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Entre la isla caribeña y la Península hay una larga historia de intercambios y migraciones, Miguel ll Hernández habla de dos períodos, durante el siglo XVI y posteriormente en el XIX.

Intercambios culturales entre Cuba y Yucatán: Su impacto en Mérida en el siglo XIX

(Primera parte)

Miguel ll Hernández 

La relación entre la Isla de Cuba y la Península de Yucatán va mucho más allá de contactos esporádicos o por la presencia de viajeros de temporada.

La cercanía geográfica es un factor importante a tomar en cuenta y los constantes contactos entre la Península y la Isla han influido en las costumbres y hasta en la música, pues la tradicional trova yucateca muestra la incorporación de sones cubanos, con poemas de yucatecos, quienes además la adaptaron hasta hacerla algo propio.

Entre la isla caribeña y la Península hay una larga historia de intercambios y migraciones, que algunos autores señalan data desde la época prehispánica, pero es en dos épocas concretas cuando esto es más evidente: durante el siglo XVI cuando fueron llevados indios mayas como mano de obra barata para trabajar en Cuba y durante el siglo XIX,  durante la Guerra de Castas, cuando se enviaron mayas y mestizos como “trabajadores voluntarios” a la par que familias de yucatecos se iban hacia la Isla huyendo de ese conflicto social que amenazaba con acabar con la presencia “blanca” en la Península, a tal grado que incluso se ofreció la soberanía de Yucatán a Estados Unidos, Inglaterra y España.

Años después, a  partir de  1868, el flujo migratorio se revirtió, pues fueron los cubanos quienes abandonaron la Isla, que aún era colonia española, y buena parte de estos exiliados llegaron a Yucatán donde su presencia se manifestó en diversos ámbitos e incluso se ofrecieron a colaborar en la lucha armada contra los indios mayas.

Antecedentes

Fue de Cuba de donde partieron los ibéricos que a la postre colonizaron el territorio de lo que hoy es México y fue el Mayab la primera tierra continental que avistaron. Tras ese primer contacto de Francisco Hernández de Córdoba en 1517, la historia de ambas tierras quedó enlazada, aunque no debe ignorarse los posibles contactos esporádicos entre la Isla y los mayas, que podrían haber recalado arrastrados por las corrientes y el mal tiempo, ya que entre sus puntos más cercanos, ambas regiones distan apenas 200 kilómetros.

Hasta la segunda mitad del siglo XIX, el principal movimiento era de habitantes peninsulares hacia la Isla, pues en principio se trató de mayas esclavizados para que trabajaran en Cuba, dándose el caso de incursiones de españoles e incluso de piratas y filibusteros, para capturar indios y llevárselos de esclavos.

Pero no todo se trató de una actividad ilegal. En 1526 la Corona le otorgó a Francisco de Montejo una Capitulación que lo autorizaba a conquistar Yucatán y con ello adquiría también el derecho de esclavizar a los indios que no estuviesen a favor del Rey y la Iglesia. Además podía comerciar con quienes habían sido esclavizados por otros indios, o sea, los llamados “indios de rescate”.

Por si esto fuera poco, el valor que le daban a los naturales de estas tierras era irrisoriamente bajo; en el siglo XVI, durante los primeros años de la conquista, valía más un caballo pues se llegó a canjear cien mayas por un equino. Los indios así “cambiados”, fueron llevados a las Antillas, principalmente a Cuba.

La presencia yucateca fue tal en la Isla, que hubo asentamientos de mayas yucatecos en diversas regiones, como por ejemplo Puerto Príncipe (actual Camagüey) y en San Cristóbal de la Habana, agrupados en el barrio Campeche, llamado así por ser el puerto de donde habían sido embarcados en su mayoría.

Pero esta migración no se redujo a los indios esclavizados, también en el siglo XVII hubo gente “blanca”, originaria de Yucatán, que se casó con nacidos en la Isla, según consta en las actas parroquiales de la iglesia del Espíritu Santo, ubicada en el barrio Campeche. Esta diferencia se destaca pues “este tipo de inmigrante yucateco es urbano y su llegada en nada se parece a la de los indios que vimos llegar en el siglo XVI”, según se señala en archivos.

La migración desde la Península a Cuba siguió de otra forma, incluyendo la venta de los indios mayas de 1849 a 1861, con motivo de la Guerra de Castas y aún después de esta fecha, hasta que el inicio de la Guerra Grande (1869) cambió la dirección de esa migración. Previo al estallido de la lucha, la emigración ya había empezado, por las condiciones que se veían llegar, aunque esta se recrudeció desde octubre de ese año.

