Unicornio: Leyendas del Mayab

A través de tres textos, José Iván Borges Castillo nos comparte textos sobre la vida cotidiana en las comunidades de Yucatán, así como su relación con las leyendas
domingo, 19 de marzo de 2023 · 11:33

X-KI´ICHPAN KO´OLEBIL MARÍA

Cuando volvió a oscurecer las estrellas comenzaron a brillar en el firmamento, y la luna que siempre se encendía cuando la noche avanzaba, comenzó a tener diferentes cambios, a veces parecía una uña quebrada, cuando estaba en menguante, y en otras ocasiones se figuraba como una ventana redonda que paulatina se iba abriendo para que se posara una mujer celeste, la Señora de la Luna, la Esposa de Dios. 

A veces la mujer se paraba sobre la luna cuando ésta tiene sus cuernos para arriba, y en otras ocasiones parece estar sentada en ellos, cuando los picos de la misma miran al Sur o al Norte.

Las estrellas comenzaron a brillar, decían los mayores, brillaban para hermosear el cielo oscuro cuando aquella mujer dichosa y radiante quería aparecer.

Dicen los antiguos, que contaban sus abuelos, fragmentos de la antigua sabiduría del Mayab, que esa mujer es la “Ko´olebil”, la mujer rodeada de divinidad y de luz, de fuerza y poder, la magnánima madre que cuida y protege a sus hijos, los mortales, que desde la Tierra la contemplan y a ella elevaban sus plegarias. Por eso su nombre, al llamar en nuestro tierno idioma maya se vuelve invocación y jaculatoria, es decir, oración breve y fervorosa, todo en una sola frase: X-Ki´ichpan Ko´olebil María… vertido al castellano quiere decir aproximadamente: Hermosa Señora, Divina María.

Ko’ole es mujer, señora y bil es un sufijo maya que denota poder divino que a toda ella envuelve. 

La Ko´olebil es la Señora de ahí arriba, la Señora del cielo como dicen los Chilam Balames, la señora que como madre ejerce una línea de protección directamente del Padre. Protección que lleva a la acción por el poder igual en lo divino, que ella posee frente al semejante poder que ejerce el Padre.

Muchas son las leyendas que contaban los abuelos de Tekal de Venegas y de los pueblos cercanos como Dzoncauich, que dicen que la conservación de los pueblos se debe a la mano divina de la Ko´olebil.

Por eso cuando el cielo se oscurece y los hombres se ocultan con mayor afinidad a realizar sus planes perversos en contra de sus hermanos de comunidad, ella la Ko´olebil los mira y se entristece; aun así, su brillo cubre la tierra desde la luna junto a las estrellas.

La divinidad se ha revelado a sus hijos y está señalado que cuando las estrellas en el firmamento se comiencen a tambalear será el presagio de que lo divino quiera aniquilar lo humano. 

Por eso cuando Yum Kin, el Dios, cansado de la maldad arroje bolas de fuego a la Tierra, tomando las estrellas para su fin, las enviará con ahínco para que al caer sobre los pueblos estos perezcan y se acaben, junto con el mal que en ellos habita, la mano de la Ko´olebil María tiene intervención definitiva, desviando aquellas estrellas fugaces al mar, en donde a sus aguas el fuego celeste se extingue sin hacer daño.

Las manos de la Ko´olebil se ven lastimadas como resultado de su maternal intervención. Es por eso que decían los abuelos que las manos de las imágenes de la Virgen María en las iglesias de nuestras comunidades a veces aparecen tiznadas, con esa sustancia negra muy fina que deja el humo o el contacto con carbón. Aquellas manchas de tizne u hollín son la prueba de aquel hecho celeste.

Por esa razón el mar en ocasiones arroja como evidencia de todo esto, unas estrellas secas demostrando a los mortales la obra de aquella madre divina.

Cuando las estrellas fugaces tienen su breve aparición en el firmamento oscuro del manto de la noche, y el evento es visualizado por un hijo del Mayab, el dulce nombre de la Ko´olebil viene a su mente y sus labios la invocan con plegaria perenne o en acción de gracias, devota y espontánea.

A lo largo de la historia el nombre e invocación de X-ki´ichpan Ko’olebil se agregará al nombre de María, continuación sincrética de la fe de los antiguos moradores de esta tierra. Ko’olebil María será la nueva señora del cielo y a cuyas plantas la luna se posa, y la serpiente, símbolo de poder, estará dominado bajo sus pies perpetuamente.

Luna y estrellas, rebozo cual regio manto como figura del cielo azul y las espumas del mar, en las iglesias de Yucatán las imágenes de la Virgen María proliferaran, y serán sus altares el lugar donde la devoción de nuestros mayores fijará camino a seguir a las generaciones venideras, dando a ella el tributo filiar de rodearla de flores y de besar piadosos su manto, solicitando su siempre protección contra las estrellas tambaleantes, como la vida misma.

