De La Guerra

martes, 3 de mayo de 2022 · 11:18

Probablemente no exista empresa más compleja que las guerras que dependen en grado sumo de la economía, la cual aporta las infraestructuras, el armamento, buques, aviones, tanques, misiles y toda la técnica necesaria, involucra a millones de efectivos y requiere una voluminosa logística para proporcionar la asistencia médica y las medicinas y la manutención de las tropas. La guerra demanda un planeamiento táctico, operativo y estratégico y una ejecución diaria.

Los combates a los cuales los militares van a luchar, matar y morir y, aun cuando sean profesionales, deberán sustentar profundas motivaciones que alcanzan su clímax cuando se lucha por la patria y contra los invasores. Cuando la guerra se apropia del escenario, deja de ser la continuación de la política para convertirse en la política.

Las armas se fabrican para ser utilizadas, algunas no debutan porque se obsoletizan o porque no aparece la necesidad de emplearlas. Así ha ocurrido con las bombas atómicas que después de 1945, durante 72 años, nueve estados nucleares se han abstenido de usarlas, no porque les haya faltado determinación, sino porque no han tenido necesidad de hacerlo. La creación de la bomba atómica constituyó una de las hazañas científicas del siglo XX.

Partiendo de cero, científicos europeos y estadounidenses, muchos de ellos emigrados, judíos y socialistas, lograron activar las colosales energías que genera el átomo, encerrarlas en un recipiente, controlarlas y desatarlas a voluntad. Después de que en 1945 Estados Unidos probó la bomba atómica y las utilizó contra las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, en 1949 la Unión Soviética realizó su primera prueba nuclear, Gran Bretaña lo hizo en 1952, siguió Francia en 1960, China en 1964, India en 1974, Pakistán en 1998 y Corea del Norte en 2006. Se presume que las posee Israel pero no ha realizado pruebas nucleares.

Aunque desde 1945 se han realizado más de dos mil ensayos nucleares, nunca las dotaciones nucleares han entrado en combate. Nadie puede por tanto asegurar que serán eficientes en un conflicto global real. A ello se añade que, desde que en 1983 el presidente Ronald Reagan anunció la Iniciativa de Defensa Estratégica, los programas para interceptar los misiles de ambas superpotencias se han perfeccionado hasta lo exquisito.

No obstante, los enormes gastos, la innovación militar, los entrenamientos y ensayos realizados por algunos países que no vacilan en acudir a las armas, las guerras no han sido eficientes. No lo fueron las potencias que en la Primera Guerra Mundial protagonizaron una horrenda carnicería ni las fuerzas armadas hitlerianas que, abusando de sus ventajas en la correlación de fuerzas, doblegaron a casi toda Europa pero mordieron el polvo cuando se enfrentaron a las fuerzas de la Unión Soviética y los Estados Unidos en los teatros de Europa y el Pacifico.

No lo fueron los contendientes en la Guerra de Corea que no pudieron resolver otra cosa que un empate dejando en su zaga cuatro millones de muertos, ni las superpotencias que sucesivamente invadieron y ocuparon Afganistán, y resultaron lamentables las tropas de Sadam Hussein que debieron defender Irak y se desbandaron.

En todas las guerras, casi todas prescindibles, importa la justeza de la causa que se defiende y es decisivo el factor moral. No existen buenas explicaciones para las guerras injustas que lo son cuando conllevan la agresión, la invasión, la rapiña territorial y la humillación nacional. Las únicas guerras que se ganan son las que se evitan y los héroes más genuinos son aquéllos que preservan la paz. El mundo y no sólo Ucrania, la OTAN y Rusia están en guerra y la humanidad necesita la paz y la necesita ¡Ya!

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