Anacleto Mis es un exsepulturero que se niega a salir del panteón, aunque ya no se dedica a cavar tumbar, su actual trabajo consiste en pintar el camposanto de Hoctún y estas actividades lo han convertido en un referente en el Hanal Pixán del municipio, ubicado a 45 kilómetros de Mérida.
A pesar de que nació en Muna, en 1929, Anacleto ha vivido desde pequeño en Hoctún y durante 60 años trabajó como sepulturero, pero hace 10 cambió de giro y se dedica a embellecer el espacio donde descansan los muertos. El hombre comentó que es la primera vez que nota el cementerio vacío y lamenta la situación que ha causado la pandemia.
Cuando el cielo se nubla y comienza una llovizna, don Anacleto cierre las pinturas y guarda los pinceles.
“Así no puedo trabajar”, dice el hombre de 91 años mientras monta su bicicleta y se despide. Mientras, un joven se encarga de cubrir con plástico la pintura fresca de las obras del nonagenario.
Jose Luis Cobá es hijo de don Anacleto y apenas hace un año comenzó a dedicarse a pintar tumbas. Comenta que hay días en los que ha decorado hasta tres lápidas, incluso de las de tres pisos y cobra un aproximado de 500 pesos por mausoleo completo o 250 por “cuadrito”. Para ello utiliza pintura vinílica y pinceles de diferentes tamaños y formas.
“En este panteón somos cinco pintores, hay uno que no ha venido, es de Chiapas, a él lo buscan mucho, pero ahora no se ha aparecido, ya hasta compró un terrenito aquí por qué le gusta venir a pintar” explica el hijo aprendiz.
Jose Luis dice que son aproximadamente 900 tumbas en el camposanto, que siempre ha tenido mucho color pero este año menos gente se animó a repintarlas, “la economía no está para esto, de antes todo el cementerio se pintaba, ahorita no hay dinero”, comentó.
Don Anacleto también ha participado en la construcción de los mausoleos y aunque no sabía nada de albañilería tuvo que aprender a edificar desde la pirámide de Chichén Itzá a la Torre Latinoamericana.
Por Luis Pérez