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Para la antropóloga Georgina Rosado importa mucho y es necesario construir nuevas verdades, y con ellas nuevas realidades a través de la escritura

ESCRIBIR: ¿PARA QUIÉN Y PARA QUÉ?

Georgina Rosado Rosado

Confieso que me alejé de la academia cansada de un mundo en donde los libros, artículos y en general los conocimientos generados por los y las investigadoras quedaban a disposición de un reducido número de personas, expertas en determinados temas. Después de todo, estudié antropología buscando respuestas a las problemáticas que me parecían importantes resolver motivada por el interés de participar de alguna manera en los cambios posibles a favor de un mundo más justo para todos y todas.

Y aunque los años y el trascurrir de la vida se encargaron de borrar en mí algo de lo ilusa que fui, sigo convencida de que el arte de escribir sólo puede tener un sentido primordial: transformar a la sociedad, o sea, algo más importante y más allá del dinero, el prestigio o de la fama que pudieran obtener quienes escriben.

Importa mucho y es necesario construir nuevas verdades, y con ellas nuevas realidades, con discursos que no estén divorciados de lo lúdico y de la destreza en el uso del lenguaje, pero menos aún con las personas comunes con las que nos interesa establecer un diálogo. Para ello, es preciso renunciar a estrategias elitistas que sólo alimentan soberbias personales como abusar de conceptos o elaboraciones complejas.

Como he afirmado en diversas ocasiones los y las académicas suelen aferrarse a lenguajes conceptuales, que les parecen más útiles para delimitar una posición de élite que necesarios para explicar la realidad social, renunciando a aportar elementos que ayuden a la sociedad a tomar adecuadas decisiones para mejorar sus vidas, tanto cotidianas como coyunturales. Por lo tanto, no resulta extraña la brecha, en apariencia infranqueable, que hay entre el conocimiento científico social, incluidos los que presumen de generarlo, y el resto del mundo.

El medio para romper los cercos “infranqueables”, que prevalecen alrededor del mundo de la academia, lo encontré en el periodismo, en las páginas del ¡POR ESTO! y de su sección Unicornio que generosamente me abrieron las puertas y con ellas la oportunidad de transmitir a un sector amplio los resultados de años de investigación y de estudios sobre diferentes problemáticas sociales a las que me he abocado en gran parte de mi vida, con perspectiva de género y pertinencia étnica. 

Resuelta la vía me cuestioné también el cómo, la estrategia para comunicarme con un público más amplio y, por supuesto, encontré en la literatura las herramientas para que mis textos fueran más accesibles y amables para los y las lectoras. Decidí utilizar una estrategia discursiva, donde las herramientas narrativas y poéticas de la literatura, me permitieran generar textos amenos sin que me alejara de mi objetivo principal: atender las problemáticas sociales.

Pese a ello, me encontré con que el mundo de la literatura puede ser tan elitista y excluyente como el de la academia con sus nichos inquebrantables y formulas rebuscadas. Por favor, no me mal entiendan, por supuesto que el buen escribir requiere técnicas y conocimientos específicos, también destrezas alimentadas por muchas horas detrás de la computadora y lecturas apropiadas. De otra forma podríamos terminar escribiendo, o peor aún, premiando panfletos “políticamente correctos” pero muy lejos de la calidad literaria que se debe aceptar y promover.

Sin embargo, concuerdo con el escritor cubano Edgar Sánchez Hernández ganador del Premio Latinoamericano de Primera Novela “Sergio Galindo” 2022, y quien durante la ceremonia de premiación se pronunció porque la literatura, como en su origen, debe describir la realidad señalando además que: “vivo convencido de que hoy, la literatura debe ser menos complaciente; debe ser más valiente, sincera y comprometida”. 

Pero regresando al tema central: escribir ¿para qué?, tiene su respuesta, en mi caso al menos, en la necesidad de contar la realidad, comprometerse con ella e intentar contribuir a su transformación para construir una sociedad más justa e igualitaria. Esta respuesta nos resuelve el ¿para quién?, por supuesto, para el mayor número posible de personas, para todos aquellos y aquellas que quieran leernos sin importar los títulos y grados académicos, sólo el interés por el bien común.   

 Por lo tanto, lo que menos interesa es escribir para pequeños grupos de expertos ya que, como acordamos en el taller de “Espejismo Literario” donde participo, “es importante renunciar a cualquier elaboración compleja o rebuscada, al posible aplauso de expertos o censores, para priorizar lo lúdico, lo íntimo y todo aquello que cura las viejas heridas”. Siendo el objetivo: “desnudar nuestros espíritus (ak pixano’on), e invocar a nuestros ancestros (ak ch’i’ibalo’on) en un festín de letras de donde surjan realidades alternas para nosotros, nosotras y quien nos lea”.

Es decir, describir y transformar la realidad individual y colectiva a través de las letras, sin olvidar la técnica, pero poniendo por delante la pasión y el compromiso de contribuir para hacer realidad una sociedad donde todos y todas podamos ser felices sin violencias ni injusticias. Por eso celebro que en este medio la difusión del conocimiento, del arte y la cultura tengan un espacio privilegiado, el cual agradezco profundamente.

SALVEMOS A LA DIOSA

La Diosa ha sido herida, su pecho abierto se desangra. Estando débil y exhausta, al regresar de una gran batalla contra hordas patriarcales, dormitaba en el lecho, cuando el macho cabrío con suma crueldad le clavó su espada.

