“Escribir es perder sonidos”, Andrés Segovia conversa sobre el desapego de la música

Tras ser beneficiado por el Programa de Estímulo a la Creación y Desarrollo Artístico (Pecda) 2022, se entrevistó a Andrés Segovia, poeta de Mérida, quien se encuentra escribiendo su proyecto El cielo era sólido como un imán
domingo, 27 de marzo de 2022 · 23:11

El autor, en espera de la publicación de su libro A donde van las cosas que nos duelen, a través de la editorial chihuahuense Sangre Ediciones, compartió su visión en torno a la música y el lenguaje, dos conceptos siameses que ha ido trabajando a lo largo de su carrera artística.

Segovia nos relató sobre su proceso escritural ante “la simplificación de las formas”, siendo que la presencia de figuras en su obra como Dick Higgins, John Cage, Jorge Fernández de Granados y Héctor Viel Temperley suelen reiterarse.

Teniendo en cuenta las diferentes formas de crear el arte y, en específico, de concebir la escritura ¿Qué representa para tu obra el escribir en Yucatán?

El mayor impacto lo hayo en mi proceso creativo. Me parece que talleriar, revisar lecturas y convivir junto a mis amigos del Centro de Experimentación, me ha ayudado a consolidar varias de las ideas y búsquedas que actualmente me interesan de la literatura. En cuanto Yucatán, como materia de escritura, me atañe poco. Recientemente me inclino por una obra que sea su propio objeto de estudio, en este caso, la música y la simplificación de sus formas. Retomando la idea del principio, me parece que podría seguir creando incluso si viviera fuera del Estado, ya que, como mencioné antes, mi escritura no está condicionada por mi ubicación geográfica, sino, más bien, se crea en compañía de otros escritores que comparten afinidades cercanas a las mías.

Estas afinidades, imagino, tienen una importancia personal, después de todo como dices no se condicionan por un territorio. Ahora que nos hablas sobre dichos paralelismos, ¿qué materia de escritura podrá encontrar el lector en tu proyecto?

El cielo era sólido como un imán toma como materia de escritura la obra extendida de Erik Satie. Es un proyecto que estoy resolviendo a partir de los métodos de composición propuestos por el músico francés: armonía estática, repetición de breves motivos, simplificación de las formas a partir de procesos lineales, geométricos o graduales. Durante la escritura activa del proyecto, he intentado apropiarme de la figura del Sócrates enloquecido, la cual es una de las principales características en el proceso de pensamiento satiano. Y así, he incorporado ideas y escritos de artistas como John Cage, Yoko Ono, Dick Higgins, entre otros. El objetivo de esto radica en el desapego musical, en el entendimiento de la música no desde el sonido, sino desde la misma partitura o cuerpo textual. Ya lo mencionó antes Charles Ives, “¿Quién dijo que la música tenía algo que ver con el sonido?”

Interesante. Pareciera que el proyecto es una especie de negación, pero a su vez un encuentro entre la idea del “sonido” como un lenguaje, no sé si llamarle puro. Digamos una atracción imantada.

También Quignard escribe en El odio a la música algo relacionado con lo que dices, “el imán es como la sonrisa de la madre”.

Apropósito de la música, ¿ese desapego musical proviene de algún tipo de incomodidad con ella?, ¿podrías explicarnos un poco la idea del “Sócrates enloquecido”?

La presencia del imán responde a una actitud antirromántica que el mismo Satie expresó en su obra, pienso que este objeto ayuda a deslindar la palabra “música” de una especie de tradición que rehúye a lo paramusical, la economía estética, o el abandono de los centros tonales. Respecto a Quignard, agradezco que me compartas el fragmento, es brutal. En ese mismo libro, el escritor francés manifiesta en múltiples ocasiones el carácter manipulador de la música.

