'Reflejos de la Noche o el eco como imagen', una lectura a la obra de Mario Lavista

En la música, la nocturnidad también ha tenido sus grandes exponentes, entre ellos Chopin y Mario Lavista, para quien la noche sigue siendo un espacio que inspira
domingo, 28 de noviembre de 2021 · 12:57

La belleza del tiempo nocturno siempre ha cautivado a la humanidad. Paisajistas como William Turner con su obra Pescadores en el mar (1796), pasando por pinturas impresionistas como La noche estrellada (1889) de Vincent van Gogh, son testimonio de cómo el contraste con la luminosidad y la contemplación de lo nocturno generan visiones que se han vuelto piedras angulares del arte pictórico.

En la música, la nocturnidad también ha tenido sus grandes exponentes, siendo los nocturnos un tipo de género que justamente tuvo su origen en piezas pensadas para escucharse en eventos que tuvieran lugar durante la noche, similar a como ocurre con las serenatas. Autores como Chopin elevaron la categoría de los nocturnos gracias a su maestría en la composición de estas obras.

Aún en nuestros días, la noche sigue siendo un espacio que inspira a la creatividad. Está el caso de Mario Lavista (1943 – 2021), compositor mexicano de música de concierto y vanguardista, ganador del Premio Nacional de Ciencias y Artes (1991) en el área de Bellas Artes, quien compuso Reflejos de la Noche (1984) para el Cuarteto de Cuerdas Latinoamericano.

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En esta obra, como sugiere su título, el autor traslada las diferentes imágenes de la nocturnidad al pentagrama y las traduce en notas y silencios, para así evocar la vida sonora que permanece oculta con la caída del sol.

Sin embargo, la nocturnidad solo es una cara a descifrar en la totalidad de la pieza, pues Reflejos de la Noche guarda también puentes interartísticos que vale la pena explorar para comprender como la música dialoga, no solo con el oyente, sino también con otras artes que se integran en la belleza de la sonoridad. Sumado a lo anterior, la obra de Lavista también entabla una discusión con las formas musicales de abordar la noche, creando una propuesta propia a través de su interés en la experimentación con la capacidad sonora de los instrumentos y la lectura de otras artes.

Descripción de la noche en un pentagrama

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Antes de poder hablar en concreto de la habilidad de Lavista para trasladar el escenario nocturno dentro de una partitura, hay que empezar por entender la forma en la que este compositor concebía sus obras.

Una de las características más importantes en la composición de Lavista fue experimentar con todas las posibilidades sonoras que ofrece un instrumento. Bajo esta lógica, el músico reconoce al instrumento como el verdadero protagonista de su obra. El compositor lo explicaba así:

“Lo que me interesa fundamentalmente es tratar de tener una idea, más o menos clara, no de la imagen en su conjunto, sino de la imagen sonora que le quiero dar a esa obra […] Con esto quiero decir: necesito saber para qué instrumento estoy componiendo” (Lavista, 2010).

Pero la sonoridad no está completa sino se toma en cuenta la técnica del instrumentista, pues la música de Lavista insiste siempre en las nuevas posibilidades sonoras que pueden lograr en conjunto la habilidad de quien ejecuta la partitura, como la capacidad sonora que éste lleva en su herramienta musical. El compositor mexicano ponía como ejemplo los recientes ejercicios sonoros de los instrumentos de aliento, tales como la flauta, el clarinete, el oboe, entre otros, que, anteriormente, eran solo concebidos como instrumentos de tipo monofónico, pero en la actualidad, gracias a los nuevos procesos de manufacturación, así como a los instrumentistas que experimentan con técnicas no-tradicionales, los instrumentos aerófonos han han podido renovar sus posibilidades sonoras.

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Este juego que involucra la técnica del instrumentista y la experimentación del compositor le da a la música contemporánea, y a la obra de este compositor mexicano, un aire de frescura e innovación. Lavista puso especial atención a este “nuevo renacimiento instrumental” (Lavista, 2010), principalmente porque permite a los autores trabajar en conjunción con los intérpretes en la búsqueda de expresiones sonoras aún no descubiertas.

Este tipo de experimentación es la que el compositor también buscó en composiciones como las de Canto del alba (1979), escritas para ser ejecutadas en flauta amplificada. Esta pieza y su musicalidad tan peculiar no se podría concebir sin la estrecha colaboración entre la flautista Marielena Arizpe y el propio Lavista, quien reconoce que fue gracias a la interprete que él pudo integrar las nuevas posibilidades acústicas de la flauta dentro de su propia labor como compositor. Otro ejemplo de la experimentación en la obra musical de Lavista estuvo presente en Jaula (1977), pieza escrita en tributo a los 64 años de John Cage y que está pensada para ser interpretada en un piano “preparado”, una técnica inventada por el propio Cage que consiste en intervenir el mecanismo interno de un piano con diferentes utencilios, con la finalidad de hacer que el instrumento produzca sonidos diferentes a los convencionales.

La exhibición original de esta pieza contó con la colaboración del artista plástico Arnaldo Coen y el poeta Francisco Serrano, en un esfuerzo conjunto de los tres para crear un en el que lo literario, lo visual y lo musical forma parte de un todo indistinguible.

Entre el músico y el poeta elaboraron en conjunto una “jaula” a partir de la superposición de hojas de papel recortadas que, en los bordes, mostraban las pautas que un pianista debía seguir para interpretar la mencionada pieza musical. La obra se presentó como una escultura de papel y como una partitura musical, de tal forma que no se puede concebir la existencia de una sin la integración de la otra.