Una legión de mujeres se avista en el horizonte, vienen en su ayuda, cargan hechizos y yerbas sanadoras, cantan salmos y aleluyas; del Norte llegaron las Chamanas, del Sur las Mamaconas, las Tabibas del Sahara, del Este las Valkirias y las Miko del Oriente.

Un ser obscuro se atraviesa en su camino acompañado de sus hordas y con sus flechas poderosas logra abatir a muchas, la sangre bendita es derramada, miles de cuerpos inertes se amontonan en los bosques. La tierra tiembla, un torrente de lágrimas cae del cielo y amenaza con inundar al planeta, enormes grietas se forman en los continentes tragando grandes porciones.

Algunas resisten y logran repeler el ataque, con sus escudos y sus fl echas ungidas de sabia sagrada logran atravesar el corazón de algunos monstros, que convertidos en astillas ardientes alimentan al infi erno. Están exhaustas pero dispuestas a derramar su sangre para tratar de salvar a la Diosa.

La batalla es desigual, las matriarcas de las legiones de mujeres gritan invocando ayuda, desesperadas: - ¡Debemos ser más! ¡O moriremos todas! Mientras la guerra transcurre una fi gura celestial visita el Xilbabá en busca de ayuda.

- Y tú, María, la bien amada, te quejas porque te obligaron a dividir tu esencia, cuando a mí me convirtieron en un ser fantasmal, te lamentas porque te encerraron en templos silenciosos y a mí me obligaron a vagar en el monte sagrado convertido en lugar de perdición para borrachos y trasnochados. Nuestro sagrado Ya’axche’ talado, quemado, porque saben que es ahí donde se me encuentra. Tu reino fue suplantando, el mío lo han querido convertir en infi erno candente. A tí te llamaron Virgen, reina de los cielos; a mi paria, pecadora, peor aún ¡la Xtabay! Y se me acusa de perder a los hombres, cuando mi sagrado nombre es Ixtab y mi principal misión es transportar a los que, llevados por un gran dolor, terminan sus vidas, y darles consuelo en este lugar sagrado. Son hombres malvados, seguidores del macho cabrío, los que todos los días; violan, torturan y asesinan mujeres, mientras que yo ejerzo justicia contra esos mal nacidos que lastiman mujeres y los transporto a ese lugar que ustedes llaman infierno.

- No es por mí, es por la humanidad - ¿Cuál? ¿La que ignora nuestra existencia o nos desprecia? Nuestra vida transcurre tranquila en el Xilbabá, ya nadie nos invoca, no hay oración que se refi era a nosotras, déjanos al menos disfrutar de esta paz que nos rodea al igual que los ríos que nos dan vida.

- Lo que tú no sabes, mi hermosa Ixtab, es que esa tranquilidad de la que gozas, ajena e indiferente a la humanidad, está a punto de ser destruida, una bala atravesará el río sagrado que conecta el mundo terrenal con el Xilbabá y el llamado progreso terminará por destruir la delgada capa que los separa. Acaso desde aquí no se escuchan los gritos angustiantes de los seres que habitan el monte y que son destruidos por enormes máquinas que atropellan y desbastan los k’u’che’, las punab, y la nikte’il.

- A los aluxes que por milenios fueron los guardianes del monte nadie les pide permiso para talar, arrasar, destruir, ni hay ofrenda para ellos entre las piedras que marcan los caminos, más bien huyen espantados ante los rugidos de las máquinas infernales que atraviesan sin saber, sin temer y menos honrar los centros sagrados. ¿No ha llegado hasta aquí la pestilencia de las aguas negras que son arrojadas todos los días desde las granjas a las entradas de los ríos que conectan con el mundo sagrado, con el Xilbabá, donde moras tranquila? Ya llegará, te lo aseguro.

Fue ese momento cuando Ixtab lívida y desencajada miró con preocupación a María, pero aún así tenía sus dudas ¿Acaso debía unirse a la batalla? Lo consultaría con su hermana Ixchel.

En el horizonte se escuchan caracolas, tejidos multicolores ondean cual banderas en el horizonte; ¡guerra!, ¡guerra!, gritan las Xmeen, somos seres libres, transitaremos de nuevo por este mundo. Que nos escuche la humanidad; ni conquistadas, ni vírgenes, ni santas, somos las hijas del sagrado monte, las olvidadas que mueven la rueda del destino y permiten fl orecer la vida. Nuestra sangre es bendita, la venimos a ofrecer una vez más por las que callan, por los que lloran, por las amorosas y hasta por las cobardes, salvaremos a las pequeñas y a las poderosas, sin distingo ni condición, ése es el mandato, no se asombren. Nuestra misión es el equilibro, no imponer el paraíso, el eterno devenir de luces y sombras, de risas y lágrimas, porque todas son útiles para este universo que muere y renace en su devenir interminable.

Acérquense criaturas y beban de la leche que mana de nuestros cuerpos, limpien sus cuerpos con la sangre menstrual que brota, porque somos las Xmeen, y venimos a salvar a la Diosa de la que somos parte. Disfruten, gocen de este momento de vida que les obsequia el universo, porque es irrepetible y eterno, porque no hay premio para las abstemias de placer, más bien condena eterna por mal agradecidas. ¿Es que aún no lo entienden? Sólo las fl echas acompañadas de gritos poderosos y placenteros acertarán y cambiarán el fi nal de esta guerra, así que griten, griten hermanas, que sus gritos resuenen como estallidos poderosos hasta penetrar a quienes nos impiden nuestra sagrada misión.

Y las mujeres del mundo tomaron las calles.

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