Desde entonces la figura de la Ko´olebil María será la mujer llena de consuelo, dechado de las virtudes y el rostro materno de un Dios cristiano. Bajo su manto de estrellas todos los males se acaban.

Madre, Señora, reina de la luna y de las estrellas, doncella que recoges las flores de mayo, del chacsíc, del xkanlol y de la amapola, princesa de corona de oro y plata, de latón y cartón, rodeada de velas y humo de estoraques, figura de lo divino, remanso de paz y lugar seguro de protección que brota cuando desvía las estrellas al mar, cuando socorre en su amor, cuando en sus fiestas se bailan danzas de cabezas de cochino, de pavos y venados, y cuyo nombre es súplica que nace del corazón, cuando con fe firme, los labios de nuestros abuelos se despliegan para decir con especial acento: ¡Ki´ichpan Ko´olebil María! Hermosa Señora del Cielo: María. 

Los taates

Ésta tierra está envuelta de antiguas creencias, de consejos y aires misteriosos que en todas las épocas del año recorren sus pueblos y sus veredas, trayendo a los sentidos y a la memoria el recuerdo de los dichos antiguos, las frases siempre condensadas que sintetizan las antiguas historias y leyendas de estas tierras de Mayaoob. Tekal, un pueblo fijado al Norte de estas lajas peninsulares guarda en el eco silencioso de sus añejas casas de paja y huano, de piedra y canto, el ritmo sigiloso de la palabra que cuenta sobre aquellos que habitaron primero estos montes, milpas y solares.

Todavía no comienza fuerte la sequía, que en los últimos años ha sido terrible, hasta ver grandes parvadas de pájaros que se aproximan a las albarradas de los caminos más cercanos al pueblo en busca de agua. Es deber humano llenar las piletas de agua abundante para que lleguen a beber la gran variedad de aves que habitan nuestros montes, el mismo que comenzará a doblarse bajo los rayos del sol, y es entonces que soplarán los aires de yax kin, el tiempo de la sequía en lengua maya. Es tiempo para preparar la milpa comenzando con la quema.

La época que señalamos por comenzar, está relacionada con el siguiente suceso: Los padres aconsejaban a sus hijos que, al mediodía, cuando el Sol esté en medio del firmamento, no deberían salir a jugar en el fondo del solar ya que correrían el riesgo de ser llevados por los “taates”. Ocurrió que una niña, después de comer, descuidó a sus padres y se fue sola hasta el fondo del enorme solar familiar y fue llevada por esos seres misteriosos. Pero al cabo de dos días regresó con las sandalias en las manos y totalmente salva. El secreto para que no le ocurriera nada posteriormente, fue no interrogarla y dejarla tranquila, según consejo del Mej.

Todo lo contrario, ocurre con aquellos niños traviesos que, siendo llevados por estos seres, y al ser devueltos son interrogados, revelaron cosas que vieron y escucharon que son especiales y secretas, que probablemente pudieran utilizar en su futuro, lo que les causaría calenturas y la muerte.

¿Pero qué son los taates? Decían los antiguos, según la corta memoria del Mayab que hasta nosotros ha llegado en este pueblo de Tekal, se trata de hombres viejos, un poco encorvados por la carga del tiempo, ataviados como lo huiniques, con pantalón enrollado hasta las rodillas, delantal ceñido a la cintura, camisa blanca desgastada y tosco sombrero. El mismo nombre en maya nos revela que Taat significa abuelo.

Dicen que se llevan a los niños a cuevas y “sascaberas” (bancos donde se extrae tierra blanca para las construcciones).

Cuando raya el Sol del mediodía es deber acrecentar la vigilancia con los niños para que no fueran al fondo de los antiguos solares porque se encontrarían con los taates.

Por eso el hijo que ha nacido bajo este Sol ardiente y se ha cubierto de la sombra de un sombrero “de araña” sabe muy bien de estas cosas.

Yo creo que los taates son los eternos cargadores del tiempo, que se llevan a los niños para recrearse de sus sonrisas y travesuras como un aliciente a su perpetuidad.

El Pozo

El primer pozo que conocí se ubica en el solar de mi abuela paterna. Siempre me pareció misterioso y enigmático ese rincón, donde a fuerza humana, con auxilio de un carrillo y soga de sosquil, se sacaba el agua vital para regar la huerta familiar. Mi sentimiento era lógico, dados los múltiples dichos y creencias que giraban alrededor de ese lugar.

