Unicornio Por Esto!: Elena, entre la aguja y la pluma

Elena Martínez Bolio es considerada por Hernán Lara Zavala como una artista desbordada, una poeta que convierte la costura en un instrumento de su arte y de su placer personal
domingo, 4 de septiembre de 2022 · 15:41

La poética de Elena Martínez Bolio

Hernán Lara Zavala

Especial

Elena Martínez Bolio es una artista desbordada que maneja simultáneamente varias artes y disciplinas: en la portada de su libro de una huella digital surge una hebra de hilo para que la artista, a través de su delicada aguja, pueda elaborar sus hermosos, crudos, lacerantes y conmovedores dibujos y textiles para bordar su realidad más íntima.  En primera instancia Elena es una poeta. En el esbozo autobiográfico que funge a manera de introducción a su libro Retrospectiva de una aguja Elena declara:  “bordo lo que soy, lo que siento, lo que veo, me bordo a mí misma, sí, bordo la circunstancia que conlleva ser mujer en este siglo”.  Esto, en rigor, es una declaración de principios, un arte poética en la que, como Emily Dickinson, Elena convierte la costura en un instrumento de su arte y de su placer personal pero también la asume como arma de lucha y de protesta. Ella misma nos explica cómo surgió su amor por los textiles:  “Mi iniciación  en el arte textil sucedió como una revelación: el dibujar con una aguja e hilo me favoreció de inmediato su poder sanador. ¿En qué momento la aguja se convirtió en anzuelo?—se pregunta—. Y en su respuesta ella declara:  “Ahora como artesana de bordado libre, es mi propio lenguaje, el cual utilizo para suturar una herida o para bordar alguna esperanza”…Para Elena el bordado conlleva por consiguiente el poder curativo tanto como el poder creativo, se trata de una obra pública pero también de carácter intimista.

   Inicié esta presentación diciendo que Elena es una artista desbordada o podría afirmar de manera más directa que a partir del bordado y de su sensibilidad de poeta ha ido evolucionando hasta convertirse en una artista versátil, multidisciplinaria, comprometida con su tiempo y su condición de mujer y también como heredera de las tradiciones añejas de Yucatán, de donde es oriunda —con especial énfasis en la figura humana en su vestimenta femenina— así como de los usos y costumbres de la mujer yucateca los cuales ha logrado incorporar a sus diversas manifestaciones artísticas.

   Su arte surge pues de un oficio típicamente femenino y artesanal que se ha ido refinando paulatinamente hacia otras latitudes más complejas y elaboradas como el dibujo al hilo, la pintura, la escultura, el diseño de modas, el restauro y las instalaciones así como la elaboración de sábanas y vestidos a los que Elena les imprime un toque único y originalísimo.

   Pero deseo detenerme un poco en la recreación del ambiente femenino en la Península de Yucatán a la que Elena le ha dedicado buena parte de su obra desde diversas perspectivas.

   Cuando asistí a su exposición en el Museo del Carmen lo primero que llamó mi atención fueron sus pinturas sobre la vida cotidiana de las mujeres de Yucatán a las que eufemísticamente se denomina en la región como “mestizas”, cuando en realidad se trata de indígenas de origen maya.

   Elena se refiere a esto cuando dice que en ocasiones “los hilos enfrentan un compromiso social:  así las injusticias continúan siendo  bordadas zurciendo corazones de hilo para dar voz a los sectores marginales y otorgar color a las comunidades en su vida cotidiana…dignas de ser dibujadas con un  hilo”.

   Esto me llevó a asociar las imágenes de Elena con mi propia experiencia infantil la primera vez que conocí  la Península cuando tenía yo 10 años de edad.  Yo era un niño de ciudad que vivía en un barrio clase media y, por paradójico que parezca, mi visión de la ciudad se limitaba a unas cuantas calles y a gente de la ciudad muy parecida entre sí.  Pero cuando visité el pueblo de mi padre mi visión del país cambió radicalmente:  ahí entendí, por primera vez en mi vida, cómo estaba constituida la población mexicana:  ví a los descendientes de los españoles, a la mezcla de españoles e indígenas y a los indígenas puros de la región que se comunicaban entre sí en maya.  Esta experiencia dio origen a mi primer libro de cuentos titulado De Zitilchén. 