Incluso agrega cómo las piezas de Wagner, Brahms, Schubert, etc. fueron usadas como canción-señuelo en los campos de concentración. El desapego musical que busco no proviene de ese odio, sino de la pregunta que genera Quignard a lo largo del libro: “¿Cómo escuchar música desde afuera de la música?” En cuanto la figura del Sócrates enloquecido, Satie sentía un gran afecto por los animales, hacia los perros, sobre todo. Es por ello que suele relacionársele con Diógenes (también conocido como el Sócrates enloquecido) y la filosofía cínica. El objetivo es apropiarme de la vocación humana e involucrar los rituales creativos de Satie; en consecuencia: escribir es perder sonidos.

Un libro tuyo se encuentra en proceso de publicación, A donde van las cosas que nos duelen (AVCQD) ¿qué relación existe con el nuevo proyecto?

Aunque ambos exploran el tema de la música, diría que la intención en A donde van las cosas que nos duelen, era interiorizar las armonías pastosas y ritmos lentos de Almost Blue (el autor hizo referencia a una pieza del jazzista Chet Baker producida en el año 1987) para establecer el registro y campo semántico, relacionado con vivencias personales y conceptos médicos del libro. Tomé la música como estado original del pensamiento poético.

Justo ahora, me parece, intento algo contrario. Si bien anteriormente me funcionó lo sonoro y testimonial, ahora apunto a una investigación empírica de la imagen musical tomando la escritura como ecualizador. Abandonar las coincidencias sentimentales de la escritura para volcarme hacia la simplificación de las formas.

Sobre AVCQD, en el libro puede leerse una relación entre la figura materna y la muerte, espacios como el hospital, marcapasos, la presencia desmitificada de dios, incluso escribes: “mi casa es más nido de huérfanos/ que vientre de medio sol”, ¿qué historia hay detrás de este libro?

Empecé a escribir el libro (AVCQD) a principios del 2018, año en el que mi abuela, perseguida por cuestiones de salud, se mudó al Estado de Yucatán para facilitar las atenciones médicas que requería; respecto a los elementos que mencionas, los utilicé para construir la línea testimonial del libro. En el caso del marcapasos, lo que hice fue relacionar la disminución del complejo QRS con la función rítmica de Almost Blue. Cabe señalar que mis lecturas durante la creación del proyecto giraban sobre Jaime Sabines, Jorge Fernández de Granados y Héctor Viel Temperley. Es por ello que me incliné hacia una escritura empírica-biográfica.

y ¿A dónde van las cosas que nos duelen? 

No soy el indicado para contestar esa pregunta, sin embargo, recientemente leí una anécdota Zen que podría sugerir una respuesta. En Silencio, John Cage cuenta que una mujer en Filadelfia, autoridad del arte budista, le preguntó por el simbolismo que relaciona la causa de la muerte de Buda con la ingesta de cierto hongo. Él, durante la charla, expresó su escaso interés por los simbolismos. Pasado unos días, mientras caminaba por los bosques, reflexionó que, en otoño, cuando las setas crecen vigorosamente, la función de muchas de ellas es provocar la descomposición final de la materia putrefacta. “En realidad, como leí en alguna parte, el mundo sería un imposible montón de basura si no fuera por los hongos y su capacidad de eliminarla. Así que le escribí a la señora de Filadelfia. Le dije: ´La función de los hongos es eliminar la basura del mundo. Buda murió de muerte natural´”.

Andrés Segovia (Mérida, Yucatán, 1999). Cursó estudios especializados de música y literatura. Becario de verano de la Fundación para las Letras Mexicanas (Xalapa, 2018), de la residencia literaria Material de Sueños (Islas Marías, 2021) y del PECDA Yucatán (2021-2022). Ganador del Premio Nacional de Poesía Joven María Luisa Moreno 2019 y del Premio Nacional Universitario de Poesía Desiderio Macías Silva 2019 por la obra A donde van las cosas que nos duelen, de próxima publicación bajo el sello Sangre Ediciones/Poetazos. Forma parte del Centro de Experimentación.

(Roman Zeisangre/ Fernando Sierra)

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