Familias de Xcunyá temen inundaciones por la temporada de lluvias en Yucatán

Xcunyá, comisaría de Progreso, cuenta con 907 habitantes, los cuales temen que el agua de las lluvias ingrese a sus viviendas, afectando su patrimonio
viernes, 3 de junio de 2022 · 09:26

Más de 100 familias que habitan la calle 21 de Xcunyá, una de las principales de esta comisaría de Mérida, se preparan para las lluvias que vienen: con sus propias manos están embutiendo los terrenos de sus casas.

Temen que suceda lo de hace dos años. El agua de la lluvia les llegó hasta las rodillas, los pozos casi desbordaban, los cerdos murieron ahogados, hasta las serpientes aparecieron flotando en las aguas malolientes que se acumularon por más de 40 días.

María Soledad Couoh Couoh es una madre joven de dos niños, que apurada con la pala en la mano acomodaba el escombro que tres volquetes dejaron en la parte frontal de su casa. Ella, de 26 años, trabaja junto con su esposo, Eusebio Couoh Cumí, quien el 10 de enero pasado sufrió un accidente y perdió un dedo del pie izquierdo.

A pesar de su edad, su suegra Elda María Cumí Cab también apelmazaba la tierra y las piedras. Por cada montón de escombro pagaron 2 mil pesos, dinero que sacaron de sus ahorros porque piensan que es mejor invertir para su seguridad que despilfarrarlo en vicios.

Los estudios

POR ESTO! publicó que estudios de expertos señalan que Xcunyá está dentro de la zona vulnerable por su cercanía a Progreso, tal como las comisarías de Paraíso -que está a tres metros sobre el nivel del mar-, y Flamboyanes, que también tiene un asentamiento irregular de más de 200 familias.

María Soledad recuerda que las familias de toda esa calle, ahora ya pavimentada, quedaron totalmente inundadas. El agua venía desde el patio y desde la calle, con riachuelos, tres cerditos fallecieron ahogados y hasta el perro, que en ese entonces era un cachorro, estuvo a punto de perder la vida.

El agua entró hasta los cuartos y tuvieron que subir la cama sobre bloques. El ropero de madera se pudrió y dentro hallaron a varios ratones que para sobrevivir empezaron a comer la ropa de los niños.

Los niños Génesis, de 8, y Renata, de 6, aún estaban muy pequeños, pero se acuerdan de ese episodio que parecía el diluvio de los tiempos bíblicos.

Las cuatro hijas de doña Elda María, en Progreso, la invitaron a quedarse allá para evitar enfermedades. Sin embargo, no pudo eludir el asma, que con sólo mencionar esa palabra le trae malos recuerdos.

Las matas de naranja y limón del patio se “ahogaron”, pues al poco tiempo se pudrieron. María Soledad recuerda que la parte más honda le llegaba hasta la cintura y ella fue la que pasó el episodio de las culebras que salieron del patio y nadaban en el agua. “Me dio una tremenda crisis, casi se me para el corazón, desde esa época no tolero las culebras”, dijo.

La temporada

Expuso que ha escuchado que esta temporada podría ser fuerte en huracanes y lluvias. “¡Ojalá que no nos inundemos otra vez!”.  Una de las niñas comentó con alegría que si viene la lluvia pues “no irá a la escuela”.

Mientras cavan la tierra para acomodar el escombro, empiezan a salir las “cochinillas”, unos bichos que también están infestando el lugar. Ella supone que vienen del puerto de Progreso o que están emigrando de algún lugar y que es señal de que algo malo podría suceder.

Muestra una bolsa de plástico donde ya reunió cientos que ha matado durante el día. Estas cochinillas apestan, dijo. Y señala con el dedo que también están en el piso de su casa, que están saliendo de la humedad.

Por ahora cuentan con una casa hecha de bloques y techada, pero aún tienen una pieza antigua cuyo techo está cubierto de plástico y lonas, donde seguramente el agua se filtraría en caso de una intensa lluvia.

La vecina, la señora Addy María Mena, de 69 años de edad, evoca que el pozo de su casa se llenó, de modo que con la mano podía extraer el líquido, y es que tiene una profundidad de siete a ocho metros.

Según el último censo de población, Xcunyá tiene 907 habitantes, y por la cercanía con el puerto de Progreso, su altitud es de 8 metros sobre el nivel del mar, y su nombre significa hondonada del zapote. Es una comunidad tranquila que tiene dos calles principales.

A doña Addy se le murieron sus árboles, sus hortalizas, hasta la ciruela del patio. Por eso ahora, como forma de prevenir, instaló sus plantitas de chile sobre zonas elevadas. Durante la lluvia tuvo que subir sobre bloques su cama para poder dormir. Las paredes de la casa se cubrieron de moho y cuando el agua se empezó a ir el olor fue muy apestoso.

Daniel Moo Cauich, otro vecino, dijo que las lluvias representan un temor para la comunidad, porque no sólo esa calle sino otras más son vulnerables. Pero por ahora, lo que más le preocupa son las cochinillas que están invadiendo la pared que da frente a su casa y que traen mal olor.

“Esperemos que esta temporada de lluvia transcurra con calma y no nos complique la vida”, dijo.

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CC