Cuba, que seguía siendo una colonia española, emprendió una doble lucha anticolonial. Por un lado contra España por el aspecto político y jurídico, pero por el otro luchaba contra Estados Unidos, por el aspecto económico, ya que estaba en juego el importante mercado del azúcar y de otros productos agrícolas de la isla.

Ante la situación imperante, hubo emigración masiva hacia varios puntos, calculándose que estas cifras alcanzaron entre 10 mil y 12 mil personas al mes, con diversos destinos, entre ellos la costa este de los Estados Unidos, Puerto Rico, Yucatán, Santo Domingo, etc.

Esta migración entre 1868 y 1898 no fue vista por los yucatecos como una presencia extranjera propiamente dicha. Antes ya se habían dado matrimonios cubano-yucatecos y hubo un intercambio de personajes de la vida cultural y artística entre Cuba, Mérida y Campeche, por lo que la Habana era para los peninsulares, una metrópoli regional.

Sin embargo, el papel de esos inmigrantes fue diferente al conocido hasta entonces, pues realizaron actividades políticas en pro de la emancipación cubana. Además de relacionarse con el conjunto social que los acogía. Otro aspecto digno de considerar es que la migración fue multiclasista.

Además, antes del inicio de la lucha de independencia cubana, la Isla fue sitio de exilio más recurrente de los peninsulares, ya sea por razones políticas o económicas, pues además de quienes huyeron de la Guerra de Castas, durante el imperio de Maximiliano muchos liberales se refugiaron ahí, como pasó antes con los Conservadores y luego con los imperialistas, cuando concluyó la intervención francesa.

En este contexto, la asimilación de una y otra fue creciendo, adaptándose costumbres hasta tener en cada lado características propias, pero manteniendo una identidad compartida.

Las migraciones forzadas

En el lapso mencionado, entre esos flujos migratorios se puede identificar una migración forzada, con personas llevadas al destierro de manera obligada. Esto fue además de quienes se exiliaban en uno y otro punto del Canal de Yucatán, ya sea yucatecos o mexicanos en general hacia la Isla, así como cubanos en territorio peninsular.

Estos obligados a migrar fueron los indios vendidos a Cuba como castigo por su participación en la Guerra de Castas (aunque en la práctica fueron capturados indios pacíficos y hasta se recurría al secuestro de empleados domésticos de Mérida), en tanto que de la Isla a Yucatán se dio un flujo migratorio provocado por la lucha prolongada que sostenían los antillanos para  obtener su independencia de España.

Al ser Cuba en el siglo XIX una provincia española, no había un registro estricto de las migraciones, por lo que no se tienen datos precisos en cuanto a habitantes de la Isla en los años previos y posteriores al inicio de la Guerra de Independencia.

Sin embargo nos puede dar una idea las cifras manejadas por Rolando García Quiñones, investigador del Centro de Estudios Demográficos de la Universidad de la Habana, quien señaló que para 1841 había en la isla un millón 7 mil 624 habitantes, de los que 436 mil 495 eran esclavos, esto representaba un 43 por ciento de la población total. En años posteriores se dio la migración de 124 mil chinos (entre 1848 y 1874), así como un número indeterminado de indios yucatecos (1849 y 1861), que algunos autores estiman en alrededor de dos mil.

Sobre esto último existen elementos para ponerla en duda, debido al volumen de indios llevados “bajo contrato”, durante el lapso de 1849-1861, según estimaciones de los propios representantes de las casas comerciales cubanas encargados de adquirir en Yucatán a los indios rebeldes que constituirían la mano de obra tan necesaria en esos momentos en la Isla.

Para ilustrar esta presencia de mayas en Cuba llevados a mediados del siglo XIX, se pueden ver las siguientes cifras:

Una imprenta en Mérida realizó en 1849, mil contratos para el traslado de indios, que se llenaban por quintuplicado, por lo cual se habla de un cálculo inicial de mil indios contemplados para ser vendidos, pero el Ministro de México en España de 1853 a 1855, Buenaventura Vivó, detalla que para 1855 había 768 indios mayas viviendo en Cuba, de los cuales 578 eran hombres y 192 mujeres.

También detalla que en 1849 se hizo dos envíos, uno de 135 mayas y otro de 195, partiendo desde Sisal.

Fuentes cubanas detallan que en 1862 había 738 indios mayas en Cuba, principalmente en la Habana. Los archivos mexicanos señalan 730 y los archivos del traficante Duvon Corbit mencionan 2 mil,  entre 1848 y 1858.

Un censo realizado en la Habana en 1861, señalaba que había en la Isla  mil 46 indios mayas (712 hombres y 334 mujeres), cifra que para el censo realizado en 1899, se había reducido a  755.

