Sombrereros de Ticul golpeados por la contingencia sanitaria

La crisis generada por la contingencia sanitarias golpeó a sombreros de Ticul. y en el recuerdo queda el auge que tuvo en la década de los 70`s.
domingo, 13 de septiembre de 2020 · 12:31

Uno de los últimos artesanos de lo que a principios del siglo pasado y hasta la década de los 70 fuera una de las industrias más pujantes en Ticul, lucha desesperadamente día a día para subsistir junto con sus dos costureros y varias decenas de veteranas tejedoras de huano, que añoran el repunte de la otrora fructífera actividad artesanal.

Hoy en día ha caído en una crisis terrible debido a la pandemia del coronavirus al cerrarse los mercados donde poder ofertar sus productos, ocasionando que cientos de sombreros, bolsos, tapetes, cubrebocas y variedad de adornos se estanquen embodegados, sumiendo ya en la desesperación no sólo a Jorge Contreras “Hueto”, sino prácticamente a la mayoría de los pobladores de Pustunich y otros de municipios cercanos, que se han volcado a la milenaria actividad de tejer ante la falta de empleo derivada de la pandemia.

Como nos narra Jorge Contreras, popularmente conocido como “Hueto”, al destacar que: “en la comisaría pustunichense por su buen corazón y humildad, hasta hace un tiempo subsistíamos más o menos fabricando nuestros sombreros, pues al haber pocas ganancias al tener que llevar los sombreros a Campeche para sellarlos (darles distintas formas con un sistema de moldes calientes), quedándose así parte de lo que debíamos ganar en el vecino Estado; con un enorme esfuerzo junté para comprar la máquina prensadora –continuó Jorge– para que se quedase acá esa parte de la ganancia, de esto hace ya más de diez años, sin embargo, ante la inexperiencia no contemplé otros gastos como el tener que hacer un espacio especial para su adecuado funcionamiento; lo cual al tener que realizarlo me descapitalizó por completo, por lo que pasé grandes apuros para no fallarles a mis ayudantes, aunque por ello no podía invertir para satisfacer los pedidos que me hacían y así poder salir de mis problemas.

”Luego de muchos años de sacrificios habíamos logrado ya cierta estabilidad, para poder aumentar el volumen de nuestros productos, comenzando a mandarlos a Cozumel, Mérida y México. Más ante la obligada cuarentena ahora ya no podemos hacer frente a la situación, pues los mercados se cerraron y el material se comenzó a amontonar. Ya que ahora tenemos embodegado cientos de sombreros, bolsos y demás productos de huano. Al igual que una enorme cantidad de tejido que han tenido que dejarme, ya que aunque ahora si tienen tiempo de dedicarse al tejido, ante la falta de empleos y el tener que quedarse en casa, ahora ya no se los puedo pagar, pues hasta que yo no venda lo que ya se ha fabricado, no tendré el capital para hacerlo.

“Para colmo lo que había sido un pequeño oasis en medio de nuestra desesperación, al ser todo un éxito la fabricación de cubrebocas con huano a manera de un adorno artesanal y que comenzó a ser solicitado incluso por gente de Estados Unidos y algunos centros turísticos de Quintana Roo, ahora se ha parado, principalmente debido a dificultades, para poder enviarlos, por ciertos detalles en el correo.

“Sin embargo, no pienso rendirme, abundó el entrevistado, con mucha determinación e incluso con un brillo de ilusión en los ojos, pese a las grandes dificultades que atraviesa junto con su pueblo, ya que este trabajo lo comencé por un pedido especial de mi padre, el señor Prudencio Contreras Brito ‘Don Put’, quien fue uno de los grandes sombrereros de Ticul, recordando Jorge con nostalgia.

En esa época había grandes talleres de sombrereros como el del pionero y dueño del taller más grande en la Perla del Sur; mi papá con 14 máquinas y una producción de entre 500 y 600 sombreros diarios, daba empleo directo a 20 personas, más un verdadero ejército de tejedoras, que con la habilidad de sus manos sacaban cuando menos para una de las tres comidas del día y se sabe hasta de algunas que por su gran habilidad dependían exclusivamente del tejido para satisfacer sus gastos, expresó.

“Otro gran sombrerero fue Andrés Torres –rememoró Jorge– que con su inventiva y para agilizar la producción implementó el armado de un eje a un motor de gasolina que con un clotch hacía girar las poleas de 5 máquinas, lo cual le redituó en casi duplicar su producción con menos empleados. Desde esa época hombres como los dos anteriores y otros como Pedro Pech, Eligio Peraza, Eligio Aldana y varios más que se escapan a la memoria recorrieron el país de punta a punta para comercializar el sombrero ticuleño.

“Sin embargo, a mediados de los 70, los sombrereros se vieron desplazados por la invasión de las gorras de béisbol, que en ese entonces se llegaron a ofertar más barato que nuestros tradicionales sombreros y al ser más resistentes al trato se quedaron en el gusto de los jóvenes. Ya que los adultos siguieron prefiriendo sus sombreros de palma”, agregó.

“Mi padre, que había sido un jornalero en las haciendas henequeneras en su juventud y que inició fabricando a mano diversos productos como sombreros, bolsas y huaraches, que vendía recorriendo los pueblos durante sus fiestas tradicionales, me dijo un día, pues yo era mecánico de motos y bicicletas, que su deseo era que no dejara morir la sombrerería, confiando en que un día retomaría sus grandes momentos como en su época de oro; a lo que ya no pude negarme y en ese mismo momento salí a la puerta de mi casa. Con un pequeño trozo de tabla, en el que escribí, a partir de hoy no hay servicio de mecánica y así fue como seguí los pasos de ‘Don Put’, quien falleció a los 96 años.

Por Amir J. Mex Ayuso / Benito Cetina