   Pues bien: al mirar los cuadros de Elena tuve la sensación de que ambos compartíamos un mismo amor a la Península. Y esto me parece particularmente importante en lo que ella define como sus “dibujos al hilo” donde las línea la define la aguja apoyada con tientes  y bordados y a veces mediante la aplicación de fibras sintéticas, a veces naturales.

   Llama la atención también el bordado con cabello que Elena aprendiera de su abuela Herlinda y de su tía María: afirma Elena: “Pero el bordado, un buen bordado, es y debe ser considerado como una obra de arte.  Una de las modalidades de bordado menos conocido  es el bordado con cabello...es un bordado erudito que se hace …con cabello, imitando un dibujo con plumilla.”

   Particular interés  tienen para mí los dibujos de la exposición titulada “Las mujeres decentes de la calle 58” donde Elena muestra con toda crudeza la vida de las prostitutas mediantes técnicas mixtas y dibujos al hilo.  Ahí refleja los cuerpos sin recato, mostrando los pliegues de la carne de sus modelos a la manera de Lucien Freud mediante tintes naturales y dibujos al hilo  que muestran una escena triste y conmovedora a la vez.

   Me gustan también las pinturas como ”Devoción”, acrílico sobre madera, de 2011, “Fin de la jornada” de 2012  y “Recinto Sagrado” de 2015. En todos los cuadros de Elena hay también un elemento metafísico que en ocasiones la acerca al surrealismo en obras como  Insistencia de 2009, Autorretrato de 2009, La mujer olvidada, de 2001, La malquerida de 2005 y Camisón de mis amores.

  Particular importancia tienen en este renglón las sábanas que tu diseñas.  Yo, querida Elena, también me declaro admirador de la obra de Joaquín Sabina.  Pues bien en la introducción que escribe Celia Pedrero titulado “Elena y las otras Elenas” escrito  por Celia Pedrero narra tu devoción por Sabina al que finalmente le hiciste llegar un juego de sábanas con tela de cáñamo con parte de sus letras bordadas por ti.  Le cedo la palabra a Celia para que nos cuente el final del relato: “Me llegó el regalo más hermoso que he tenido, una sábana con mis letras…” le dijo Joaquin sabina durante un concierto en Mérida: “el regalo es de Elena Martínez, como yo,  y para ella va dedicada “Peces de ciudad”, que es una de mis favoritas.  Celia añade que años más tarde le encargaron desde España unas sábanas con la letra de “Rosa de Lima”.  Era un encargo de Jimena, la esposa de Sabina.

   Dejo parar el final  el capítulo “Obras textiles de vestir” que representa otra enorme y originalísima aportación de Elena Martínez Bolio al mundo de la moda y de la cultura con características rigurosamente mexicanas y que tanta fama le han ganado.  Este renglón abarca camisones, faldas y enaguas, el típico terno maya, el hipil, las túnicas y el rebozo entre otras prendas que complementan con sus creaciones artísticas más ambiciosas aunque dentro del mundo del diseño y  el bordado.

   Como podrán apreciar el arte de Elena Martínez Bolio no tiene parangón.  Es una artista excepcional y originalísima que ya ocupa un destacado lugar en el arte de México pues a sido capaz de hilvanar la realidad a la fantasía.  Muchas felicidades querida Elena y que tengas muchos años de vida más para que nos sigas deleitando con tu magnífica obra.

