Yaxché Casares, una de las subcomisarías ubicadas al Norte de Mérida, está a un paso de ser un pueblo fantasma: apenas tiene 106 habitantes y unas 20 casas conforman el “centro” de la población.
Doña Lidia Sulub Trejo, quien administra la única tienda de abarrotes del lugar, señaló que además de los baches, ahí no pasa nada, salvo un camión que los lleva al centro de la capital cada 45 minutos.
Noticia destacada
Kekén 'se burla' de la ley; continúa operaciones en la granja clausurada de Santa María Chí en Mérida
Noticia destacada
Parque Tho' en Mérida: Proyecto de Renán Barrera 'viola' los derechos ciudadanos, acusa Regidor
Viven como si fueran olvidados de las autoridades, las del Ayuntamiento de Mérida, bajo cuya jurisdicción, se supone, están. De hecho, es una más de las poblaciones rurales de la capital que están abandonadas por el alcalde Renán Barrera.
Los adultos tienen que trabajar en la ciudad y los pocos campesinos buscan alternativas como la siembra de calabaza, elotes y la producción apiaria. “Mi esposo (Alfonso Uc) nació aquí y trabaja en su apiario”.
Noticia destacada
Ayuntamiento de Renán Barrera 'arrastra' deuda' de 558 mdp por las luminarias chinas en Mérida
Noticia destacada
Sur de Mérida 'respira' pobreza; Renán Barrera construye sólo 2 de cada 10 obras en esta zona
Los jóvenes, luego de regresar del trabajo o de la escuela —porque en Yaxché Casares no hay más que un aula del sistema Conafe (Consejo Nacional de Fomento Educativo)— salen a la cancha de jugar futbol o voleibol o simplemente a mirar lo poco que sucede en la comunidad.
Sulub Trejo trabaja la tienda de la comisaría desde hace 25 años, pero el terreno donde funciona el negocio es del Ayuntamiento. “Le he pedido al Alcalde (Renán Barrera) que me dé este pedacito de tierra para seguir con las ventas, pero no lo ha hecho”.
A finales de los años 80, cuando golpeó el Huracán Gilberto (1988), Yaxché estaba mejor organizado: las mujeres atendían el negocio y vendían muy bien, pero poco a poco la gente fue emigrando. Hoy, doña Lidia asoma la cabeza para mirar hacia la calle y se ve como un pueblo fantasma. Mucha gente ha ido a vivir a otras partes. Hasta ha llegado a dudar de la inscripción ubicada al inicio de la subcomisaría: 106 habitantes. “A lo mejor ni a eso llega”.
El camión urbano ni si siquiera se detiene: da la vuelta en “U” por la única calle y regresa hacia la ciudad, en un tiempo aproximado de 45 minutos. Nadie sube, nadie baja. Por fortuna, dijo doña Lidia, es poco el alcoholismo en este lugar, por la misma razón que los pocos habitantes están ocupados.
Sólo a lo lejos se escuchan algunas risas y gritos de niños que toman clases en el pequeño salón de Conafe.
Hace poco repavimentaron la calle principal, pero en el fondo, algunas ramificaciones viales son viejas, con baches. Dos automóviles pasaron por el “centro” para irse hacia Mérida y de nuevo volvió el silencio... el silencio de una comisaría casi fantasmal.
Síguenos en Google News y recibe la mejor información
GC