Roberto Fernández Retamar y su legado intelectual para nuestra América (Primera parte)

Roberto Fernández Retamar dirigió la Revista Casa de las Américas, publicación para la difusión, el análisis y la discusión social.
domingo, 26 de junio de 2022 · 15:17

El pasado 9 de junio, el poeta y ensayista cubano hubiera cumplido 92 años. Casi setenta de ellos los dedicó apasionadamente a la literatura, desde que publicara su primer poemario y comenzara a colaborar en la legendaria revista Orígenes. Cristóbal León Campos recuerda al autor habanero en este ensayo, cuya primera parte publicamos ho

I

Especial

“Nosotros, los sobrevivientes/ ¿A quiénes debemos la sobrevida? / ¿Quién se murió por mí en la ergástula / Quién recibió la bala mía / La para mí, en su corazón?”,  así evocan las primeras líneas del poema “El otro” escrito por Roberto Fernández Retamar y firmado el primero de enero de 1959, día en que se declaró triunfante la Revolución Cubana. El verso expresa el duelo por quienes en sacrificio a la patria no podrán a partir de entonces conocer y disfrutar las profundas transformaciones sociales que tendrán lugar en la isla caribeña, es un reconocimiento a un pueblo que soñó con un mejor presente y entregó todo para consumarlo, es, en sí, un canto a la libertad reconocida en el asiento de un autobús donde como luminoso destello llegaron las letras en el trazo amable sin perder la memoria por el otro o los otros. Ese mismo poema, escrito tras un instante súbito como afirmara el autor, significó también la apertura de toda una nueva tradición literaria y cultural que se sumaría en compromiso y vocación a la conciencia y el sentimiento de nuestros pueblos latinoamericanos. La poesía abrió una ventana a lo humano, a lo cotidiano y profano, pero de igual forma y justamente como parte de ese componente humano; la poesía alzó la voz para nombrar aquello que se callaba y tanto urgía. La poesía volvió a entrelazar temas como Revolución, Amor y Utopía.

La poética de Retamar, que ya antes de la Revolución había dado muestras de su maestría, viene a encontrar en el compromiso y la renovación, incluso espiritual del pueblo cubano en el sentido de la esperanza y las ilusiones de un porvenir mejor, el camino para generar y alcanzar la definitoria luz que habrá de marcar el derrotero andado nombrando lo innombrable en las tradiciones anteriores y sacando de la sombra a aquellos que por mucho tiempo permanecieron al margen. El poema “Felices los normales”, escrito en 1963, es otro ejemplo de cómo a partir de las referencias íntimas, personales, familiares y cotidianas, Retamar da lugar a los aún marginados en los linderos de la historia, a quienes anduvieron los senderos sin reparo esperando el llamado justo de la nueva era para ser reconocidos.

Especial

Retamar, quien nació el 9 de junio de 1930 y falleció el 20 de julio de 2019, le cantó a la vida con sus versos, puso a la esperanza en la ruta de la poesía reconociendo a quienes dan sentido al mundo, a aquellos seres que partiendo los esquemas sistémicos, dan paso a otros nuevos mundos con sus actos, así lo plasmó en “Felices los normales”, en el que puede leerse: “Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños / Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan / Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos / Que sus padres y más delincuentes que sus hijos / Y más devorados por amores calcinantes / Que les dejen su sitio en el infierno, y basta”.  En él la ruptura con el sistema parte como rayo la idea del ser y su condición, tal y como lo hiciera Ernesto Che Guevara, a quien Retamar conoció y con quien dialogó en varias ocasiones sobre la cultura y el papel del intelectual ante las necesidades sociales. Al Che dedicó varios textos en los que resalta no únicamente su valor histórico y político, sino que encontró en sus letras una agudeza metafórica propia de la literatura,  propuesta de análisis que hasta hoy es vigente y requiere de nuevos acercamientos por las generaciones presentes que en su búsqueda de respuestas han de encontrarse con Retamar y su trascendental obra.

