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Diego Armando Maradona fue objetivo de fascinación, análisis e interpretación de literatos, artistas visuales y músicos.

Por sus triunfos en la cancha y derrotas fuera de ella, Diego Armando Maradona fue objetivo de fascinación, análisis e interpretación de literatos, artistas visuales y músicos. Esa admiración sirve ahora para comprender quién era el 10, el Pelusa, el Barrilete Cósmico.

Si bien es cierto que Maradona fue responsable de puño y letra, de dar su versión sobre cómo fue su vida a través de libros como Yo soy el Diego (2000) o México 86. Así ganamos la copa. Mi mundial, mi verdad (2016); hay una lista de escritores y poetas que dedicaron su tiempo e inspiración para brindar una visión ajena.

Juan Villoro en Dios es redondo, y Rafael Pérez Gay con Sonido local. Piezas y pases de fútbol, son claros ejemplos de eso.

Este último tuiteó ayer, al propagarse la noticia del fallecimiento del futbolista argentino: “Muere un héroe trágico: genio en la cancha, logró autodestruirse. Diego Armando Maradona”.

Uno de los escritores que incluyó intencionalmente al balompié en su obra, fue Eduardo Galeano. En su libro El fútbol a sol y sombra (1995), incluye ocho relatos en los que aparece el 10. En uno de ellos, “Maradona”, es un relato que disecciona al futbolista y circunstancia, su choque frontal con el poder y la carga de “ser” él.

Tampoco Mario Benedetti pudo ser ajeno a lo que el Pelusa hacía sobre el césped. Le dedicó el poema “Hoy tu tiempo es real”, única prueba “fiable” de la existencia de Dios, luego del gol anotado con la mano ante Inglaterra en el Mundial del 86.

“Vida tuya tendrás y muerte tuya. Ha pasado otro año, y otro año. Le has ganado a tus sombras, aleluya”, escribió el poeta uruguayo.

En el campo de las artes visuales, si había una forma de rendir homenaje a un jugador con esas capacidades, había que plasmarlo en gran formato. El que mejor se adecuó fue el arte callejero, irreverente y descarado.

En la ciudad de Nápoles, donde jugó durante varias temporadas en las que posicionó al equipo local en la élite europea, el holandés Jorit Agoch realizó un enorme mural con la cara del astro argentino. A este se suma el santuario y refugio de los hinchas napolitanos que lloraron su partida: la cima del Quartieri Spagnoli, en donde perdura un mural que fue pintado en 1990 y presenta a Maradona enfundado en el uniforme azul.

El barrio de Villa Palito, en Argentina, existe una serie de murales que los vecinos crearon para rendir un homenaje más; pero si de su “divinidad” se tiene que hablar, sólo falta recordar la versión de los frescos de Miguel Ángel para la Capilla Sixtina, que reposan en el techo del campo de fútbol del Sportivo Pereyra de Barracas en Buenos Aires. Maradona como Dios y Messi como Adán, son las figuras centrales de esta recreación.

Finalmente, en el plano musical siempre recibió múltiples homenajes a lo largo de los años. Cómo olvidar en La vida tómbola de Manu Chao, la frase “Si yo fuera Maradona viviría como él”, hasta cierto punto arriesgada pero que su cantautor, llegó a cantarle frente a frente al Barrilete Cósmico. También su compatriota Andrés Calamaro le dedico la pieza Maradona, junto con Fito Paéz. O que decir el tema Maradó, de Los Piojos, con la que se encargaron de inmortalizar la rivalidad entre la FIFA y Diego. Al escuchar “En una villa nació, fue deseo de Dios”, no podemos olvidar a La mano de Dios, de El Potro Rodrigo, himno que alcanzó escala mundial y que ahora, mucho sonará.

 Para cerrar, hay que disfrutar de este poema de José Eugenio Sánchez, recordado por el escritor Julián Herbert:

“Una tarde junio de 1986 cerca de la calzada de Tlalpan, Diego Armando Maradona recibe la pelota antes de media cancha con la marca del volante inglés. Da la vuelta y dribla a 1, 2 , 3, 4, el portero, y tira gol”.

Por Gibrán Román Canto