Monstruos inmobiliarios se devoraron Sitpach, una comisaría de Mérida con apenas 600 habitantes, en apenas 40 años, y la dejaron encerrada en una suerte de cárcel de oro, con residencias que cuestan hasta seis millones de pesos a su alrededor.
Los vecinos desconocidos que hoy habitan las casas de lujo, “inmigrantes” de otras entidades como Sinaloa, Zacatecas, Ciudad de México y Michoacán, han cuadruplicado la población (hoy son más de 2 mil 200 habitantes), pero han absorbido los recursos tanto naturales como públicos, porque ahí todo es comodidad, pero en el “corazón” del pueblo la precariedad campea: baches, basura, maleza son “síntomas” del abandono del Ayuntamiento de Mérida.
Ahí, en medio de los “gigantes de bloques y acero”, Piedad García Tepal, de 72 años, que ha radicado en la comisaría camina dando tumbos por los baches que laceran el acceso principal a esta comunidad… “Aquí todo está abandonado”, señala, mientras en su mano derecha sostiene una bolsa de los ingredientes de la comida del día: “Lentejas con verduras”.
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Sitpach, a 15 minutos de la zona urbana de Altabrisa, está rodeada de residencias de lujo en complejos habitacionales, que han multiplicado casi cuatro veces su población: hace 40 años habitaban 600 personas y ahora hay 2 mil 200, la mayoría “inmigrantes” de Sinaloa, Zacatecas, Michoacán y CDMX, precisó el comisario Alberto Risueño Santos, quien ha visto transformarse y encarecerse su comisaría en los últimos años; ahí, hay casas que cuestan hasta 6 millones de pesos.
Piedad se sube apurada la escarpa de la calle principal debido a la gran cantidad de vehículos de lujo que cruzan la calle, ahora “tupida” de baches de diferentes tamaños y profundidad.
Dice que el abandono en que está la comisaría es responsabilidad del alcalde Renán Barrera Concha, que pasa por ahí de vez en cuando con su camioneta tan sólo para tomarse la foto, cuando no hay mercado, las tiendas son escasas y el autobús de pasajeros pasa cada media hora.
Vestida con huipil, Piedad es sobreviviente de una vida azarosa y hasta trágica: hace poco, dos de sus siete hijos fallecieron, uno fue golpeado y otro de una enfermedad grave. Su esposo, Prudencio Balam, de 65 años, se dedica a la albañilería y con lo poco que gana apenas si les alcanza para “pasarla”.
El comisario municipal, Alberto Risueño Santos, admite abiertamente que el problema en Sitpach son los baches. Se han hecho pavimentaciones en la calle 14 con 12A y en otras arterias. También se ha ocupado de atender las peticiones para mejorar el alumbrado público. Sin embargo, afirmó que “estoy en medio” de las quejas de la gente y el Ayuntamiento.
Expuso que observa un crecimiento explosivo de la zona, con privadas como Parque Natura, El Arca, Camila, La Rua y otros proyectos más, convierten esta comunidad en un área codiciada.
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LV