Me marcó Elena

Aída Espinosa

Especial

¡Qué puntadas las de Elena! En un mundo donde todo debe suceder rápido y simultáneamente, cómo que una artista de su talla, espléndida dibujante, tan conocedora de la cultura local y mujer de mundo anda haciendo bordaditos. Existen tantas posibilidades para generar obras de arte a partir de una buena idea, que cobra forma, se llena de color, se modifica, se le suman elementos pertinentes a través del diseño interactivo con una buena computadora y manejo experto del equipo. Se logra así la creación de un patrón que puede repetirse a voluntad con tonos, dimensiones y cambios ad libitum. El trabajo luce,  deslumbra ya sea con una impresión profesional, o alcanzando todo el orbe en la pantalla, por los caminos que le otorgan sólo al comprador el certificado de autenticidad para decidir si conserva o vende la obra según sus deseos o necesidades. Si alguien la fotografía y la guarda en su archivo, o incluso la presume en su propio marco digital, ¡qué importa!, se trata de una copia sin valor comercial. Estos procesos cumplen  además con las exigencias de la sociedad actual en sus reducidos espacios minimalistas. Cada quien lleva en una lap top su colección de pinturas que exhibe en un marco digital al llegar a un nuevo domicilio, ya sea en el mismo país y ciudad o en otros cuan remotos se encuentren, sin empaques delicados, sin fletes, sin seguros.

 ¡Ay, Elena, debes modernizarte! Al menos pinceles, papel, lienzo, óleos, acuarelas, pero, ¿cómo para qué las puntaditas? Recrea los paisajes de tu tierra, las ceibas, cenotes, lluvias de oro, maculíes, la arquitectura prehispánica que abunda en tus latitudes. Es tan amplio el panorama de inspiración para tu sensibilidad que no se entiende fácilmente qué pretendes con la costura.

 Sí es muy loable que tus bordados se vean idénticos de derecho y de revés, pero es un trabajo bárbaro. Las figuras quedan tan perfectas que parecen estampadas, pero nadie le da la vuelta a una pintura para verla por detrás, ni mucho menos muestra por el otro lado la prenda que lleva puesta, sería complicado. Aunque debo confesar que nada iguala el goce de vestir  una obra de arte. Cubrirse de la energía de las manos y los ojos diestros y amorosos que eligieron la tela y la prepararon; de la inteligencia, el tiempo y la dedicación que intervinieron para imaginar, trazar, cortar, bordar, coser, terminar y firmar con su nombre completo lo que portamos con orgullo y alegría constituye una experiencia vital. Nos integra a la creación artística y dentro de ese mundo al que entramos con invitación personal, surgen las reflexiones.

  Elena Martínez Bolio trabaja así para irradiar su luz interior, para intentar que haya muchas como ella, para compartir con generosidad formidable lo que ha conocido y cultivado gracias a su empeño ante las oportunidades que le dio la vida. Consciente de que hay un amplio porcentaje de mujeres que nacen con limitaciones económicas, con escaso o ningún acceso a la tecnología que parece dominar al planeta, las adiestra para que se valgan de sus manos y emprendan un mejor camino. 

 La labor de Elena ha llegado a puntos muy precarios de su nativo Yucatán, donde su paciencia y su destreza han logrado que con tela de donde cortar, una larga hebra y aguja, sus congéneres sin servicios citadinos, con muy escasos recursos, queden contagiadas del don de la creatividad que les llevó esta gran señora para cambiar su vida.  Las habituales y arduas labores domésticas pueden alternarse con la placentera y precisa tarea de combinar colores y verlos surgir sobre las fibras naturales en figuras impecables que se dibujan con hilos. 

 Mi secretaria Miss Google me informó que en palabras de Einstein dijo  “la creatividad es la inteligencia divirtiéndose”. Con enorme amor y admiración te expreso, querida, mi profunda gratitud por aportar tu inteligencia para que la de muchas se diviertan con tu legado. Felicitaciones, eres el lujo de las marcas infladas de vanidad, eres la auténtica marca.

Hilvanar emociones

Lucy Lara

De la moda al arte sólo hay un cúmulo de puntadas cosidas por Elena Martínez Bolio.

Siempre he pensado que la mejor manera de conocer a un diseñador es cuando su ropa te habla de él o de ella. Una prenda es un universo lleno de impresiones y experiencias. Algunas piezas, como las que me presentaron a Elena Martínez Bolio, fueron el pasaporte a un mundo en donde el arte y la moda se fusionan. Sé que esto último suele parecer una blasfemia para los puristas, pero para mí es la sinergia perfecta, mágica, tan deseable como difícil de encontrar.

