El 90 por ciento -dos mil 700- de los ancianos que habitan en alguno de los 34 asilos de Mérida pasarán la Navidad en el propio refugio y hasta un 30 por ciento -alrededor de 800- sin la compañía de algún familiar, pues fue prácticamente abandonado en el sitio.
Y es que, para gran parte los “abuelitos” -unos tres mil-, las casas de retiro son su hogar y sus compañeros su familia, pues conviven a diario, comparten sus penas, sus alegrías, sus esperanzas, sus enfermedades, los recuerdos.
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De los abuelitos que pasarán la Navidad en el asilo, se estima que más del 30 por ciento, unos 800, la pasarán sin ser visitados por sus familiares, ya sea porque no se interesan en ellos, los abandonaron o los recluyó el Sistema para el Desarrollo Integral de la Familia (DIF) estatal en algún asilo por ser indigente o víctima de explotación, al ser obligados a pedir caridad.
Rodolfo Escalante Chi, de 81 años, es una de tantas historias de abandono, pero todavía anhela volver a ver a los que considera sus seres queridos; está dispuesto perdonarlos incondicionalmente.
“No recuerdo muy bien que pasó, mi memoria no está muy bien últimamente, solo recuerdo que fuimos como a una placita y cuando traté de buscarlos ya no estaban; mi hija y su esposo se fueron; sé que tengo dos nietos que deben tener ahora como 12 y 14 años, los extraño mucho, no sé por qué lo hicieron, pero los perdonaría y no haría preguntas”.
“Empecé pidiendo limosna y una pareja me llevó a su casa porque tenía una tos que no se me quitaba, me sentía mal porque pasaban días y no tenía dónde quedarme, después creo que también se cansaron de mí y pues me trajeron aquí, no sé qué tengo que nadie me quiere, pero espero que algún día llegue alguien que sí me quiera”, dijo, con lágrimas y tristeza en su mirada.
Hay otros más que prefieren pasar la Navidad en el asilo, donde se sienten en familia: Patricia Santiago Collí, de 72 años, comentó que le gusta convivir con sus compañeros de asilo, pues asegura que ha hecho amistades valiosas y prefiere pasar la Navidad con ellos que con su familia.
“No es que no los quiera, pero los jóvenes llevan una vida muy acelerada, reventando voladores o tomando los tragos y la música a todo volumen, prefiero la tranquilidad de mi asilo, que el griterío, además en Navidad cenamos y compartimos anécdotas y actividades, ¡es una chulada!”, recalcó con una sonrisa en los labios.
Actualmente, los 34 asilos se esmeran por dar una buena atención a los abuelitos, aunque aún está en las memorias el albergue “Jesús de la Misericordia”, que lo cerraron en julio pasado por los maltratos de los empleados y los encargados a los 19 adultos mayores que tenían en custodia, los cuales fueron reubicados en otros refugios.
Entre los asilos con mayor ocupación y demanda está el Brunet Celarain; la madre Victoria señaló que aunque hay espacio para 150 adultos mayores, actualmente residen 120 abuelitos de escasos recursos, cuyas edades van de los 65 a los 90 años, los cuales son atendidos por 48 voluntarios y 38 empleados.
“El asilo se mantiene a base de donaciones, pues es un lugar sin fines de lucro, estamos pendientes de todas sus necesidades, lo cual implica alimentación, rehabilitación y atención médica las 24 horas de día; “los tratamos como un hogar donde todos son importantes, y parte del bienestar de una persona mayor es que esté feliz, por eso en Navidad se les hace sus posadas y su cena, y lo que comen varía de lo que puede comer cada uno, pero lo importante es que convivan y se la pasen bien”, apuntó.
Por su parte, Marisol Olalde directora de la institución geriátrica “Hogar del abuelito Mérida”, quien tiene a su cargo 30 adultos mayores, comentó que la temporada navideña es una de las más esperadas por los abuelitos en el asilo, los cuales desde semanas antes de Nochebuena ya preguntan qué van a comer, que actividades realizarán y si sus familiares los visitarán.
“Cada que llega diciembre, realizamos diversas actividades, como ellos no pueden salir, no solo por su edad sino por la pandemia, entonces hacemos conciertos, pequeñas ferias donde juegan lotería, rompecabezas, cartas entre otras cosas y unos días antes de la Navidad pasamos a preguntarles que es lo que quieren comer, y tratamos de hacerles lo que más les gusta para que estén ese día lo más contentos posible, incluso se toman su refresquito que normalmente no pueden por la alimentación balanceada que llevan”, explicó.
Olalde puntuó que, al menos en la casa de asistencia que dirige, una de las condiciones para “internar” al abuelito es que los familiares firmen una responsiva de visitarlo con frecuencia y no se deslinden de ellos, por lo que la mayoría tiene visitas constantemente para mantener una estabilidad emocional en ellos.
“En cuestión de regalos, aquí las colaboradoras hacen regalitos y se los dan a todos y como algunos no tienen familia, se les indica a los familiares que si van a entregar un regalo se los den en privado para no hacer sentir mal a quienes no les toca, aunque también vienen maestros, gente que ha tenido a sus papás aquí y aunque hayan fallecido adoptan a algunos abuelitos y les traen detallitos”, dijo.
Gina Romero, directora de “Casa Romero Residencia para adultos Mayores”, señaló que este año el 50 por ciento de los residentes saldrá con sus familias al menos tres días para que puedan convivir.
“Aquí constantemente vienen de visita los familiares, es un requisito indispensable convivir con ellos; es importante que la gente sepa que para los adultos mayores es indispensable el sentirse queridos, no solo por los familiares. Animo a los voluntarios para que vengan y que jueguen con ellos, que les den un abrazo y se sienta ese cariño”.
Anselmo Cisneros Palma, de 79 años, sabe que su familia lo quiere porque lo visitan constantemente en el asilo al que voluntariamente pidió que lo internaran.
“Yo quiero vivir lo que me queda de vida de una forma tranquila, a veces veía a mis hijos angustiados porque tenían muchas cosas que hacer y además de cuidar a sus hijos me tenían que cuidarme a mí y eso les hacía pesada su vida y no quería que al final terminaran odiándome por las circunstancias; hay papás que se aferran a quedarse con su familia pero… dense cuenta (de) que estamos mejor con gente que camina y hace las cosas más despacito como nosotros y nos tienen paciencia, no hay que ver el asilo como un lugar donde nos tiran, sino donde podemos vivir los últimos días plenos y dignos”.
Cisneros Palma comentó que, para Navidad, lo van a buscar sus hijos y nietos y se queda 24 y 25 con ello, pero que pide regresar pronto a su hogar con los demás adultos mayores, quienes se reúnen para contar historias de cómo pasaron la Navidad.
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JG