Maternidades forzadas, la otra cara de la violencia en México

Arussi Unda, portavoz de la colectiva Brujas del Mar, señala violencias relacionadas con el embarazo
lunes, 10 de mayo de 2021 · 13:49

Para poder hablar de maternidades deseadas es necesario poder ver la realidad que atraviesa a niñas y mujeres de México con tal de entender por qué el derecho a decidir es un punto central en la agenda feminista mexicana desde, por lo menos, 1975.

Las mujeres vivimos bajo tutela. Se fiscalizan nuestra libertad y nuestros cuerpos en un país donde diariamente sobrevivimos a la cultura misógina y la violencia machista que nos impone la maternidad forzada, que nos empuja a la clandestinidad, que nos viola, nos golpea y nos asesina. En México -según expertos-, cada seis minutos ocurre una violación sexual a mujeres, mientras se posiciona en primer lugar a nivel mundial en abuso sexual infantil y, por consecuente, en embarazo infantil y adolescente.

Tan sólo en Veracruz -el estado donde nací y donde habito desde siempre, y que desde hace años se posiciona en los primeros lugares nacionales en cifra de feminicidios-, recuerdo con coraje los casos de Reyna Panzo, una mujer indígena de Zongolica, que pasó 11 años en prisión por un aborto espontáneo al no saber hablar español. También los de las niñas de entre 10 y 12 años víctimas de pedófilos del Albergue Tepeyac en Xalapa que son obligadas a parir, si es que sus cuerpos lo soportan. O el de Paula, de 13 años, en Orizaba, abusada por un hombre de su familia y fue obligada a cambiar los libros de su secundaria por mamilas y pañales para criar al producto de su violación. Más recientemente se nos notificó sobre una chica de 23 años en el Puerto de Veracruz que hace unos meses murió por un aborto mal practicado en la clandestinidad. Veracruz también es uno de los Estados con el código penal más severo en materia de aborto, donde acompañar uno puede costar de diez meses a dos años de prisión. Ahí es donde me pregunto, ¿cuál es la vida que importa? México no es provida: México es misógino, pedófilo y feminicida.

Instancias internacionales de la salud y en defensa de los Derechos Humanos han puntualizado el hecho de que la maternidad forzada es considerado tortura y una violación directa a los derechos de las mujeres y al libre desarrollo de la personalidad. También, variados estudios han registrado las bajas del sistema educativo con mínimo porcentaje de reinserción en jóvenes embarazadas, cómo abona a la feminización de la pobreza y la falta de oportunidades y desarrollo en el ámbito laboral, los riesgos en la salud y que la tercera parte de las familias en México son monoparentales, sostenidas por mujeres que crían solas. Las cifras hablan, las recomendaciones abundan; la maternidad no debería ser una imposición ni un castigo.

En materia de prevención, el escenario es igual de desfavorable. Sumado a la imperante realidad de violencia sexual contra mujeres y niñas, no existe al momento un solo método anticonceptivo 100% efectivo -dicho sea de paso, la gran mayoría son dirigidos a mujeres,  posando así la responsabilidad en nosotras. Su gran mayoría es hormonal, representando repercusiones físicas y psicológicas al someternos a esos tratamientos, algunos bastante invasivos-, y quienes se oponen al derecho a decidir también suman esfuerzos para bloquear la Educación Sexual Integral, por ejemplo, con las iniciativas del Pin Parental que vimos el año pasado.

Por Esto!

Esto abona al hecho de que las niñas y los niños, las jóvenes y los jóvenes, se “educan” sobre sexo a través de la pornografía, sosteniendo la violencia sexual antes mencionada al formar una visión distorsionada sobre cómo son o deben ser las relaciones sexuales. En este tema podría ampliarme bastante, pero lo dejaré para otra ocasión.

Sobre todo lo dicho anteriormente, es importantísimo apuntalar que, desde el feminismo, no se ve la lucha por el aborto como un fin en sí mismo, sino apenas como paliativo de algo mucho más grave y estructural. Para acabar de raíz con los embarazos no deseados, hay que terminar con el control masculino sobre los cuerpos de las mujeres y nuestra sexualidad. Es por esto que, ante esta realidad, les invito que defendamos el aborto en casos importantes, por ejemplo, cuando una mujer no quiere ser madre, por el motivo que sea.


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JG