Los Reyes Magos, devoción hecha de tradición en Tizimín

La veneración de los Santos Reyes de Tizimín data aproximadamente del año 1563.
martes, 5 de enero de 2021 · 11:29

En la noche del 5 de enero, miles de niños se van a dormir con la ilusión de que los Reyes Magos realicen su tradicional visita anual para dejarles algún presente, ya sea algún juguete, dulce o cualquier cosa que recompense su correcto comportamiento.

Al otro día, se acostumbra partir la tradicional Rosca de Reyes que esconde al Niño Jesús, y que, al ser descubierto, condena al responsable a compartir los tamales el 2 de febrero, Día de la Candelaria.

Pero, ¿de dónde provienen esta serie de costumbres que parecen ajenas a la región?

Según el Evangelio de San Mateo, tras el nacimiento de Jesucristo, menciona la llegada de unos “magos” al territorio dominado por Herodes el Grande, rey de Judea. Tras prometerle que le avisarían cuando dieran con el paradero del “mesías”, continuaron su camino para adorarlo y entregarle oro (metal de los reyes), incienso (ofrenda de los dioses) y mirra (anuncio de sus futuros padecimientos).

Las escrituras, sin embargo, no especifican que sean tres ni mucho menos sus nombres.

Fue hasta la Edad Media que se les nombró de forma específica a cada uno y se concluyó que era un trío, partiendo de la relevancia de la Santísima Trinidad.

Es así que, Melchor, Gaspar y Baltasar aparecen por primera vez en el conocido mosaico de San Apolinar el Nuevo (Rávena, Italia), que data del siglo VI d.C. Mientras que, en la Biblioteca Nacional de España, se encuentra resguardada una de las piezas de la literatura española del siglo XII que auxilió a los evangelizadores durante la Conquista a concretar su obra: el Auto de los Reyes Magos.

Apoyándose del teatro, los religiosos expusieron a los indígenas americanos, representaciones que con el paso del tiempo se transformaron en lo que hoy conocemos como pastorelas.

En el caso expreso de Yucatán, el historiador José Iván Borges Castillo comparte, que la leyenda de los Reyes Magos se trata de un acto de devoción, ya que la tríada de personajes son más que aquellos que llevan regalos al Niño Dios, sino que son “santos e intercesores” y su conservación actual es fruto de la primera evangelización realizada por las misiones franciscanas.

En el caso específico de los Santos Reyes de Tizimín, comenta que los primeros registros de esta devoción datan de 1563; Fray Antonio de Ciudad Real, refiere que se colocaron escasas fundaciones de iglesias, siendo el convento de aquella población el que se erigió bajo el título de “Los Santos Reyes”.

Si bien hubo otros puntos como Tabi, Kanasín, Timucuy y Pocboc, en donde también se les adoró en iglesias con ese título, en la actualidad solo sobreviven la de Tizimín y Pocboc.

Otro punto clave para comprender el arraigo de la devoción, son los novenarios a los Tres Reyes, realizados por orden del líder maya Crescencio Poot en los pueblos de Tixcacalcupul y Tekom, durante la Guerra de Castas.

Relata que, en estas fechas, es costumbre que en las casas yucatecas se prendan tres veladoras haciendo alusión a cada uno de los Reyes Magos.

En las últimas décadas, desde días previos al 6 de enero, las familias de la península han adoptado el consumo de la Rosca de Reyes, tradición que vio sus orígenes en la Edad Media en Francia y España.

Según el simbolismo, para los cristianos, la forma ovalada de la rosca representa el “círculo infinito del amor de Dios”. Las frutas secas cristalizadas (naranja, limón, higo, cereza y acitrón) simbolizan las joyas incrustadas en las coronas de los Reyes Magos, y el muñeco escondido al Niño Jesús.

Para Borges Castillo, la fusión y apropiación de diversas tradiciones “vienen a nutrir y a favorecer las devociones locales; tanto los regalos, la Rosca de Reyes e incluso el hecho de disfrazarse de ellos”. A su parecer, “las devociones están bien fijadas en la reimpresión de novenas donde se habla de los Reyes de Tizimín, las cuales son prácticas devocionales agrícolas y campesinas”, y concluye explicado que, no por nada dicha ciudad fue elegida por casualidad, ya que desde hace años es relacionada con el número tres: Tres pueblos y Tres Pozos, lo que benefició a los evangelizadores al convertir a los pobladores mayas, quienes ya estaban familiarizados con el concepto de la triada.