¿Por qué los abuelitos de Yucatán prohibían ir al monte en Viernes Santo?

La creencias de los antepasados se han ido perdiendo, siendo esta, una de las más comunes en Yucatán durante Semana Santa, ya que aseguraban los montes son 'lugares encantados'
viernes, 15 de abril de 2022 · 14:07

Dicen los abuelos de Yucatán que, en el Viernes Santo sobre los cerritos o los antiguos “mules”, ruinas de montículos prehispánicos, se escucha el canto de un gallo en la noche y al mediodía.

Ernesto Aké, quien falleció y era conocedor de las tradiciones, refería: “un gallo canta sobre los cerros, pero a ese gallo solo los niños o gente inocente lo puede ver”. Ese día nadie debe ir al monte, ni cazador, ni mucho menos salir del pueblo para ingresar en los despoblados.

Dicen los abuelos que, en la lejanía y dentro del monte, se escucha el repique de una campana encantada y que al canto de un gallo durante la noche las ciudades mayas precolombinas, olvidadas entre la densa vegetación, flagelada por la sequía del Yaax Kín, vuelven a la vida por instantes.

Son lugares encantados, así lo decían los abuelos, quienes usan la palabra “encantados” refiriéndose a que la materia puede tener vida, o que sobre ella ocurran cosas inexplicables como apariciones o ruidos desconocidos.

Miguel Aké May de la hacienda Oxtapacab, señala: “Si la gallina ova el jueves y viernes estos huevos se marcan y se guardan, ya que estos huevos se secan, sirven para ensalmar a los niños llorones, o que han sido afectados por el mal de ojo o padecen de mucha calentura. Eso decían mis abuelitas, además cuando hay situaciones malas en casa estos huevos estallan y su contenido ayuda a limpiar la casa de todas las cosas que la afectan”.

Todo ese día debe estar en silencio, no se debe hacer el menor de los ruidos, ni el tunkul debe sonar, ni nada, todo el sonido debe venir de la iglesia cuando llame a los oficios por medio del zacatán o de las matracas. La televisión, la radio, la música, nada debe funcionar ese día. Solo se salía para ir a la iglesia a los oficios del día, más antiguamente al célebre oficio de tinieblas.

Sobre la naturaleza, José Miguel Sandoval señala varias creencias: “Dicen los antiguos en Panabá que la resina del Pomolché (Jatropha curcas), arbusto de resina lechosa de color blanco, que del jueves al Viernes Santo se pone roja como la sangre de Cristo y a mí me ha tocado experimentarlo y sí, la verdad es que esos días es roja su resina”.

No se debe ir al monte, porque según contaban los antiguos, es cuando más están sueltos los vientos malos. Estos fuertes vientos, asociados a la época del Yaax Kín, y se dice que están cargados por divinidad; éstos recorren los pueblos, las milpas, los montes, y lo pueden hacer porque obran ante la presencia del sol, que es señal del gran Dios que habita en lo alto. De acuerdo con la tradición oral, existen vientos buenos y malos, los malos traen dolor al cuerpo y los buenos hacen florecer nuevas plantas y fertilizan el suelo que acarician.

La antigua serpiente de plumas embrujadas llega también en medio de fuerte remolino del mosón iik; éste recorre los caminos de las milpas y parcelas, y aún aquellos xtutul-be o viejos caminos, marcados por el devenir de campesinos con mecapales en sus espaldas.

El mosón iik, en español es remolino, y es kújku can el aire cargado del polvo que se deja sentir, esta frase hace alusión a kuj ku, (plumas), can (serpiente)  e iik (viento), o sea, kuj ku can iik. Se dice que si tiras un sombrero y logras atrapar el remolino, al levantar el mismo se forma una serpiente física o de aire, depende de la fe del ejecutante.

El mosón ik solo se acaba si levantas y haces la señal de la cruz con tus dedos frente al remolino, pues éste se disipará en el ambiente, volviéndose el fuerte viento en una discreta caricia del viento.

Lázaro Hilario Tuz Chi, investigador de las tradiciones mayas, expone: “hoy al mediodía todo lo encantado vuelve a la vida, los pueblos encantados reviven, cantan los gallos y repican sus misteriosas campanas… La serpiente k’uuk kan sale en forma de remolino de la cueva perdida ahí en los montes de Pomuch, camino a May Och. Esa es nuestra creencia. Así nos enseñaron en este Viernes Santo”.

Cada población, cada familia, guarda en sus memorias creencias y dichos antiguos en relación del viernes santo, una fecha especial en el calendario emocional de los mayas yucatecos. Haciendo una mirada a su interior podemos encontrar una notable cantidad de estas antiguas creencias que paulatinamente en el correr del tiempo se van perdiendo y que ahora se nos presentan como vestigios imponentes de la fe sincrética de este pueblo.

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CC