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En pos de los tunkaseños cautivos en Chan Santa Cruz

Se desconoce la cifra exacta de los prisioneros capturados en Tunkás en 1861, “aunque fuentes contemporáneas estiman cientos”, según menciona Paul Sullivan.36 Nelson Reed habla de unas 600 personas, que eran precisamente casi toda la población de Tunkás.37

Según este autor:

“Dice una leyenda que los invasores se dividieron en Chichén Itzá, repartiéndose el botín y los prisioneros y ahorcando a los indeseables en el arco de la entrada de lo que se ha llegado a conocer por Hacienda de Thompson”.38

A este respecto, reportes de prisioneros que lograron fugarse después de la toma de Tunkás señalan que todos los hombres blancos fueron ejecutados durante el camino o en Santa Cruz, y que únicamente fue respetada la vida de las mujeres.39

El lunes 16 de septiembre de 1861 en El Constitucional40 apareció un parte oficial de la secretaría de gobierno del estado de Yucatán en el que se publicó la copia de un documento suscrito el día anterior en la jefatura política de Izamal. El documento, firmado por 66 personas –entre las que destaca el hacendado tunkaseño Manuel Rodríguez Solís, mencionado anteriormente– comprometía el apoyo de los firmantes, y sus personas inclusive, al “Superior Gobierno” a fin de frenar los avances de los rebeldes, particularmente después de los aplastantes ataques a Sacalaca y Tunkás.41

El periódico oficial reportó el mismo día sobre las operaciones militares contra los rebeldes que atacaron Tunkás:

Después del horrible acontecimiento de Tunkás, ninguna cosa notable ha acaecido en el teatro de la guerra, ni tenemos aun noticias del resultado de los movimientos militares que se practicaron para cortar la retirada al enemigo y para seguirle la pista.

El miércoles 25 de septiembre el mismo periódico publicó, en la sección Crónica del Estado, una nota del jefe político de Espita en que manifestó a los ciudadanos de la Guardia Nacional de los pueblos que había recibido órdenes del gobernador del estado de sacar de ese partido a sesenta hombres solteros para poner a disposición del coronel José Agustín Acereto, del batallón de dicho partido, a fin de evitar otra “osadía sin límites” como la de Tunkás.42

El 27 de septiembre, El Constitucional43 publicó un documento procedente de la villa de Motul, en el que se dio cuenta de la disposición de sus habitantes de “entregar sus servicios a la causa”, en consideración de los hechos de Sacalaca y Tunkás.

En El Constitucional44 del lunes 14 de octubre de 1861 aparecieron dos relaciones de personas y el monto con que contribuyeron para socorrer a las familias de Tunkás. La primera, suscrita en Izamal el 10 de septiembre de 1861, está encabezada por Agustín Acereto y Pantaleón Barrera, sumando un total de 49 personas y un monto de 54 pesos, más especias. Vale mencionar que, en la fuente original, de donde se infiere se tomó el dato publicado en El Constitucional, aparece una lista de 51 personas entre las que se encontraba el propio gobernador Agustín Acereto y cuatro sacerdotes.45

La segunda, firmada en Motul el 15 del mismo mes y año, fue suscrita por Santiago Pachón y tiene un listado de 62 personas con un monto de 38 pesos.46

La colaboración voluntaria en especie, en dinero o en servicios nos da una clara idea del impacto emocional que debió tener en la población el ataque de los mayas rebeldes a Tunkás.

El 30 de septiembre, El Constitucional47 publicó la siguiente nota:

“Excmo. Sr. –Los que abajo suscriben, todos vecinos de este desgraciado pueblo, ante V.E. con subordinación y respeto, exponen: que teniendo noticias ciertas por las personas que se han presentado últimamente y fueron llevadas por los indios sublevados cuando invadieron este pueblo el día 7 del presente mes y se fugaron 6 leguas mas (sic) allá del pueblo de Tihosuco según declaran, que además de las otras que habían hecho lo mismo, una de ellas, cuando consiguió salvarse de la custodia del enemigo que las conducía, se les desapareció y que ignoran su paradero; y considerando que hubiese sucedido igual caso con otras infelices familias que por su ningún conocimiento de aquellos lugares se hubiesen extraviado, ó por el cansancio o debilidad por falta de alimento no pudiesen hacer camino, aun estando en el tránsito, ó por otros inconvenientes que precisamente se les deben multiplicar; y movidos los afligidos corazones de estos desventurados; creyendo cada uno fuesen sus padres, sus hermanos, sus esposas, ó sus tiernos e inocentes hijos; y por último, movidos por la humanidad, se han resuelto hacer un supremo esfuerzo para salir de ésta, con doscientos hombres que se reunirán únicamente en este municipio, todos voluntarios, para dirigirse al camino que abrieron dichos bárbaros y avanzar un poco mas (sic) allá del punto donde consiguieron la fuga esos infelices que se presentaron llenos de trabajos; y aunque nos encontramos destituidos de recursos.