En la historia y leyenda de mi pueblo, de mi gran pueblo Tekal de Venegas, los pozos tuvieron en el pasado una relevancia suprema, no solo porque abastecían del agua, que es vida, fecundando los solares y saciando la sed de sus habitantes, sino porque permitieron la continuación de la vida humana en la comunidad. Cuentan los antiguos pobladores tekaleños que para la fundación del pueblo fue determinante hallar un cenote, que dicen que se ubicaba en la plaza principal, pero tras los múltiples problemas, como de niños y adultos mayores ahogados  y los peligros que presentaba, se cavaron en lugares estratégicos del centro dos pozos principales para no carecer de agua, y todo el pueblo clausuró el cenote con vigas de madera, piedras y escombro. Esos dos pozos, según contaba don Secundino Moo, se encontraban uno a espaldas de la iglesia y el otro en un terreno a espaldas de la antigua casa real, hoy el lugar que ocupa el Palacio Municipal. A esos primeros dos pozos le siguieron otros que se abrieron en la comunidad; la mayoría fueron comunitarios, llamados en maya chenkaj, o sea, pozos del pueblo, ubicados en la vía pública. Otros se formaron en los solares de los principales vecinos, ya sean los antiguos criollos, mestizos y pudientes indios del pueblo.

El solar que ocupa el terreno de mis abuelos paternos se ubica en la esquina de frente de la antigua plazuela menor del centro de Tekal. Era un terreno amplio que colindaba con la antigua casa de la familia Briceño y un antiguo pozo había sido cavado, a fuerza de alarifes, desde tiempo inmemorial. Primero fue el pozo, y mucho pero mucho después levantaron su ripio de paja el matrimonio Borges Lugo.

Recuerdo muy bien cómo lucía ese pozo en su última época, con su brocal de piedras labradas y selladas con cal viva y sascab o sahkab, en maya “tierra blanca”. Con una orilla a su alrededor de piedras lizas donde se paraban a “jalar agua” provisto de una soga, carrillo y cubo se cumplía esta fusión manual de extraer el agua desde las entrañas de esta península.

Entre los dichos populares en torno al pozo que se cuenta en Tekal es de mencionar lo siguiente:

Dicen los antiguos que no se debe acostar a dormir teniendo sed por las noches, ya que la sed es un sentimiento del alma y ésta por necesidad saldría del cuerpo para ir a beber agua en el pozo. Y puede ocurrir en la época de finados, o sea, en el mes de noviembre, que el alma al bajar al pozo a beber agua se encuentre con las ánimas de los difuntos que llegan a visitarnos anualmente y se quede con ellos sin regresar al cuerpo, ocasionando la muerte de éste.

Recuerdo bien que me decían: “No debes tirarle piedras al pozo”, porque cuando te mueras tu ánima será mandada a sacar esas piedras que arrojaste, y a falta de cuerpo para sacarla se quedará por mucho tiempo tu ánima en su intento sin lograr sacar, aunque sea una. El descanso del ánima llegará cuando algún mortal entre a limpiar el pozo y saque esas piedras que fueron arrojadas ahí.

Los niños pequeños de escasos años no deben “acechar” dentro del pozo, porque el espíritu que habita en los pozos mirará sus rostros y, quizás, auxiliado de vientos fuertes, puede en ese intento jalar al niño para llevárselo al fondo.

El pozo debe ser cuidado y respetado; no debe ser contaminado con nada, porque llegará el día en que el agua de una gran mayoría de los pozos se seque, quedando solamente en muy escasos pozos el agua, que servirá para que beban todos los moradores del pueblo.

El pozo es la casa de los vientos buenos y malos, ahí en sus concavidades se sacó el agua que bebieron los primeros pobladores de Tekal y sus descendientes.

La parte mestiza que habita en el Mayab dice que beber agua del pozo es probar el sabor de un pueblo, es sinónimo de arraigarse en la comunidad, a su frescura y vitalidad debe formarse una vía sanguínea, entre el que bebe sus aguas y del pueblo que visita.

De la sabiduría antigua, esa que llaman maya, aquella que heredamos de nuestros abuelos, nos revela que en el mes de mayo al rayar el mediodía el Sol se posa en medio del pueblo y parece entrar al pozo, siendo imposible mirar el fondo de estos, ya que el astro rey se refleja en el agua iluminando ese vacío. Cuando esto ocurre es la señal de que ya es época de comenzar a sembrar, porque el Sol está fecundando las entrañas de la madre tierra. ¡Enorme sabiduría antigua de nuestros mayores!

La poetisa Briceida Cuevas Cob escribió un poema en relación al pozo y con esto concluyo, se titula Wolis T´aan:

Ch’e’ene’ ma’ uts tu t’aan a pulik tuunich ti’i’.

Ka ch’amik u ch’e’eneknakil.

Júumpuli’ ma’ uts tu t’aan báaxal beyo’.

