Valladolid: Terminó en una silla de ruedas por un accidente en motocicleta

Comenta que le resultó complicado encontrar trabajo, por lo cual ahora vive de las aportaciones de las personas del municipio.
jueves, 3 de diciembre de 2020 · 08:30

Con motivo de conmemorarse el Día Internacional de las Personas con Discapacidad, el jueves 3 de diciembre; Por Esto! recogió algunos testimonios de la lucha diaria que enfrentan quienes, por uno u otro motivo, hoy tienen capacidades que los hacen diferentes al resto de las personas.

Héctor Barrero Medina, de 59 años de edad y quien desde hace muchos años suele acudir a pedir limosna en una de las entradas de la Iglesia de San Servacio (en la parte de enfrente de lo que será el Teatro de la Ciudad), dijo estar postrado en una silla de ruedas debido a un accidente en motocicleta del que fue víctima hace siete años y le ocasionó la pérdida de movilidad en un brazo y una pierna.

“En un principio, me dijeron que me amputarían el brazo y pierna derechos, pero gracias a Dios lograron salvármelas. Hoy, soy discapacitado y en carne propia sé que la vida de una persona con discapacidad es muy difícil. Lo más complicado es obtener trabajo. En mi caso, no puedo trabajar debido a que los huesos de un brazo y una pierna están completamente destrozados y sólo se encuentran unidos debido a una prótesis, ni siquiera puedo girar por mí mismo las ruedas de mi silla y es por ello que sobrevivo de las limosnas que me da la gente”, explicó.

“He ido a solicitar trabajo pero simplemente no me lo dan, existe un estigma en contra de nosotros”, precisó.

El entrevistado indicó que nunca imaginó que iba a acabar postrado en una silla de ruedas y pedir apoyo de la gente precisamente en las puertas de la escuela en donde estudió, tomando en cuenta que donde hoy suele acudir se encontraba la Escuela Primaria José María Iturralde Traconis.

Explicó que sobrevive gracias las monedas que obtiene de la gente (de 90 a 120 pesos al día) y los apoyos de instancias como el Club de Leones o el Ayuntamiento.

Por otro lado, José Gaspar Herrera Coronado, quien a diario acude con su silla de ruedas hasta los pasillos del Parque Principal “Francisco Cantón Rosado” por tener una severa deformidad en las piernas, indicó que nunca ha recibido un diagnóstico médico, no obstante su familia siempre le dijo que su problema fue ocasionado por la poliomielitis.

“Pido limosna porque no tengo otro medio de obtener recursos económicos para sostenerme. Durante muchos años solicité trabajo, pero nadie me dio una oportunidad, salvo en una ocasión cuando el dueño de un negocio ubicado en el centro de la ciudad me permitió laborar como “cerillo”, fue sin sueldo pero la verdad los clientes me daban propinas que me eran muy útiles, lo malo es que al iniciar la pandemia me dijeron que estaba en los grupos de riesgo y no podía seguir ahí”, agregó.

Mencionó que durante un tiempo vivió con su hermana, pero ésta le reclamaba constantemente exigiéndole dinero -que no tenía- para costear varias cosas y acabó siendo corrido del lugar.

“Hoy rento un pequeño cuarto en el barrio de Santa Lucía en donde se me cobra 700 pesos al mes, tengo que pagar agua, luz y mi comida. Afortunadamente por donde vivo hay personas muy amables que cada vez que pueden me regalan un plato de comida y algunas cositas, lo cual agradezco, pero aun así es muy difícil sobrellevar la situación. La limosna que me da la gente es muy variable y celebro cuando en un buen día logro reunir hasta 150 pesos, dinero que me permite comer hasta por dos días”, añadió.

Herrera Coronado aprovechó para solicitarle al Gobernador del Estado algún apoyo, pues dijo haber oído de recursos económicos entregados a gente necesitada para un negocio con el cual pueda salir adelante.

Mencionó que en su caso, no recibe ningún apoyo por parte de alguna instancia de gobierno, siendo que solía recibir una despensa al mes pero le dijeron que había personas más necesitadas y dejaron de entregárselas.

Afortunadamente, también existen algunas personas que pese a padecer alguna discapacidad han logrado salir adelante. Tal es el caso de Santiago Cohuo Puc, quien hoy funge como inspector de espacios públicos del Ayuntamiento.

Cohuo Puc indicó que la deformidad que hoy sufre en las piernas obedece a la polio, enfermedad que lo aquejó cuando apenas tenía cuatro años de edad.

“Pese a ese problema nunca me dejé vencer, nadie me daba trabajo y fue por ese motivo que hice lo necesario para autoemplearme, aprendiendo el oficio de sastrería. Hace un año y medio se me dio la oportunidad de trabajar como inspector de espacios públicos, lo cual agradezco y desde entonces le doy una mejor calidad de vida a mi esposa e hijos”, manifestó.

Actualmente, gracias a que consiguió una bicicleta y la adaptó con otras dos ruedas para conservar el equilibrio, le resulta mucho más fácil desplazarse por toda la ciudad y su entorno de trabajo.

En resumen, los tres entrevistados coincidieron en que quienes padecen de alguna discapacidad son discriminados en aspectos como lo laboral, al igual por personas que creen que sólo quieren ganarse la vida de manera cómoda y también por gente que no respeta los espacios delimitados para ellos en los comercios por ejemplo, pero pese a todo ello siguen porque no les queda de otra más que luchar para sobrevivir.

“Ojalá y cada día más gente haga conciencia de nuestra situación, pues actualmente para muchas personas resultamos invisibles. Eso, hasta que a ellos no les ocurre una desgracia y al verse en una silla de ruedas, notan finalmente que hasta trasladarse de una esquina a otra es algo muy complicado, porque muchas de las aceras ni siquiera están construidas para facilitarnos el traslado”, concluyó Gaspar Herrera Coronado.

Por Alfredo Osorio Aguilar