A.V.E. ocurridos —- Suplicando en méritos de acreditada justificación se sirva concedernos armas y municiones para que con su superior permiso, si lo tiene á bien, nos dirijamos a explorar dicho camino; que todo el servicio de la tropa y oficialidad se hará gratuitamente, proporcionándose cada uno municiones de boca, sin gravitar sobre el tesoro público mas que lo relacionado. Sin embargo de que no desconocemos las multiplicadas atenciones de V.E., dirigimos la presente instancia, rogándole humildemente que la fuerza que así se arregle vaya a las órdenes de D. Manuel Rodríguez Solís. Es justicia y gracia que no dudamos alcanzar de V.E. y juramos para su logro. Tunkas septiembre 25 de 1861. – Francisco Ávila. Manuel Rodríguez Solís. Pastor Granisete (sic) Manuel A. Rean. Manuel Espinosa. José D. Leal. Pascual Sánchez. Andrés Cámara. Merced Medina. Bernardino Leal. José Ma. Sinturion. Miguel Rodríguez.48

En esa misma fecha y periódico se publicó un manifiesto del gobernador Acereto, en el que se hizo énfasis en la violencia y atrevimiento de los rebeldes, sobre todo en los ataques a Sacalaca y Tunkás. Sobre este último, Acereto señaló:

“multitud de familias, sufrieron considerables pérdidas en efectivo y artículos de comercio y algún armamento que cayó en poder del enemigo con la pérdida de Tunkás”.49

Independientemente de que las notas periodísticas del momento fueran exageradas o no, sin duda la baja de población fue tan drástica que, por ejemplo, en 1865 se informó que no existía ni una escuela en el pueblo de Tunkás “debido a las continuas luchas de la guerra de castas”.50

Con la intención de localizar y recuperar a los captores y sus víctimas se realizaron distintas operaciones militares y civiles, como lo podemos ver en una nota aparecida en El Constitucional51 el lunes 7 de octubre de 1861, en la que el gobernador Agustín Acereto agradeció a un hacendado haber establecido de su cuenta un cantón avanzado en el pueblo de Libre Unión, con sus propios sirvientes, armados, municionados y mantenidos por él mismo.52

El 30 de octubre, El Constitucional53 publicó la relación de los integrantes de la comisión para la recolección de donativos destinados a rescatar a los prisioneros cautivos en Chan Santa Cruz. La comisión estaba encabezada por José Domínguez, y la lista de donativos estaba integrada “hasta este entonces”, por 35 personas que habían reunido $ 484.50. Ese mismo día, El Constitucional informó que don Francisco Zavala, uno de los dueños del teatro de la ciudad, ofreció la realización de una función de teatro, cuyas ganancias fuesen destinadas al pago del rescate de los tunkaseños cautivos en Chan Santa Cruz”.54 Pero el entusiasmo por rescatar a los prisioneros de Tunkás fue pasajero, pronto cayeron en el olvido del gobierno y de la sociedad, y las operaciones de rescate simplemente no ocurrieron.

Los rehenes sobrevivientes, año con año cada vez menos, tuvieron que intentar fugarse por su propia cuenta. Muchos de ellos fueron ejecutados al ser descubiertos sus intentos, otros en plena fuga, pero algunos afortunados consiguieron regresar con los suyos, como podemos ver en la siguiente carta del comandante del cuartel de Tihosuco, fechada el 27 de julio de 1869:

“A las diez de la mañana de este día se han presentado a esta comandancia el C. Manuel Alamilla Catzín, Francisco Chavaría y su hija Severa, procedentes de Chan Santa Cruz, el primero hecho prisionero por los rebeldes en las inmediaciones de Bacalar cuando aquellos ocuparon aquel punto, y los dos últimos fueron cojidos en el pueblo de Tunkas cuando fue invadido. Unánimes declaran que se fugaron de Santa Cruz hace ocho días, aprovechando la salida de los indios que se dirigieron a Santa Cruz Xtulum (Tulum) con objeto de consultar sus oráculos que dicen existen en aquel punto”.55