II

El capitalismo en gran parte del mundo ha pretendido vaciar de ética a la palabra, quiere exentarla de todo compromiso. La palabra en el discurso del pensamiento llamado “hegemónico” de occidente pierde su cualidad de garante de un compromiso social, haciendo del discurso un conjunto de palabras vacías y falsedades que se diluyen o generan desmemoria. Repensar el papel de los intelectuales en las sociedades actuales es una necesidad imperante, algunas voces conformes a los poderes imperiales han divulgado la idea de que ante los avances tecnológicos en la comunicación, el lugar tradicional que han ocupado los intelectuales en la construcción de la sociedad ha cambiado pasando a un segundo plano, esta idea muy acorde a la dispersión del pensamiento crítico, es una trampa que en el fondo busca apoyar la creencia de que las nuevas formas de comunicación digital han “democratizado” la comunicación y, por tanto, aquellos seres dedicados al pensamiento pierden utilidad, cuando en realidad la implantación de la hegemonía cultural actual, es elaborada justamente por intelectuales al servicio del interés neocolonial, por ende, la respuesta ante este pretendido desplazamiento es el reforzamiento y el reposicionamiento de los intelectuales comprometidos entre los sectores sociales necesitados, el ejemplo de Retamar sobresale en este contexto.

Comprender que la sociedad y la cultura están unidas de forma inseparable en una relación dialéctica de cambio, determinada por la producción, el consumo y la distribución de bienes materiales, en medio de la cual se encuentran las relaciones sociales como un producto de ellas, es un paso indispensable. La coyuntura actual por la que atraviesa nuestra América, nos exige tener una posición clara y comprometida con las necesidades sociales de los sectores explotados y marginados, nos exige asumir la educación y la cultura como elementos generadores de pensamiento crítico y conciencia entre la población, sirviendo de esta forma a la plena realización humana.

Especial

Para tal efecto es necesario adentrarse al estudio de la historia y la filosofía, no como elementos anecdóticos, sino como la representación del pasado en las estructuras actuales en que vivimos y su manifestación en la ideas, la historia es ante todo, el presente manifiesto y construido con el devenir de los años, concebir al pasado como algo acabado, niega de principio el hecho dialéctico de toda sociedad, pues si bien es evidente que en términos materiales muchas cosas han cambiado, en términos culturales no necesariamente es así, el llamado desarrollo en el capitalismo ha ponderado manifestaciones materiales para hablar de bienestar social, cuando en realidad despoja como principio a la mayoría de las poblaciones del disfrute de esos mismo bienes materiales y, desde luego, del real disfrute y desarrollo de la cultura. La frase difundida tiempo atrás que define a la cultura como un bien de consumo, ejemplifica a la perfección la intensión de codificación y despojo que se hace sobre ella, en especial, de la cultura de los pueblos originarios de toda América Latina y de las tradiciones libertarias resumidas en la obra de nuestros grandes pensadores y pensadoras.

El despojo de la esencia misma de la cultura original de Latinoamérica, se dio acompañado de la puesta en práctica en estas tierras de la acumulación originaria, la conquista no fue únicamente un proceso de imposición, sino que, sobre todo, fue la suplantación de las formas de concebir el mundo que hasta ese entonces se tenía, como ha explicado Edmundo O’Gorman en su obra La invención de América,  la puesta en duda sobre la naturaleza del ser latinoamericano interiorizó durante siglos la idea de inferioridad que sustentó la dominación colonial, las leyes españolas impuestas a sus territorios colonizados en América fueron la base de la estratificación y segregación reflejada en la traza urbana, en la configuración del orden social y en la explotación de la fuerza de trabajo y la riqueza natural, esas leyes que algunos historiadores e investigadores plantean que no fueron tan opresivas, son el real fundamento del racismo, discriminación y segregación que todavía padecemos, la lógica explicativa del mundo que trajeron consigo los europeos y su reformulación a partir del contacto con América, hizo patente la necesidad de explicarse el mundo a partir del suceso inicial de la historia universal, la existencia de las culturas originarias en el territorio que hoy llamamos nuestra América rompió de manera frontal toda la concepción anterior sobre los componentes del orbe que se tenían en Europa, siendo lo que se ha llamado América un resultado más por el hecho de que Occidente inventó un aparato lógico-explicativo para incluirla en el cosmos conocido.