Tal como si se tratara de una urdimbre en la que los hilos verticales dan estructura y poder a una tela como estandarte de la creación y los que se traman perpendicularmente vibran llenos de emociones, el trabajo de Martínez Bolio plasma, puntada a puntada, un mundo interior que nos conecta desde nuestra vulnerabilidad, hacia su fortaleza.

No tengo el gusto de conocer a Elena en persona. Mis hermanos, Aida y Hernán, la describen como una cálida e inteligente amiga. Pero fueron las sábanas bordadas con palabras de sangre, esas sillas cubiertas de nuevas e inesperadas texturas que jamás servirán para sentarse, las frutas salvajes derramadas en un vestido como si trataran de poseerlo con su exuberancia y esos hilos colgados como queriendo continuar cada retrato entre su aguja y las rayas gruesas a base de puntadas: ojos, narices, cejas y bocas sin derecho ni revés. No conozco a Elena, la bordadora, pero me conmovió su tenacidad y destreza para remendar tantas alas rotas desgarradas ante las injusticias vividas por jóvenes violentadas.

La exposición Una larga hebra fue todo lo que necesitaba para respetar el trabajo que Martínez Bolio ha logrado concretar a través de un medio tan femenino como devaluado. Por siglos hemos visto a las mujeres bordar su historia, hacer de sus blusas, faldas o hipiles, una representación colorida de un mundo que, muchas veces, se pinta de lágrimas y pobreza, tal como se ve en la obra de la artista. Sin embargo, las horas que son dedicadas a este delicado oficio acaba con los ojos de las artesanas y a la hora de vender sus creaciones en los mercados, la ganancia no siempre resulta justa. No obstante, se sabe que el dinero que llega a cualquier mujer es vertido y capitalizado para la alimentación, salud y educación de sus hijos. Por lo que he llegado a apreciar, cada vez más, la calidad de un bordado tanto como la posibilidad de llevarlo puesto, y así ser parte de este círculo virtuoso que implica usar ropa mexicana. Por ello, aplaudo la colaboración y el homenaje que esta yucateca hace a otras bordadoras, cuyas manos maravillosas siembran, al hilo, jardines de esperanza.

Escribo estas breves palabras para hacerme presente y celebrar a la mujer, a la bordadora, a la activista, a la diseñadora, y a la artista con la que comparto el sueño de crear un mundo mejor hilvanado con creatividad, originalidad e identidad. Sin duda ya has hecho tu parte, Elena, al sembrar en mí el deseo de dormir envuelta en esa sábana de palabras rojas que abraza, como tu talento.

Retrospectiva de una aguja

Elena Martínez Bolio

Especial

El pasado 25 de agosto la escritora y artista textil Elena Martínez presentó su libro Retrospectiva de una aguja en el Museo Nacional de Antropología e Historia, en la Ciudad de México, ahí la acompañaron el escritor Hernán Lara Zavala, la traductora y palabrista Aída Espinosa y Lucy Lara, estudiosa de las tendencias de la moda en México vinculadas con el arte.

Asimismo estuvieron en el evento Paloma Bonfil Sánchez, coordinadora nacional de antropología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y Bernardo Sarvide Primo, director del Museo Regional de Antropología Palacio Cantón, de Mérida, a quien la artista agradece sus gestiones para que su libro y su exposición Una larga hebra se hayan presentado en la capital del país.

Aquí transcribimos un fragmento de las palabras de Elena durante la presentación.

“El libro que hoy se presenta nació sin saber que sería libro. Como mi trabajo solía irse de mis manos sin siquiera quedarme con algunas fotos, lo echaba de menos. Así que, apenas tuve en mis manos una cámara, me dediqué a captar momentos de las etapas de cada obra, hacer apuntes y sacarle fotos a las obras para no olvidarlas. Mi intención no era producir un libro sino sólo llevar un registro de mi trabajo. Así que, entre recolectando y atesorando fotos sencillas que yo misma tomaba y otras de artistas fotógrafos que captaban mi trabajo en exposiciones y de las visitas a mi casa-taller, se sumaron imágenes para este libro. De esta manera, poco a poco, el disco duro se iba llenando de mi quehacer cotidiano, de horas de un presente bien gozado y vivido”.