Lavista produjo obras desde la experimentación musical en un diálogo abierto con otras artes, de las cuales se nutría para llevar a la música sonidos aún no explorados y técnicas que estaban a la espera de ser descubiertas.

Reflejos de la Noche o el eco como imagen

Con Reflejos de la Noche, pieza escrita para el Cuarteto Latinoamericano, Lavista sigue con esta línea de pensamiento musical en la que convergen la experimentación sonora, la interacción entre diferentes artes, y las capacidades de los intérpretes en la producción de la obra misma.

Empezando por el origen del nombre, el compositor ha declarado que se inspiró en un poema breve de Xavier Villaurrutia titulado “Eco”, perteneciente a una serie de poemas titulada Suite del Insomnio, que dice:

“La noche juega con los ruidos copiándolos en sus espejos de sonidos”

En su poema, Villaurrutia traza una línea que Mario Lavista se propone a seguir: la noche como una imagen que el sonido es capaz de replicar, aunque en su propio idioma. Lo que para el poema es la creación de una imagen, para el compositor representa la oportunidad de jugar con la precepción y la imaginación del escucha, es así que nace la premisa de hacer del sonido un espejo que pueda emular la nocturnidad.

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Si bien, la poesía y la música cuentan con diferentes medios para concebir un discurso, Lavista insistía en nutrirse de la musicalidad y capacidad metafórica que ofrece la poesía, pues, tal vez, el compositor reconocía que, aunque se traten de lenguajes “diferentes” no existe arte que pueda ser entendido únicamente por sí mismo. Esta visión creativa está presente en la obra del compositor, quien incluso llegó a manifestar que “[…] puede ser más revelador leer alguna línea de Proust, de Thomas Mann o de Alejo Carpentier que frecuentar un texto musicológico.” (Lavista, 2016, 49). Cabe mencionar lo importante que son estas palabras para la interpretación de Reflejos de la Noche, pues, al igual que la música se hace eco del poema, el poema utiliza el eco de la sonoridad para construir su propia imagen de la noche.

Ya no con poesía, sino utilizando el lenguaje musical, la idea del reflejo se vuelve inmanente a la obra. Reflejos de la Noche es una composición que consiste en un único movimiento que está dividido en tres momentos, siendo el primero y el tercero espejos el uno del otro; llevando al oyente en un viaje circular. A su vez, el sonido se vuelve espejo de la imagen nocturna, pues la pieza no se detiene únicamente en su estructura general para evocar un espejo sonoro en el que la nocturnidad pueda manifiestarse:

“Intenté en esta obra capturar la atmósfera nocturna y la idea de reflejo que el poema sugiere. Usar armónicos es, en un cierto sentido, trabajar con sonidos reflejados, ya que cada uno es producido por un generador o sonido fundamental, que nunca escuchamos: sólo percibimos sus armónicos, sus sonidos-reflejo”. (Lavista, 2016, 117).

Es necesario recordar que los sonidos armónicos no son otra cosa sino la construcción de un sonido a partir de otros sonidos fundamentales, de tal manera que en la pieza la idea del reflejo abarca, desde la estructura más general de la obra, hasta la forma en que ésta contempla sus partes más fundamentales: los sonidos.

Los elementos atonales en los violines acentúan los accidentes de la nocturnidad al asemejarse al sonido de los grillos, verdaderos violinistas de la naturaleza que rompen con el silencio y la aparente tranquilidad de la oscuridad nocturna. La musicalidad es constante, distanciándose de la idea de la noche como un tiempo de reposo; pues aquí la música reconoce que la vida no se detiene, sino que se transforma al anochecer.

Música contemporánea: un diálogo abierto

En su obra Trece comentarios en torno a la música (2016), Lavista dice: “A los instrumentos hace falta escucharlos con mucha atención para descubrir las voces que aún encierran”. Es justamente esa idea la que llevó a este compositor a querer producir sonidos renovados, a sorprendernos donde nosotros nos creíamos oyentes seguros. Es por eso que obras como Reflejos de la Noche y Canto del alba son tan laureadas por la crítica, pues en ellas se reconoce la capacidad de Lavista para renovar la música a través de los instrumentistas y de otras artes.

Aunado a lo anterior, no se puede dejar de mencionar la cualidad inventiva del compositor mexicano para hacer presente la musicalidad en otras artes, tal y como lo demuestra en sus colaboraciones interartísticas, así como en su sensibilidad para adaptar figuras y recursos de otras disciplinas e incorporarlas en su propuesta musical.

En suma, compositores como Mario Lavista son fundamentales para entender que la música contemporánea está inmersa dentro de un gran dialogo interdisciplinario, en el que la labor del compositor, y del artista en general, es encontrar las nuevas posibilidades de su propio arte. Estos son los puentes que el compositor se atrevió a cruzar, y es un ejercicio en el que todos podemos participar cuando dejamos de pensar en el arte como un ente aislado y lo empezamos a concebir como una conversación abierta.

Referencias

  • Lavista, Mario. Cuaderno de Música. El Colegio Nacional. 2016. México.
  • Lavista, Mario. Trece comentarios en torno a la música. El Colegio Nacional. 2016. México.
  • “Los cuartetos de cuerdas de Mario Lavista” en El Universal: http://confabulario.eluniversal.com.mx/los-cuartetos-de-cuerda-de-mario-lavista.
  • Fernando Sierra (Yucatán, 1996). Estudió la licenciatura en Literatura Latinoamericana en la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY). Actualmente es miembro del Centro de Experimentación y forma parte del consejo editorial de Ediciones O.