Ahí justamente es donde encuentra vitalidad y urgencia la lectura de la obra de intelectuales comprometidos como Roberto Fernández Retamar, sus ideas se suscriben a la necesaria difusión del pensamiento crítico para reorientar la formación de intelectuales y académicos con una mirada latinoamericana y caribeña, enfatizando los procesos históricos desde una óptica comparada, incorporando su pensamiento en la lectura de los clásicos latinoamericanos y reconociendo la necesidad de ejercer la docencia e investigación comprometida con la realidad cultural y social de los pueblos de nuestra América. Es como se ha dicho, en el campo de las ideas donde tenemos el gran reto y la gran batalla por dar, como José Martí advirtiera; “Trinchera de ideas valen más que trincheras de piedra”. Frente a ese despojo del sentido humano de la palabra que se busca implantar por Occidente a todo el mundo, el legado del ideario latinoamericano nos ofrece esa oportunidad de responder a la altura de las necesidades de nuestras naciones, Retamar tiene en esta batalla de ideas mucho que aportar con su obra ensayística sobresaliente, vigorosa y actual.

III

Especial

El 22 de septiembre de 1959 en Revolución, Retamar publicó una reflexión de suma importancia y vigencia intitulada “¿Va a enseñarse la historia de la América nuestra?”, en ella menciona “[…] si admitimos que nuestra patria mayor y necesaria, la patria de cuya unidad depende en última instancia nuestra salvación como pueblo, nuestra sobrevivencia como conglomerado humano, es nuestra América, ¿cómo es que no se enseña en nuestras escuelas elementales la historia de esa América nuestra, de esa patria mayor?”.  Su planteamiento no respondía únicamente a las transformaciones pedagógicas que en el seno de la Revolución cubana se presentarían, de manera general, él sabía que para la emancipación definitiva era y es necesario el replanteamiento del sistema educativo y cultural de nuestras naciones.

¿Cuándo hablaremos de la historia de nuestra América en las aulas escolares de todo el continente? Esta pregunta pareciera en parte seguir esperando respuesta, pues si bien Cuba y otras naciones como la Venezuela bolivariana han conformado el replanteamiento de nuestra historia y su utilidad para las identidades locales y regionales, pero, también como elemento aglutinador en la tan necesaria unidad e integración latinoamericana, reconociendo que en coyuntura históricas diversos proyectos emancipatorios a los largo de nuestra América han asumido esta tarea como vital, es de reconocerse que en el terreno de la educación, la memoria, la identidad y la cultura como un todo, sigue faltando mucho por andar para revertir los años de colonialismo interno y externo que aún nos oprime.

La enseñanza de la historia en los países capitalistas latinoamericanos y caribeños sigue teniendo una currículo colonizado, la ausencia de nuestra esencia es evidente, la permanencia de los resabios coloniales en la enseñanza se refleja en la mira puesta en occidente como eje del saber, el proceso descolonizador requiere de la producción de saberes propios, no se trata de negar lo universal, se trata de hacer universal los saberes originarios, se requiere tomar las ideas y expresar las nuestras; “Ni calco, ni copia”, como dijera José Carlos Mariátegui, la filosofía es creación propia de nuestra América, es su ser el alma enunciada con palabras. Leopoldo Zea, de quien escribiera Retamar y a cuya cruzada se sumó sin duda con su obra intelectual,  trabajó durante décadas para integrar un conjunto de reflexiones que dieron forma a lo que hoy reconocemos como filosofía latinoamericana en términos académicos, sus esfuerzos se encaminaron a la articulación de los saberes, las ideas y los proyectos de unidad, integración, identidad e historia que expresan la cultura y la cotidianeidad en los países de la región, Zea -como reconociera Retamar- es impulsor de la lucha por el reconocimiento de nuestra filosofía como una corriente más de la filosofía universal. Otra sería nuestra realidad sí en las escuelas básicas se leyera de manera permanente la Carta de Jamaica de Simón Bolívar; el ensayo Nuestra América de José Martí; los Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana de José Carlos Mariátegui; El socialismo y el hombre en Cuba de Ernesto Che Guevara; y Caliban de Roberto Fernández Retamar, entre otras fundamentales obras junto a nuestras historias libertarias.