“Quiero mencionar que la instalación artística, este género artístico-visual que es mi pasión, recrea atmósferas donde el usuario puede caminar y dejarse pertenecer, incluso permitirse llegar a ser voyerista”.

 “Por lo general la obra vendida termina en hogares a veces distantes y, en este ejercicio continuo de ‘dejarla ir’, deseé siempre retenerla como en una foto familiar a la que en su reverso escribía no sólo su ficha técnica: título, materiales, año, sino también el motivo por el cuál la hice. Incluso escribía intimidades personales y, en mi juego imaginario, la obra dejé de verla como objeto para tratarla como sujeto, para que ella misma pudiera responderme”.

“Por lo anterior, pienso que este deseo involuntario de hacer un libro se volvió una realidad”.

“Umberto Eco dijo alguna vez que los libros pertenecen a la misma categoría que la cuchara, el martillo, la rueda y las tijeras, concuerdo en que los libros también son una herramienta, tienen una utilidad. Esto viene a colación pues cuando alguien me mencionó que ya tenía suficiente material para armar un libro. ¿Un libro?, me pregunté, ya que tengo en muy alta estima lo que los libros trasportan en su alfabeto que dormita entre sus párrafos. Un libro también puede ser un boleto para viajar o un recipiente donde reposan las memorias y las vivencias que espera el lector para despertar las suyas. Entonces, miré mis fotos, aquellas imágenes de mis personajes, de hijos que deseaban hablar de su circunstancia y ser escuchados. Cabe señalar que en esos momentos, hace poco más de 20 años, el arte textil estaba dejando de ser visto como decorativo y exclusivo de las mujeres, para ser soporte de obras que pueden expresar el sentir de un artista. La primera intención fue compartir una técnica textil autodidacta, (dibujar con hilo y aguja) y la emoción que me causa mi trabajo cotidiano, tanto con la aguja como con el pincel, las tinturas o la pluma”. 

 Una vez que yo ya estaba ante el proyecto de un libro, deseaba que tuviera belleza y voz propia. Así que busqué a Miguel Ángel Martínez de la Fuente para hacer posible un libro objeto que resultara un poema visual. He de mencionar que su obra rebasó lo que yo imaginé.

Por su diversa estructura y variedad de contenidos es un libro ecléctico, donde hay imágenes, como en un libro de estampas, y donde también hay textos, algunos literarios y otros ensayísticos. Un libro en el que hay escenas que, al escribirlas, se sabe que nunca desaparecieron de la mente, tal como lo dijo Miguel de Unamuno; ‘el artista ve recuerdos’”.

 “Entre los textos literarios que incluye el libro están: el poema Árbol, de Celia Pedrero, inspiración que hoy está entre la trama y urdimbre de   un camisón; el relato de Óscar Muñoz provocado por el andar de una legión de maqueches, o el texto de Will Rodríguez que emanó de mirar un vestido. También incluye ensayos de mi autoría que pretendieron captar algún instante fugitivo de exposiciones o instalaciones que no volverán, pero que quedaron retenidas en las páginas de este libro”. 

Finalmente, Elena agradeció al Museo Regional de Antropología, dirigido por el arquitecto Bernardo Sarvide, “quien ha arropado mi proyecto artístico textil y brindado un espacio tan bello como el Palacio Cantón, en Mérida;  así como presentar Retrospectiva de una aguja esta noche en el Museo Nacional de Antropología, de la CDMX, donde hoy se cumple un sueño. Y definitivamente estar en el Museo de El Carmen, en San Ángel con Una larga hebra”.

También agradeció a  Alejandra Barajas, coordinadora de exposiciones Nacionales y a Juan Manuel Garibay, coordinador nacional de museos y exposiciones, ambos del INAH.

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JG