el año pasado.

Karina Caballero, quien es madre soltera y empleada de una frutería, forma parte de la población que vive en condiciones de pobreza extrema al tener tres carencias, como lo es la seguridad social, calidad y espacios de la vivienda, así como el acceso a la alimentación, ya que muchas veces debe alimentarse en un comedor comunitario, el cual, en promedio prepara, cada quincena 3 mil 500 raciones de comida.

“El comedor comunitario nos ayuda bastante. Es una gran bendición, el sueldo no me alcanza, porque hay muchos gastos cuando hay niños como es mi caso, sobre todo, porque ya van a la escuela”, mencionó. Ella y sus hijos viven en el asentamiento irregular de El Roble Libre Unión, ubicado al Sur de la capital yucateca, pegado al Anillo Periférico.

Leticia Cocom, también es madre soltera y empleada doméstica, mencionó que para ella el comedor comunitario, el cual abre lunes, miércoles y viernes, es importante para que pueda alimentar a sus hijos, pues su empleo no es fijo y no es bien pagado. “Vivo al día, por eso el comedor es mucho, mucho apoyo para mí”, comentó.

Añadió que el comedor es vital, porque no siempre tiene trabajo y aunado a este problema, debe cumplir con las labores de ama de casa, como llevar y traer a sus hijos de la escuela, lo que implica otros gastos como el pago de mototaxi, que les puede llegar a cobrar hasta 40 pesos a distancias que consideran cortas.

Las entrevistadas indicaron que durante el primer año de la pandemia del COVID-19 se quedaron sin empleo, lo que impactó su fuente de ingreso, pues a Leticia la sustituyeron las familias con las que trabajaba en el Norte de Mérida, por lavadoras y tintorerías, Karina simplemente no trabajó durante al menos tres meses en 2020.

“Sí lo vi duro y me decaí, pero debemos de salir adelante por los niños, sobre todo”, comentó Karina, mientras que Leticia dijo cuándo empezó la pandemia “ellos (sus jefes), tuvieron un poquito de miedo y compraron sus lavadoras automáticas, y hacerlo ellos mismos ese trabajo,  y yo me quedé sin trabajo, pero gracias al comedor pudimos sobrevivir”.

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JG