La interrogante permanente de reflexión fue siempre la misma: ¿es posible hablar de una filosofía latinoamericana? La respuesta afirmativa tiene explicación histórica, las verdades validas de cada momento histórico delimitan los temas que la propia filosofía latinoamericana trata, la reflexión sobre nuestra condición como humanos responde a la negación utópica de los conquistadores.

La gran labor pedagógica, editorial, reflexiva y de compromiso social-cultural de Retamar se inscribe esta razón de ser, su esencia es la búsqueda de nuestra particularidad como reconocimiento y también como transformación. La actividad intelectual se asume también como instrumento para la liberación de los pueblos.

IV

El malecón de la ciudad de La Habana ha atestiguado desde hace más de sesenta años la invaluable labor desempeñada por la Casa de las Américas a favor de la cultura de nuestra América, en la historia de esta fundamental institución, destacan entre otros nombres, el de Roberto Fernández Retamar junto a Haydee Santamaría, quien fuera la fundadora y primera directora de la institución en 1959. Desde 1965, Retamar dirigió la Revista Casa de las América, una de las publicaciones más significativas para la difusión, el análisis y la discusión social y literaria de Latinoamérica, las plumas más reconocidas han encontrado eco a sus ideas en sus páginas, provocando un movimiento cultural que ha acompañado a las transformaciones sociales que desde el triunfo revolucionario se suscitan. En 1986, Retamar comenzó a encabezar los trabajos realizados en la Casa de las Américas, contribuyendo, desde la dirección, a su impulso y su consolidación como la institución más importante para el pensamiento latinoamericano y caribeño.

Tanto la institución como la revista, resumen en sus acciones, el florecer de nuevas voces literarias en el mundo, particularmente del movimiento renovador cultural de nuestra América, siendo la notable conducción de Retamar de ambas el aseguramiento de su trascendencia. En cuanto a la crítica literaria en particular, Retamar aportó análisis de trascendencia, en su obra Para una teoría de la literatura hispanoamericana de 1995,  argumenta que la literatura latinoamericana existirá y se nutrirá gracias a los avances del pensamiento crítico autóctono, siendo la esencia regional y continental la médula que nutre la existencia de lo específico nuestroamericano, a decir de Retamar las “creaciones tienden a expresar nuestros problemas y afirmar nuestros valores propios, sin dejar de asimilar críticamente variadas herencias, y contribuye así, de alguna manera, a nuestra descolonización”. Nuevamente no se trata de negar lo universal, sino de hacer de lo particular y original de nuestra América una parte de esa universalidad, una idea que Martí pusiera en ejercicio en su ensayo Nuestra América como una pieza fundamental para la existencia misma de la identidad latinoamericana frente a la continua amenaza de asimilación cultural neocolonial e imperialista.

Retamar resalta que lo diverso es especifico en la realidad latinoamericana, eso mismo que pareciera hacer tan compleja la integración, es lo que enriquece y nutre las formas culturales de la región, es en la diversidad donde habita lo especifico del ser latinoamericano, por ello, afirma en la misma obra ante la crítica que: “La crítica de los colonizados, la crítica colonizada no sólo es incapaz, por supuesto, de dar razón de nuestras letras, sino que, de modo más o menos consciente realiza una tarea dañina, al tergiversar la apreciación de una literatura cuyo mérito central es, precisamente, contribuir a expresar y aun a afirmar nuestra especificidad”.  La literatura latinoamericana está lejos de ser una unidad homogénea, al contrario, es un todo heterogéneo, crítico y reflexivo sobre su propia raíz y su propio ser, es una ruptura con el canon tradicional sin buscar ser un nuevo canon cerrado, es la literatura latinoamericana la búsqueda permanente de la esencia histórica y actual de lo que conforma cada expresión de vida en los confines de nuestra geografía diversa.

(Continuará...)