La diferencia de cifras podría justificarse en parte porque las familias que emigraron desde Yucatán rumbo a la Isla, escapando de la rebelión maya, llevaron consigo a sus sirvientes, pero de eso no hay datos concretos.

También hay que mencionar las declaraciones del agente de la casa comercial Zangronis de la Habana,  Gerardo Tejón, quien declaró en 1859 que entonces pagaba al gobierno yucateco 40 pesos por indio maya y ya había mandado 200 a Cuba, pero según informes militares, esta cifra era en realidad de 700.  

Al cesar el comercio de indios mayas con Cuba, por la prohibición juarista, muy pocos fueron repatriados. Esta situación quedó en evidencia en 1871, cuando el gobierno de Yucatán se dirigió al Ministro de Relaciones Exteriores, Ignacio Mariscal, para pedir la repatriación de los yucatecos que estaban en el exilio involuntario, “pertenecientes a la raza indígena y mixta”.

Se ignora si hubo respuesta, pues no existe evidencia documental relacionada con esta carta.

Movimiento de cubanos hacia Yucatán

Frente a esto se contrastan con el volumen de personas que salían de la Isla en el apogeo de la Guerra Grande (1868-1869), que llegó a ser de 12 mil al mes, como se mencionó líneas arriba.

En el caso de los llegados a Yucatán, la razón principal para que escogieran esta tierra fue su proximidad geográfica, además de ese largo contacto que llevó a que muchos cubanos tuvieran amistades y familiares yucatecos. Además había un clima de simpatía hacia la independencia de Cuba, pues los liberales en su exilio habían sido recibidos amistosamente y con simpatía en la Isla.

Esta identificación se hizo manifiesta en muchos aspectos y destacaron en el apoyo durante la Guerra de Castas pues realizaron en julio de 1869 un “Bazar Patriótico Cubano”, para recabar fondos y ayudar a las familias afectadas por esta lucha. Estos beneficios fueron repartidos a familias de Peto y Sotuta.

No obstante, aunque se reconoce que fue nutrida la emigración de cubanos a Yucatán, se desconoce su número exacto, pues no hay registros, pero examinando los periódicos de la época se ve la lista de viajeros procedentes de la Habana, que luego se identificaban realizando acciones de apoyo a la lucha de independencia, sin dejar de apoyar a la sociedad local, pues como ejemplo se menciona que cuando en junio de 1869 en Mérida se temía por un ataque rebelde, la Junta Patriótica Cubana ofreció organizar una compañía de voluntarios, que ellos mismos costearían, incluyendo armas y uniformes.

La migración fue multiclasista, con obreros, artesanos, intelectuales y artistas, también se dio la llegada de algunos hacendados ricos cuyas propiedades fueron incautadas por España durante la guerra. Estos miembros de la aristocracia cubana procedían de la Habana, Matanzas, Pinar del Río y otros, quienes vieron en Yucatán un terreno propicio para recuperar o preservar su fortuna. El punto preferido para establecerse en el sureste mexicano fue Mérida, seguido por Campeche, donde fueron dejando huella e integrándose a la sociedad peninsular.

Asimismo los demás migrantes, quienes solamente tenían sus conocimientos o fuerza de trabajo, no encontraron dificultad en encontrar empleo en estas tierras, debido a la reactivación administrativa tras la caída del imperio de Maximiliano, que llevó al restablecimiento de las leyes liberales.

 Así se desarrollaron cultivos como del henequén, azúcar y tabaco, que habían sido arrasadas años antes en los inicios de la Guerra de Castas y que por la caótica situación del país no se había atendido.

Pero no sólo en el campo se dio la integración laboral de los cubanos. De hecho la más relevante fue en el ámbito urbano. En 1869, a poco tiempo del inicio de la Guerra Grande, ya trabajaban maestros cubanos en el Instituto Literario e incluso eran autores de libros dedicados a la enseñanza, como Joaquín Andrés Dueñas o Ildefonso Estrada y Zenea, cuyos textos para dibujo lineal, fueron de tipo “oficial”, durante muchos años. También es de mencionar a Amalia Simoni de Agramante, profesora fundadora en 1873, de la cátedra de Canto en la Sociedad Filarmónica de Yucatán, o el caso de Mario Loret de Mola que, al igual que Estrada y Zenea, fundaron sendas imprentas. No se puede ignorar al educador Rodolfo Menéndez de la Peña, quien incluso desarrolló actividades políticas.

Independientemente de su integración a la sociedad yucateca, los refugiados fundaron su Junta Patriótica Cubana de Mérida, dependiente de la Junta Central de Nueva York.

(Continuará)

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LV