Putin y Erdogan fueron al campo un día

sábado, 13 de agosto de 2022 · 12:31

Recep Tayyip Erdogan, presidente de Turquía desde 2014, es una figura clave en torno a la guerra entre Rusia, Ucrania y la OTAN. ¿Por qué? Se pregunta el periodista argentino Eduardo Febbro, de Página 12. La respuesta más obvia es porque ha realizado una eficaz gestión mediadora entre las partes consiguiendo resultados que tributan a la búsqueda de soluciones negociadas. Ninguna respuesta puede obviar el aspecto geopolítico asociado al hecho de que Turquía, controla el Estrecho de Bósforo y custodia los accesos al Mar Negro y por esa vía, a seis Estados ribereños: Rusia, Ucrania, Moldavia, Rumania, Bulgaria y Georgia, por lo cual, tanto en su condición nacional como en su rol de miembro de la OTAN, la guerra en Ucrania, el minado y bloqueo del Mar Negro, la afecta directamente.

Tampoco puede omitirse el componente histórico. En los últimos 450 años en las relaciones ruso-otomanas ha predominado la confrontación. Entre el 1568 y el 1914 libraron 13 guerras. En la Primera Guerra Mundial, Rusia y Turquía estuvieron en bandos opuestos; en la Segunda, Turquía se declaró neutral. En el 1941, firmó un pacto con Alemania y no fue hasta febrero del 1945, unas semanas antes de la rendición, que le declaró la guerra al Eje.

En ese período los buques alemanes no tuvieron limitaciones para ingresar y operar en el Mar Negro contra Crimea, Odesa y Sebastopol. En la Primera Guerra Mundial, la Unión Soviética, aunque fue parte de la alianza ganadora formada por Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia e Italia, de la que se separó en el 1917, antes del fin de la guerra debido al triunfo de la Revolución Bolchevique, pactando una paz separada con Alemania que condujo al Tratado de Brest-Litovsk, del que el Imperio Otomano fue parte, aunque derrotado, fue disuelto y en su lugar emergió la Turquía moderna liderada por Mustafá Kemal Atatürk.

En aquella coyuntura, Estados Unidos, verdadero vencedor en la Primera Guerra Mundial, no tenía compromiso alguno con Turquía, por lo cual el presidente Woodrow Wilson, en su Programa de Catorce Puntos para la Paz mundial, incluyó la cuestión de las minorías no turcas del Imperio Otomano a las cuales deberían garantizarles la oportunidad de desarrollo autónomo, adoptando una posición de apoyo a los kurdos, lo cual se expresó en su anuencia al Tratado de Sèvres de 1920 que dio luz verde a la creación de un Estado kurdo que, en ocuparía territorios de Turquía lo cual fue rechazado por el líder turco Kemal Atatürk (1881-1938), fundador de la república de Turquía y su primer Presidente (1923-1938).

Para contrarrestar la maniobra, Atatürk desconoció el Tratado de Sèvres y jugó la “carta bolchevique”, firmando con la URSS un Tratado de Hermandad (1920). Para neutralizar la maniobra, Occidente, incluidos Estados Unidos, abandonó a los kurdos, sustituyendo el Tratado de Sèvres por el de Lausana (1923) que abolió el compromiso con los kurdos. Tengo pendiente contar algún día los orígenes de la conexión entre Kemal Atatürk y la Unión Soviética.

El caso es que durante la lucha para fundar el Estado turco, Atatürk recibió algún apoyo material soviético, especialmente de León Trotski, entonces Comisario de Guerra bolchevique y jefe del Ejército Rojo, hecho que explica la actitud de Atatürk que concedió asilo a Trotski cuando ningún Gobierno europeo lo quería; lo cobijó durante cuatro años y le concedió un pasaporte turco, el único que tuvo en su vida y con el cual viajó a Francia, Noruega y finalmente a México, donde lo alcanzó la larga mano de Iosip Stalin, que armó la de Ramón Mercader, hijo de la cubana María del Río, que lo reclutó para la KGB y participó en el atentado.

Durante la Guerra Fría, los litigios por los estrechos, en especial el del Bósforo y Mar de Mármara y el ingreso de Turquía, fronteriza con la Unión Soviética, en la OTAN, en el 1952, ocasionó constantes fricciones. Todavía se recuerda que los misiles nucleares norteamericanos Neptuno en Turquía fueron la moneda de cambio por los emplazados en Cuba en 1962.

Con Vladimir Putin todo cambió. La habilitación de Erdogan para el rol que desempeña proviene de sus califi caciones y talentos personales, experiencia, autoridad y poder y de su relación con Putin, una empatía que sobrevivió al derribo de un Su-24 de Rusia, por un F-16 de Turquía en el 2015, hecho calificado por el líder ruso como: “Una puñalada en la espalda”, quien entonces advirtió que: “Habrían consecuencias”, cosa que no ocurrió.

Tampoco las hubo cuando en 2016 Andrei Karlov, embajador ruso en Ankara fue asesinado a balazos en una galería de arte ante las cámaras de la televisión. Turquía ha maniobrado para conservar la amistad de Rusia a pesar de que, en Siria, un escenario militar, luchan en bandos opuestos. Putin y Erdogan son de idéntico perfil político y aunque uno es de fe musulmana y ortodoxa, el otro, el perfil ideológico se homologa. Se trata de compañeros de viaje “cortados por la misma tijera”, que se entienden porque se necesitan y sacan provecho de la relación mutua.

Putin evade el aislamiento que padece, mientras Erdogan disfruta las ventajas, envía mensajes a Occidente ante los cuales subraya su independencia, no cooptada por la pertenencia a la OTAN y se posiciona como un actor con propuestas distintas a la guerra. Más recientemente cuando Estados Unidos y Europa redoblaron las sanciones a Rusia por los hechos de Crimea y la invasión a Ucrania, Erdogan se las ingenió para suministrar a Rusia y absorber el turismo de ese país que Europa rechazó y aprovechar así oportunidades para mejorar el desempeño económico de su país.

Hechos más recientes fueron la reunión tripartita Turquía-Rusia-Irán en Teherán, hace dos semanas, y el encuentro Putin-Erdogan en Sochi, el 5 de agosto, donde se acordó el esquema para la exportación del grano de Ucrania y el fertilizante de Rusia a través del Mar Negro. El tema de los kurdos, entre 25 y 35 millones de personas, más de la mitad de las cuales viven en Turquía, donde representan cerca del 20 por ciento de la población, renació con la intervención armada de Estados Unidos en Irak y asoció a Turquía con la guerra en Siria en la cual inevitablemente confronta a Rusia.

Tal vez, en algún momento no lejano, la confrontación entre la OTAN, de la cual Turquía es una pieza clave, ponga a prueba la ambigüedad política de Erdogan, que puede verse obligado a elegir entre Rusia y Occidente, con ninguno de los cuales tiene compromisos de lealtad eterna. En la vida como en la política, no hay nada más socorrido que un día después de otro.

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