Asteroide que impactó en Chicxulub y la formación del anillo de cenotes en Yucatán: INFOGRAFÍA

Hace 65 millones de años, en Chicxulub, Yucatán, cayó el asteroide que causó la extinción de los dinosaurios, y con esto, la formación de miles de cenotes en la Península
lunes, 23 de mayo de 2022 · 09:27

La Península de Yucatán es un universo de diversidad que atrae a gente de todos los rincones, por su historia, cultura, recursos naturales e incluso por eventos que marcaron el rumbo de la vida en el planeta, como el enigma del cráter de Chicxulub, el anillo de cenotes y el asteroide que impactó en esta región de México, desapareciendo a los dinosaurios.

La Tierra, a lo largo de sus 4 mil 600 millones de años ha vivido grandes cataclismos apocalípticos, como eras glaciales, erupciones volcánicas y terremotos. Uno de los más conocidos es el que causó la extinción de los seres prehistóricos que dominaron el planeta por 250 millones de años, junto al 76% de los seres vivos.

El salto de la Era Mesozoica a la Cenozoica estuvo marcado por esta catástrofe, que tuvo como consecuencia cambios a nivel global y la quinta extinción masiva registrada en el tiempo geológico. Según los estudios realizados por el Instituto de Geofísica de la UNAM, una de las teorías más aceptadas ha sido sobre el impacto de un gran astro espacial, que provocó alteraciones bruscas en las condiciones ambientales y la extinción de alrededor del 76 por ciento de los organismos en océanos y continentes, así como la deformación del suelo, que millones de años después dio origen a cavernas y pozos, hoy conocidos como cenotes.

El cráter del Chicxulub

Hace 65 millones de años, un asteroide de 12 a 14 kilómetros de diámetro, equivalente a la superficie del Centro Histórico de Mérida, impactó la Tierra en Yucatán. En la década de los setenta, geofísicos de Pemex detectaron una anomalía gravimétrica que interpretaron como la estructura de un cráter generado por el impacto de un cuerpo celeste. Pero fue hasta 1991, cuando la UNAM y la NASA analizaron muestras de los pozos perforados para confirmar esta teoría.

Así, determinaron las dimensiones de una cavidad de más de 2.5 km de profundidad y un diámetro superior a los 200 km, siendo éste el más grande y mejor preservado hasta nuestros días. Hoy, gran parte de él está enterrado en alta mar, debajo de 600 metros de sedimentos. Su centro se localiza a varios kilómetros de Puerto Progreso, abarcando desde la costa de Dzilám de Bravo, al Este, hasta Celestún al Oeste, cerca del poblado de Chicxulub, de donde la formación rocosa celestial toma su nombre.

El asteroide y la catástrofe

Diversos estudios indican que el meteoro impactó a una velocidad de 72 mil kilómetros por hora y que la energía del movimiento, al ser liberada, generó temperaturas de hasta 18 mil grados centígrados.

Esta fuerza fue equivalente a 100 millones de megatoneladas de TNT, la cual bastó para pulverizarlo y hacer un agujero de gran profundidad. No se conservan restos, ya que las altas temperaturas y la fricción vaporizaron el material. El impacto levantó una enorme cantidad de sedimentos, los cuales cubrieron toda la zona formando una enorme bola de fuego que lanzó partículas al espacio y a los alrededores.

En los primeros días y meses, tras la explosión, fragmentos calientes lloviznaron y provocaron incendios por todo el planeta. Pero no solo el impacto causó la devastación, sino la composición de la roca en donde cayó, rica en azufre. Con el choque, el azufre se volatilizó, se hizo vapor y gas, y se convirtió en ácido. Las nubes causaron que se opacara la Tierra, bloqueando la luz solar y provocando un enfriamiento global, impidiendo el proceso de fotosíntesis en las plantas.

Provocó grandes tsunamis con olas que alcanzaron 300 metros de altura. Una de las evidencias geológicas del impacto es la existencia de una capa de arcillas de color oscuro en los sedimentos con niveles inusuales de iridio, un elemento extremadamente raro en la corteza terrestre ya que se encuentra principalmente en los núcleos de planetas o bien en los meteoritos.

Cenotes

Conocidos por los mayas con la palabra “dz’onot”, que significa “caverna con agua”, son formaciones naturales subterráneas de roca porosa calcárea, que aparecieron hace unos 130 mil años durante el último interglaciar, están relacionados con el impacto del bólido estelar. Sin ellos el antiguo pueblo maya hubiera carecido de agua, pues no hay ríos ni lagos de importancia en Yucatán.

Se conocen varios tipos de cenotes: abiertos o de caída libre, semi abiertos, aguadas o artificiales y cerrados tipo caverna. Los abiertos son los más antiguos, ya que sus techos se han colapsado, permitiendo el paso de la luz y permanecen a la intemperie.

Entre la fauna se encuentras peces como el guppy o el bagre, tortugas, iguanas, ranas y mariposas. También anidan en sus paredes golondrinas y pájaros Toh, conocidos como “ave de los cenotes”.

A los pozos costeros los rodean manglares, palmas y helechos, y a los del interior los cubren guayas, palmas cocoteras y árboles de cacao y de chicle. Los de caverna tapizan el interior de las bóvedas con largas raíces de árboles que se entrelazan con estalactitas y estalagmitas, las cuales bajan hasta el agua.

En el último registro de la Secretaría de desarrollo sustentable, se han reportado 3 mil 21 cenotes en Yucatán, y unos 8 mil en toda la Península. Además, distintos estudios han evidenciado que en el 65 por ciento de los cenotes hay vestigios humanos, animales y objetos de la civilización maya.

El Anillo de Cenotes de Yucatán es único por sus características, no comparable con ningún otro sitio en el mundo. En la Reserva Estatal Geohidrológica Anillo de Cenotes, se encuentra una red de cavernas y grutas que forman una ruta unida por sus aguas. Las hipótesis argumentan que el calor producido por el impacto cambió el fluir el agua alrededor del cráter, la blanda roca caliza se disuelve, y crea huecos grandes y profundos.

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