Día Mundial de la Diversidad Cultural: Piden reconocer raíces coreanas

En el marco del Día Mundial de la Diversidad Cultural, llaman a reintegrar la identidad inmigrante
viernes, 21 de mayo de 2021 · 11:07

El 4 de mayo de 1905, un estimado de mil 33 coreanos llegó a Salina Cruz, en Oaxaca. Se asentaron, trabajaron, sufrieron crueldad, resistieron. Los descendientes de esa generación viven en varios Estados de México, incluyendo Yucatán. Hoy, las generaciones jóvenes de coreanos están desintegradas, según lo dicho por Juan Durán Cong, presidente de la Asociación de Descendientes Coreanos en Yucatán (Koryuc A.C.), en exclusiva con POR ESTO!

“Varios integrantes de la diáspora coreana en Yucatán”, dice Cong, “no sabemos muy bien quiénes son nuestros ancestros, ni cuáles son nuestros apellidos en coreano. La información está entre la gente de esta ciudad, pero necesitamos ayuda de antropólogos, historiadores y gestores culturales para comenzar la reconexión de nuestra comunidad de descendientes”.

“Sabemos que hay gente descendiente de coreanos que son profesionistas, y que podrían ayudarnos a llevar a cabo esos proyectos. Uno de los más importantes es recopilar nuestra historia, la de las familias. Nuestra segunda generación se ha disminuido muchísimo. Esas historias que nos contaban cuando éramos niños, y a las que no prestábamos tanta atención, hoy ya no las pueden repetir, porque ya no están aquí. Es un tesoro que necesitamos rescatar”, complementa.

Llegaron aquí hace varias generaciones, “en condición de esclavos. Ahora, somos parte de la sociedad, pertenecemos a ella; hemos compartido tradiciones y cultura. Pero mucha gente no parece reconocer sus raíces coreanas. Tienen apellidos y costumbres de nuestra nación. El registro oficial de nuestras familias no es rastreable, porque hay también muchas versiones”, reconoce el entrevistado.

“Estamos unidos”, refiere el presidente de Koryuc A.C., “pero a través de familias, de amigos de familias. Aun cuando nuestra asociación tiene 25 años de haber sido creada, no tenemos un censo de todos los descendientes coreanos. Cuando nos preguntan cuántos descendientes de coreanos hay en Yucatán, decimos que un estimado de 5 mil, pero no tenemos una documentación que respalde esas cifras”.

Aparece entonces la necesidad de “afiliar a nuestra asociación a todos los descendientes coreanos. Hay coreanos que saben que la asociación existe, que saben que tenemos una escuela de coreano y un Museo Conmemorativo de la Inmigración Coreana”, ubicado en la Calle 65 núm. 397-A x 44 y 46, en el Centro Histórico de Mérida. “Hay los que saben que el 4 de mayo ha sido nombrado como el Día del Inmigrante Coreano. El propósito que tenemos es el de formar el árbol genealógico de las familias”.

Con todo eso, “estamos dispersos”, reafirma Durán Cong. “Yo considero que somos una diáspora coreana en Yucatán. La diáspora es un concepto de la química: es una sustancia que se expande sin perder su esencia. Los descendientes de coreanos nos hemos expandido, y quizá hemos perdido el contacto, pero seguimos conservando lo característico que tenían nuestros abuelos”. Continúa: “cuando hablamos del tema cultural, digo que también pertenecemos a la diáspora yucateca. Mis padres nacieron en Yucatán. Mi madre era la hija de un coreano que vino en 1905. Pero las características antropológicas permanecen hasta la quinta o sexta generación. No solamente es el físico, sino también las costumbres. Tenemos las características de nuestros ancestros”.

Convencido de su propósito, Durán Cong establece: “necesitamos conservar la cultura, establecer la reconexión”. Requerimos elaborar un curso de capacitación para la introducción a la inmigración coreana en Yucatán, para que todos sepamos cuál es nuestro origen y tengamos una versión oficial. Sobre todo, debemos facilitar actividades para los niños y los jóvenes que los acerquen a los principios básicos de la diáspora coreana, y que aprendan el amor y la emoción de Corea”.

En suma, “necesitamos personas que gestionen los recursos para nuestra asociación. Pero también necesitamos definir los proyectos, con sus metas y sus objetivos, así como las características de las personas que pueden continuar el proyecto. Los recursos humanos también son necesarios. Pienso en los jóvenes que están por salir y deben hacer sus prácticas profesionales”.

Algunas industrias, iniciativas y diplomáticos han mostrado interés en la misión cultural de Koryuc A.C. “Recibimos una llamada de una compañía metalúrgica, la cuarta más grande del mundo, llamada POSCO”, explica Juan Durán Cong. “Es coreana y está en México. Esa empresa se acerca con nosotros y nos preguntó qué necesitábamos. También vino el nuevo embajador de la República de Corea en México, Suh Jeong-in, a inaugurar la estatua del ‘Greeting Man’, y a visitar nuestro museo. Le dijimos: ‘fíjese que la casa de al lado la están vendiendo’. Tenemos la idea de crear un centro cultural. Se puede adquirir esa casa y remodelarla, ampliar el museo y tener la escuela de coreano ahí mismo, así como la escuela de danza coreana y también un auditorio. El hombre se entusiasmó. Aparece también una organización religiosa, con proyectos basados en los valores bíblicos, pero sin promover alguna doctrina. Ellos dijeron que tienen iniciativas para que varios jóvenes se vayan a vivir durante un año a Corea del Sur para capacitarse. Necesitamos a alguien que debe estar al pendiente de cuándo salen esas oportunidades, cuáles son los requisitos que deben cumplir nuestros candidatos y que exista un seguimiento a todos los que adquieran una capacitación”. 

