Abuelito de Tizimín se convierte de maestro a zapatero

Don Arturo se dedica al oficio de la reparación de calzado y se le puede observar por las calles del municipio ofreciendo su trabajo a un precio accesible
jueves, 27 de agosto de 2020 · 06:20

Arturo Buenfil Rodríguez,  de 62 años, conocido zapatero en la ciudad de Tizimín, Yucatán, debe recorrer varias calles para que le pueda salir trabajo como remendador de calzado.

Por las mañanas se encuentra instalado en la esquina de la calle 48 x 47 del mercado municipal, con el objetivo de ofrecer sus servicios a las personas que necesiten reparación, costura, pegado de suelas, entre otros, cobrándoles un bajo costo que va de los 20 hasta los 60 pesos.

Buenfil Rodríguez platicó que, debido a las afectaciones este trabajo ha bajado, además de que han sido reemplazados por las zapaterías y tianguis,  las personas prefieren comprarse un nuevo calzado o de medio uso que pagar la reparación.

Platicó que el oficio lo aprendió gracias a que le enseñó un padre de familia donde él daba clases en el estado de Veracruz, “soy zapatero remendón, estuve trabajando antes como maestro en Veracruz por doce años, cuando comencé a laborar como docente un padre de familia me preguntó que si me gustaría aprender el oficio y le dije que no y ante su insistencia acepté”.

“Llego el día en que tuve que renunciar al trabajo docente por problemas familiares y me vine a Tizimín pues soy nativo de esta ciudad; cuando recién llegué empecé a revisar mis maletas y vi que pesaba un poco y por dentro me encontré unas herramientas que Jesús —su maestro— me había regalado sin que yo me diera cuenta, luego con un par de zapatos de mi difunta madre empecé a costurarlos, fui teniendo más practica hasta que decidí trabajar en esto. Mis vecinos me preguntaron que si reparo calzados les dije que si soy zapatero original fue desde entonces hasta la fecha que me dedico a este trabajo”.

“La gente prefiere comprarse calzado barato o de medio uso a pagar el remiendo; sin embargo, le doy gracias a Dios que a veces me cae uno o dos pares y es de lo que como, la gente de buen corazón me regala ropa y comida”.

“Vivo con un viejito que se llama Bartolomé Balam Dzib, quien tiene 75 años. Un día lo vi en la calle sufriendo frío y hambre, lo invité a comer en mi casa y después de decirme que tiene familia pero por su edad nadie quiere hacerse cargo de él, y que por eso decidió deambular por las calles de la ciudad, le dije que desde ese momento iba a tener un lugar donde quedarse y de lo que consiguiera trabajando como zapatero y lo que le den de caridad podríamos comer”.

Finalizó diciendo “aunque mi casa se encuentre en mal estado, con las láminas de deterioradas, los dos tenemos un espacio digno en donde estar”.

(Raquel Margarita Huerta)