Danza de la Cabeza de Cochino, reconocido sello del folclor peninsular

El nombre proviene del maya “Óok’ostal pool k’éek´en”, palabra compuesta del: óok´ostal (bailar), pool (cabeza de cualquier animal) y k´éek´en (cerdo)
miércoles, 11 de agosto de 2021 · 13:07

El baile de la Cabeza de Cochino es una de las expresiones culturales más arraigadas en las comunidades del interior del estado, que matizan de algarabía, color y tradición viva los festejos populares.

A dicha danza se le conoce generalmente con el nombre de “Óok’ostal pool k’éek´en”, palabra compuesta que proviene de la lengua maya: óok´ostal (bailar), pool (cabeza de cualquier animal) y k´éek´en (cerdo).

Si bien no existe una fecha precisa del inicio del bailable ejecutado a ritmo de 2/4, su origen se relaciona con las ceremonias realizadas por los mayas para agradecer a la naturaleza, la cual era considerada como origen y fundamento de la vida.

Con la evangelización, el peculiar acto obtuvo un sincretismo religioso cultural, entre lo maya y lo español. A partir de dicho enfoque se desarrolló un cambio importante que comenzó a estructurar la danza como actualmente se conoce.

En su libro “Costumbres de Yucatán”, el maestro Luis Pérez Sabido aborda la historia recabada por el profesor Santiago Pacheco Cruz, quien describe el singular baile de la cabeza de cochino como un “acto original y divertidísimo que celebraban precisamente como final de la vaquería”.

Citando el libro “Usos, costumbres, religión y supersticiones de los mayas”, de Pacheco Cruz; menciona que de la casa del jefe de los organizadores sacaban una procesión de la cabeza del cerdo para llevarlo a la casa principal como cortesía de los amos.

Para eso, en una mesa pequeña limpia colocaban una cabeza de cerdo en barbacoa, en jaula arqueada, tejida de madera y adornada con papeles multicolores y cintas angostas, poniéndole además a los lados panes de harina, rollos de cigarros de joloch y mazorcas salcochadas y en pibil, medias botellas de anís.

También se ponían monedas de plata en los ojos (del cerdo) y en la boca un buen trozo de pan blanco conocido generalmente en Yucatán como francés.

La mesita la adornaban de igual manera que el arco de la jaula; en los laterales y al frente pendían largas cintas que asían las bailadoras en traje de vaqueras (es decir, con sombrero y banda), puesto que tenían que bailar (bajo el Sol) cuando la llevaran al salón donde la homenajeaban a todo ritual.

A las doce en punto se iniciaba la ceremonia de salida; un indígena cargaba la mesita en la cabeza y las cintas eran asidas por las “vaqueras”; se anunciaba la salida con cohetes y triquitraques y la orquesta tocaba una alegre jarana especial (pasacalles) que todos bailaban, comenzando por el chíik que cantaba expresivamente en lengua maya y hacía gesticulaciones y cabriolas que causaban hilaridad entre la numerosa concurrencia.

Relata que el chíik llevaba la cara pintada lo mismo que el cuerpo desnudo, pues cubría (con un taparrabo) únicamente las partes pudendas; (portaba) una diadema de plumas de guajolote en lugar de sombrero y un par de cuernos imitando al diablo, ya que tenía hasta la cola larga; llevaba además una soga vaquera para lazar a los muchachos.

Le acompañaba su esposa, trajeada toscamente y también con el rostro pintado llevando en las manos una pequeña jícara para pedir limosna y otras más conteniendo maíz, cubierta por un paliacate, que sonaba continuamente para despertar al k´éek´en (cochino). También la mujer cantaba. Así iba la procesión…hasta la casa principal donde los amos y visitantes esperaban. Terminada la pieza que tocaban desde la salida, el chíik aprovechaba para anunciar la entrega de la cabeza a los nuevos “diputados” electos que se responsabilizaban de la celebración en el año venidero.

El jefe de los salientes pronunciaba una epístola en el idioma maya y sin dejar de invocar a sus dioses pidiéndoles protección y salud y que no haya novedad en el lugar para celebrar con regocijo la entrega de la cabeza.

Después de esto el chíik rociaba a todos con balché (bebida embriagante preparada con aguamiel y la corteza fermentada del árbol del mismo nombre) y que según ellos era la bendición que se otorgará a los nuevos “diputados”; luego bailaban en confusión, tomando parte hasta los amos, el “torito” o el “jarabe” zalamero.

Después llevaban la cabeza con las mismas formalidades hasta la casa del nuevo jefe donde se distribuía para la comilona. Cuando no se llevaba a la casa principal por algún inconveniente, era llevada entonces al salón de baile donde le hacían los mismos honores.

Actualmente, el peculiar baile de la cabeza de cochino sigue vivo en numerosas comunidades del interior del estado, quienes la han adoptado para celebrarla de una forma particular; si bien ha sufrido algunos cambios y modificaciones con el paso de los años, aún mantiene su esencia.

Rigel Guevara, licenciado en literatura y quien ha realizado investigaciones respecto a la danza, expresó que la celebración varía dependiendo de la zona de la que se esté hablando; “el baile de la cabeza de cochino es un ritual que conlleva una representación”, refirió.

Compartió que en algunas poblaciones, los organizadores seleccionan a las personas o mujeres que encabezarán el derrotero y participarán en la representación, en tanto que en otros lugares, incluso se hace uso de máscaras.

En los municipios del Sur del estado, la expresión viva de folclor yucateco se realiza principalmente como parte de las actividades de los gremios religiosos. La entrega-recepción de la cabeza de cochino sella el compromiso entre los anfitriones y los encargados de organizar el gremio para el año siguiente.

Chumayel y su singular baile

Chumayel, es un municipio con costumbres y tradiciones por excelencia. El nombre resuena en todas latitudes por su reconocida fiesta tradicional que involucra una serie de actividades religiosas y culturales, entre ellas: la alborada, donde se ofrecen y bailan más de 80 cabezas de cochino en una sola noche.

Como parte del gremio de la alborada, la grey católica ofrece como promesa de fe y devoción al Santo Cristo de la Transfiguración, desde una, dos o hasta tres cabezas de cochino previamente horneadas y adornadas con una variedad de temáticas alusivas al pueblo.

En un ambiente de auténtica fiesta de algarabía, diversión y cordialidad, la comunidad realiza el maratónico baile de las cabezas de cochino que reúne a cientos de visitantes que se suman al recorrido de más de ocho horas para recolectar decenas de “promesas” por todo el municipio.

En el 2014, durante el gremio que salió del predio de la señora Nelsi Chavarrea Uc, se recolectaron y bailaron 54 cabezas de cochino; en el 2015, teniendo como anfitriona a Marcela Itzá, se ofrecieron 54 “promesas”.

En el 2016, con la señora Lizbeth Brito Manzanero, se ofrecieron y bailaron 84 cabezas de cochino. Para el 2017, la cantidad fue la misma, siendo anfitrión del gremio Yinmi Briceño Chan.

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En el 2018, en el gremio que salió del hogar de Ricardo Canul Itzá, se bailaron 81 cabezas de cochino; para el 2019, última edición por motivo de la pandemia, durante el gremio se ofrecieron 85 “promesas”, teniendo como anfitrión del gremio a Flora Canché Briceño.

GH