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Cuando el pasado domingo el presidente de Rusia, Vladimir Putin, colocó en alerta máxima a las “fuerzas de disuasión nuclear” introdujo el más inquietante elemento del desempeño militar contemporáneo. Después de llevar la cohetería a este punto, sólo queda utilizarla, lo cual nunca ha ocurrido y obviamente sólo sucederá en circunstancias extremas, más allá de las cuales nadie ha mirado.

Conjurados los peligros de confrontación nuclear asociados con la Crisis de los Misiles en Cuba (1962) y alcanzado el Tratado de No Proliferación Nuclear (1968), los líderes de la Unión Soviética, Estados Unidos y Europa se empeñaron en negociaciones para la limitación de armamentos nucleares y la suspensión de las pruebas atómicas.

Entre los pilares de esas políticas figuran: (1) Realizar conversaciones y alcanzar acuerdos para la reducción de los arsenales nucleares. (2) No emplazar armas nucleares ni transferir tecnologías atómicas militares a países que no las poseen; y (3) comprometerse a no ser el primero en utilizarlas y, bajo ninguna circunstancia emplearlas contra países que no disponen de ellas. Un compromiso no escrito, fue la moderación de la retórica nuclear.

Desde el arrogante mensaje con que el presidente estadounidense Harry Truman anunció el bombardeo atómico sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945 y la declaración soviética que en 1956, ante la invasión anglo-francesa-israelí a Egipto, amenazó con bombardear Londres y París, pocas veces los líderes de los países atómicos han alardeado o amenazado con utilizar su poderío nuclear.   

Hasta hoy, la máxima tensión atómica se alcanzó en octubre de 1962, cuando en el contexto de la Crisis de los Misiles en Cuba se hizo público que las fuerzas armadas de Estados Unidos alcanzaron DEFCON 2, condición de defensa previa al inicio de la guerra. A este nivel se ha llegado en dos oportunidades, en aquella ocasión y el 9/11 por los atentados en Nueva York.

El potencial nuclear de los países que poseen estas armas (Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia, China, India y Pakistán) se divide en las armas nucleares propiamente dicho y los medios portadores, es decir, los vectores mediante las cuales los artefactos de destrucción son transportados desde el punto de lanzamiento al blanco, lo cual, hasta ahora se hacía a velocidades subsónicas mientras, actualmente algunos misiles rebasan varias veces la velocidad del sonido.

Las armas nucleares se dividen en bombas atómicas para ser utilizadas mediante la aviación, ojivas que se acoplan a los misiles, que pueden estar dotados de cabezas múltiples que transportan varias ojivas.  Existen también los proyectiles, municiones o granadas que se emplean mediante vectores convencionales (cañones, obuses y morteros)

La desmesura nuclear consta de dos hitos la bomba atómica “Zar”, detonada por la Unión Soviética en octubre de 1961, que pesó 27 toneladas, media ocho metros de largo por dos de ancho y la potencia de su explosión liberó una energía equivalente a 57 millones de toneladas de TNT, 3 mil 800 más que la de Hiroshima.

El cañón Atomic Annie, es la mayor pieza de artillería jamás fabricada y la única desde la cual se ha disparado una bomba atómica. Fue construida por los Estados Unidos en 1953 y estuvo emplazada en Corea y Europa.

En la actual coyuntura, no se conoce que Estados Unidos y los otros países nucleares de la OTAN hayan adoptado medidas equivalentes a la decisión estratégica de Rusia, lo cual es señal de que no temen que pueda llegarse a más o creen que con las armas que tienen desplegadas les basta.

Es urgente procurar la paz en Ucrania, no sólo por la destrucción y el sufrimiento que ocasiona esa guerra, sino por los riesgos de una escalada que puede poner en peligro a la humanidad.