Para esta labor, el dirigente llama a agentes culturales y de las humanidades. “Para conocer los datos verdaderos, necesitamos investigadores antropólogos que puedan recopilar la historia de las familias coreanas en Yucatán, desde cómo se llamaron los descendientes hasta los lugares en que estuvieron y lo que hicieron. Por otro lado, para la afiliación, necesitamos a profesionales que diseñen la base de datos. También necesitamos el equipamiento técnico para trabajar con eso. La remuneración sería simbólica. La directiva, que somos nueve personas, damos recursos. También nos gustaría conformar un fondo para financiar nuestras actividades, que actualmente corren a cargo de la OKF (Overseas Korean Foundation)”.

La Asociación de Descendientes Coreanos en Yucatán cuenta con varios medios de contacto. El número de teléfono 999 157 2804 está disponible, enlazando al Museo Conmemorativo de la Inmigración Coreana a Yucatán, así como el email nuevo_museo@hotmail.com.

En otro orden de ideas, Durán Cong comenta un suceso reciente. “Escuché la ceremonia en la que el Gobierno de México pidió perdón a los chinos, porque los maltrataron mucho. A los coreanos en Yucatán nos fue más o menos bien, porque nos integramos. La primera inmigración como tal, de Corea, es la que vino a Yucatán. Vinieron con un contrato, con pasaportes. Se habla de otras inmigraciones importantes, como las que hubo a China, a Rusia, a Japón. Pero no fueron migrantes documentados. La primera migración documentada de Corea es la que vino a Yucatán. Y la realidad es que fueron tratados como esclavos en las haciendas de Henequén. Y cuando se terminó su contrato, no los dejaron ir, porque debían algo en la tienda de raya. El salario que estaba estipulado en el contrato, seguramente, nunca lo recibieron, y así no pudieron regresar a Corea, que era lo que muchos deseaban”.

“Cuando nuestros abuelos se enteran de la invasión de Japón a Corea”, relata, “ellos, aunque ganaban muy poco dinero aquí, integrados en una asociación, reúnen dinero y lo mandan allá para apoyar el movimiento de independencia. Ellos incluso se estuvieron preparando como un ejército, en caso de que Corea los llamara para ir a defender a la patria. Estaban dispuestos a ir a dar su vida. Actualmente, cuando se sabe en Corea este gesto, los nombran patriotas. Hay una medalla para ellos, para sus familiares. Incluso hay un estímulo económico. Pero hay otros que también donaron, pero el gobierno de la República de Corea aún no lo sabe. Si la familia quisiera recibir ese reconocimiento, debe enviar la documentación para demostrar que su abuelo es un patriota. Además, se debe presentar a quién correspondería el beneficio, porque la regla es que sólo puede darse al varón primogénito. Yo creo que, si los mexicanos son machistas, los coreanos también tienen su buena parte”.

El entrevistado reconoce problemáticas adicionales, que también llegan a afectarle. “Hay gente que vive en pueblos y no conocen los antecedentes. Hace muchos años, yo vi frente a mi casa un señor reparando ollas. Ese oficio de reparación sólo lo hacían los coreanos aquí, en Mérida. Le cambiaban el fondo a una olla, les ponían un remache a los agujeros, cambiaban las azas y pulían el mango de aluminio. Esa actividad se transformó. Las cocinas integrales Park son parte de esa transformación que tuvo ese oficia. Entonces pregunté al señor si era descendiente coreano. Y me respondió: ‘no; yo soy más yucateco que el henequén’. Le dije que, si estaba haciendo esa actividad, era porque es descendiente de coreanos. ‘Y tienes los ojos rasgados, porque tienes ascendencia coreana’. Me respondió: ‘bueno, creo que mi abuelo era un chino, o no sé qué cosa’ (ríe). Tenemos palabras en coreano, e incluso comemos comida coreana, pero no nos conectamos con eso. ‘¿Por qué comes kimchi? ¡Quién sabe! Siempre ha sido así en mi casa’”, dice él, como ante un reflejo.

“Por Internet”, añade, “alguien me preguntó: ‘Y ese apellido que tienes, ¿es coreano?’. Respondí que sí. ‘¿Cómo se llamaba tu abuelo en coreano?’. No lo sé, pero en México se llamaba Ignacio Cong, y llegó con su primo, Antonio Cong. Luego, esa persona me mandó una lista, donde se nombraba a dos Cong, que eran primos. ‘¡Este es el nombre de tu abuelo!’, me dijo. Si fuera por mí mismo, no hubiese podido saber esa información. Por eso necesitamos un equipo que se conecte con las familias e investigadores de Corea, donde están las bases de datos, y puedan leerlas en el idioma original”.

La conversación se acota hasta llegar a una última anécdota. “Una de las características de los descendientes coreanos es la resiliencia. Cuando fui niño, sufrí mucho. Padecí lo que ahora llamamos ‘bullying’. Pero, a pesar de eso, salimos adelante. Si alguien me decía ‘chino, chino, japonés, come caca y no me ves’, le metía un zape y no lo volvía a hacer (ríe). Mis hermanos y yo éramos los mejores en la escuela, porque mi mamá nos hablaba de nuestros abuelos. Si ellos pudieron hacer cosas valiosas, yo también lo podía hacer”.