El reloj palaciego de Kinchil marca, con números mayas, las cinco. Nadie en esta cabecera municipal sabe si se detuvo un amanecer o una tarde. Lo que sí saben apicultores, citricultores y productores de pepino del Poniente, es que el reloj refleja la incapacidad de las autoridades municipales para defenderlos de la contaminación del manto acuífero con el que riegan sus parcelas y centros producción.
Este municipio del Poniente se prepara para estrenar autoridades emanadas del Partido Verde Ecologista de México, encabezadas por Irving Pisté Canul. Su lucha contra la contaminación que producen las granjas industriales de cerdos llevó a la mayoría de los electores a inclinarse por la oferta del Verde, con la esperanza de reducir los riesgos a la salud y al sector primario.
“Nos sentimos abandonados por las autoridades. Por ejemplo, por más que reportamos la tala indiscriminada de puro jabín en tierras de la reserva, nadie hizo nada por frenar ahí la construcción de una granja de Kekén. Sacaron 3 mil tablas de puro jabín, imagínense cuántos árboles se talaron sin que nuestras autoridades defiendan nuestro monte”, indicó Manuel Alberto Casanova Solís, veterano apicultor de ese municipio.
Como informamos, con la temporada de lluvias, en amplia zona comprendida entre los municipios de Kinchil y Celestún el agua de los cenotes a flor de tierra rebasó en los últimos días su nivel y dejó numerosos caminos, milpas, apiarios y centros con encharcamientos de líquido oscuro, pestilente, contaminadas con las heces fecales generadas en las granjas industriales de cerdos.
Durante la semana pasada, los productores de miel conocieron el interés de compradores de países europeos interesados en el dulce yucateco, pero de antemano, la principal cooperativa de Kinchil explicó que donde están sus 29 apiarios orgánicos hay cenotes y aguadas que los excluyen de esas exportaciones: “La empresa que nos compraba detectó contaminación en el agua y perdimos la certificación como productores de miel orgánica de abeja. Se nos quitó”.
Los certificadores ahora sólo aceptan a apiarios que estén a más de 6 kilómetros de las granjas; menos de esa distancia deja de ser orgánico. Los productores temen que, si la contaminación continúa, “también van a dejar de comprarnos miel convencional”.
Los diversos colectivos de campesinos redoblaron el pedido de intervención urgente de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Senarnat) y la Comisión Nacional del Agua (Conagua).
En poder de los campesinos se encuentra el estudio de la calidad del agua de los cenotes de ese municipio, el cual arrojó que los ubicados cerca de las granjas industriales de cerdos tienen concentración de fósforo y nitrógeno de amoniaco en porcentajes que rebasan lo permitido, lo que indica que estarían contaminados con heces fecales de los animales y quizá de heces humanas.
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Pero el olor en los cultivos avisa que la calidad del aire también sufre los impactos de la actividad porcícola. Muestras en las cercanías de granjas de Yaxkukul, Temozón Sur y Kinchil detectaron la presencia de amoniaco, nitratos y nitritos y ácido sulfúrico, lo que podría generar problemas de salud en las vías respiratorias de la población.
“Esa debe ser nuestra bandera común: luchar por preservar el agua, la flora y fauna que no dependen sólo de un pueblo, sino de los que conforman esta zona; mejor dicho, a toda la Península de Yucatán”, abundó Casanova Solís.
Opina que la disfunción de los biodigestores, con que la empresa Kekén justifica su sistema intensivo de producción, no sólo afecta el manto freático, que comienza a metro y medio de profundidad, sino también a cientos de especies de plantas y animales.
“Este problema no es del pueblo de Kinchil: ¡es de todo Yucatán! Defenderé las pocas abejas que me quedan”, finalizó.
GC