Vale la pena mencionar que existieron cautivos que no sólo no intentaron fugarse, sino que se negaron a retornar a sus lugares de origen, como el caso de las dos hermanas Grascinete, quienes habían sido capturadas en Tunkás. Las hermanas fueron reconocidas por un comerciante meridano que llevaba artículos a Chan Santa Cruz y regresaba a la capital yucateca con mercancías procedentes de Belice. El comerciante informó del hecho a los familiares de las Grascinete –probablemente oliéndose que en su rescate habría un buen negocio–, quienes a su vez se pusieron en contacto con las hermanas, pero éstas, para enorme sorpresa de sus parientes, se negaron a retornar a su hogar en Tunkás, pues ya habían formado familia con hombres de Chan Santa Cruz y tenían descendientes con ellos.56

Es conocido el caso de Josefa Rodríguez Solís, quien aún permanecía cautiva en 1874 y que fue llevada a Corozal para una operación de rescate que finalmente se complicó, como veremos a continuación.57

El 24 de diciembre de 1874, cinco hombres y tres mujeres, todos indios rebeldes de Santa Cruz, dirigidos por Victoriano Vitorín, llegaron a Corozal llevando consigo a una mujer de 35 años llamada Josefa Rodríguez, capturada en Tunkas el 7 de septiembre de 1861. El grupo llevaba una carta que hacía referencia a la mujer, y que debería ser entregada al mercader Trumbach, con quien se operaría el rescate.

Josefa Rodríguez y su hermana eran:

“de un grupo de casi 47 mujeres que habían sido capturadas en Tunkás en 1861 y que habían sobrevivido a sus primeros años de cautiverio. Otras fueron asesinadas en camino a Santa Cruz o después de intentar escapar”.58

Aparentemente, tanto Josefa Rodríguez como su hermana Encarnación habían sido asignadas como sirvientes domésticas59 en la casa de Dionisio Zapata.60 Vale mencionar que Josefa era la esposa de Manuel Rodríguez Solís, el hacendado y oficial yucateco que había encabezado las acciones militares contra los rebeldes después del ataque, y que incluso había hecho campaña contra los mayas aún antes de la toma de Tunkás.61

Josefa y su hija,62 habían presenciado personalmente, a escasos metros, las ejecuciones de varios de sus coterráneos en la misma plaza de Chan Santa Cruz:

“…pero con tal pena y agonía, que en espera del golpe fatal que debía acabar con ellos (sic), vieron caer la cabeza de un anciano, conocido amigo que les precedía, y cuya lengua y ojos vieron girar de una manera terrible en su cráneo enrojecido”.63

Cabe destacar que mientras Josefa Rodríguez estaba aún en cautiverio en Santa Cruz, su esposo fue ultimado por su servidumbre en Kancabchén, Yucatán, lo que la convirtió en única heredera de una cuantiosa fortuna. Ello llevó a los oficiales judiciales de Yucatán a realizar todos los esfuerzos posibles para averiguar si aún vivía, lo cual, desde luego llevó al paradero de la misma en Honduras Británica.

Es evidente que la fortuna en cuestión que ascendía, según el inventario de la testamentaría, a sesenta y un mil pesos, había revitalizado el interés por rescatarla del cautiverio después de muchos años, por lo que se logró el contacto con los líderes de Santa Cruz mediante Trumbach en Belice.64

Sin embargo, los líderes de Santa Cruz no estaban de acuerdo acerca del rescate. La misiva que Vitorín entregó informaba que, a cambio de dos mil pesos, los cuales Trumbach tenía en su poder, Josefa Rodríguez sería liberada. Sin embargo, el cruzoob, que no sabía leer, estaba convencido de que el dinero era la herencia de Josefa y que él tenía que regresar a Santa Cruz, tanto con el dinero, como con la mujer.65 Ante esto, el magistrado del Distrito Norte, Edwin Adolphus, indicó que Josefa Rodríguez estaba en territorio británico y que no podía ejercer libremente su voluntad, por estar sujeta a una escolta, por lo que determinó que debía ser custodiada por la policía inglesa y trasladada a la ciudad de Belice, donde se le liberaría sin mayores consideraciones.66

Paul Sullivan menciona que, temiendo las consecuencias, Vitorín solicitó a Adolphus un documento en el que se le deslindará de la responsabilidad sobre la mujer –que ya no estaba en su poder– y sobre el dinero –que no se cobró–. Al parecer, Vitorín temía a los líderes que se encontraban en Chan Santa Cruz, pero también a Bernardino Cen, quien estaba en Bacalar a la expectativa de los acontecimientos.