Wa taak a báaxal tu yéetele’

woliskut a t’aane’

ka jalk’esti’,

bin a wil bix ken u ka’ a sutil ti’ teech.

Pelota de voz

Al pozo no le gusta que le tires piedras.

Lastimas su quietud.

Ese juego no le agrada.

Si quieres jugar con él,

haz de tu voz una pelota,

arrójala,

verás que te la devuelve.

LOS OXHUALLAGUES

Era una tarde soleada, lo recuerdo bien, no sé si era marzo o abril, pero estábamos en la época de sequía, cuando sentada en su hamaca la tía Chepa, Josefa Méndez de Lugo, me contó este antiguo relato, que a su vez escuchó de una abuela de este pueblo de Tekal, doña Luisa Verde, que en lengua maya le relató que hace mucho tiempo atrás, cuando el tiempo aún no se contaba, sucedió que llegaron los Oxhuallagues.

Esta leyenda cala en el sentir del antiguo pueblo maya tekaleño, y es probable que la conservación de este relato en la memoria de los antiguos habitantes se deba a querer mantener el recuerdo de sus abuelos como los principales actores en la historia, mejor dicho, en el origen de la comunidad actual de Tekal de Venegas, veamos porqué:

Antes de la llegada de la Cruz, de la llegada de la espada, de los españoles, cuando todavía era de noche en el antiguo pueblo de Tekal, llegaron a él unos hombres llamados los Oxhuallagues, los trabajadores de la noche, y levantaron con sus manos las bases de piedra y tierra donde ahora está la iglesia de San Pedro, eran grandes piedras y todos sus materiales, y todo lo terminaron en breve tiempo; al finalizar se dirigieron a Izamal, la ciudad del gran Itzamná, hijo de Hunab Ku, el verdadero dios, y allí hicieron lo mismo: levantaron con piedras y estuco otros cimientos que servirían para la construcción de la iglesia de aquel lugar. Por último, se dirigieron a la antigua Ichcansihó, a Thó, la que sería la Mérida de los Montejo, y como ya habían hecho en otras ocasiones, con sus hábiles manos levantaron su tercera construcción, un gran basamento que sería en el futuro para los cimientos de la Nohoch Iglesia, la Catedral de San Ildefonso.

Después de haber concluido su misión, les llegó el día y los rayos del Sol los petrificó en las paredes de sus construcciones en Mérida.

Se dice que los Oxhuallagues eran hombres de pequeña estatura que se cubrían solamente con un delantal ceñido a la cintura y que no hablaban entre ellos, en la quietud de la noche mientras trabajaban sólo se escuchaba el ruido producido por sus instrumentos y las piedras, y en su ajetreo miraban con devoción la “Mamá Luna” que los acompañaba y les regalaba su luz.

Por Oxhuallagues era entendido que se trataba de un grupo selecto de personas, de privilegiados, de gente especialmente señalada por su inteligencia y creación.

Esta leyenda, a pesar de breve, está cargada de un hondo sentir. Llegada la conquista española, los indios mayas de Tekal fueron los que construyeron el edificio de la iglesia de San Pedro, desbarataron un antiguo edificio que sus abuelos habían levantado en la época maya, y el duro conquistador puso su pie y su bandera sobre las ruinas, y sobre esas mismas ruinas los mayas abrieron los cimientos y levantaron las nuevas paredes de un templo, cerraron sus techos, levantaron los muros del atrio, armaron sus labradas piedras en escaleras, y concluyeron la obra de un templo destinado a la religión de la Cruz del conquistador.

En el caso de Izamal, en un principio quedó como cabeza de la doctrina franciscana, mientras que Tekal permaneció como pueblo de visita y, por lo tanto, los indios de Tekal contribuyeron en la construcción del gran atrio y templo de Izamal, y para la Catedral de Mérida, se llevó a indios de todos los pueblos de la región para la construcción; probablemente de Tekal haya asistido un buen número de ellos, dado que su encomendero, Diego Briceño “El Mozo”, fungía como colector para su construcción.

Las voces que aún perduran, su eco, aseguran que llegará una noche en que los Oxhuallagues regresarán a Tekal, y será en una noche de luna llena, ya que a los rayos de su luz dejarán de ser de piedra, retornarán a una nueva vida y dará comienzo su peregrinar para recorrer aquellos lugares donde dejaron sus primeras construcciones, y llegarán para dar castigo de azotes a las espaldas de quienes no supieron conservarlas o no respetaron sus obras.

Los soles se esconden, las noches de luna aparecen y desaparecen, y cada vez más se va acercando esa noche de luna llena, especialmente señalada en el concierto del tiempo, en que los Oxhuallagues regresarán a Tekal para quedarse en el pueblo donde comenzó su historia.

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CC