Ante esto, Adolphus entregó a Vitorín una carta exculpatoria, sin embargo, los oficiales de Honduras Británicas estaban también preocupados y reforzaron sus emplazamientos militares en el norte de la colonia.67

Cen en realidad no había llegado a Bacalar, y cuando llegó allí se enteró de lo que había ocurrido, por lo que mandó emisarios al magistrado solicitándole el rescate, a lo que Adolphus se negó, sospechando que esa acción no gozaba de la aprobación del pleno de los líderes de Santa Cruz.

El rescate de Josefa Rodríguez fracturó el liderazgo de Santa Cruz, pues un año después del incidente, Crescencio Poot y Bernardino Cen llegaron a la violencia68 debido al asunto. A principios de febrero de 1875, el comerciante beliceño José Andrade estuvo presente en una reunión de líderes, la cual encontró “bastante tensa”.

Siempre por el incidente de Josefa Rodríguez, Bernardino Cen amenazó de muerte a Andrade,69 ante lo que reaccionaron Crescencio Poot y Alonso Chalé, indicándole que lo matarían en el acto si se atrevía a cumplir sus amenazas.70 En tanto, Poot preparó una carta71 para el magistrado, exhortándolo a entregar el rescate a Andrade. Según éste, el dinero se utilizaría para comprar más armamento.72

Con relación a la firme oposición de Bernardino Cen al rescate de Josefa Rodríguez, existe muy vaga información. El rescate de cautivos73 de Santa Cruz era una cuestión bastante difícil y de la que tenemos muy poca información, y parece ser que, a pesar de que aquellos eran asignados para servir a cualquiera de los líderes rebeldes y a sus familias, la decisión de pedir rescate era asunto colectivo y de extrema delicadeza. Menciona Sullivan que mientras que otros cautivos, especialmente mayas, podían fugarse de su prisión, la partida de Josefa Rodríguez fue un asunto de gran importancia y si Cen se oponía en general a dejar ir prisioneros de su cautiverio,74 el rescate de Josefa Rodríguez habría sido, a opinión de Sullivan, un serio desafío público a los otros líderes mayas.75

Cen hizo un intento por tomar el pago del rescate, e incluso es probable que haya supuesto que Crescencio Poot y sus allegados hubieran intentado excluirlo de los beneficios del lucrativo negocio, y aunque los líderes de Santa Cruz se pusieron de acuerdo con relación a que el producto del rescate debía de servir para la adquisición de armas, parecen haberlo hecho posteriormente al inicio del conflicto entre Bernardino Cen y Crescencio Poot, lo que sugiere que ése no era el plan original.

Según Sullivan, es probable que la oposición de Cen se debiera a que Josefa, como otros cautivos, había sido bautizada ante la “Santísima Cruz”.76

La información sobre los cautivos de Tunkás que fueron perdonados y rebautizados en Santa Cruz proviene de la declaración de Anastasio Durán.77

Poco después de la liberación de Josefa Rodríguez, un artículo publicado en un periódico de la ciudad de México hablaba de manera breve sobre “su cautiverio y su extraña condición después de liberada”. Según el autor del artículo, Josefa ya no podía hablar español, ni proporcionaba información acerca de las defensas militares de los rebeldes mayas o de su desarrollo y organización política, y parecía haber sido, de muchas maneras, profundamente afectada por sus años de cautiverio.78 Dicho artículo también asentaba que su prestigio, producto de la reputación de su fallecido esposo, la llevó a ser dada como “esposa” de uno de los más importantes “jefes” de Santa Cruz, y que de esa unión resultó un hijo.79

Sullivan menciona que, en un artículo subsecuente que refuta algunos puntos de esa historia sobre Josefa Rodríguez, Nestor Ramón Alpuche no discutió la afirmación de que Josefa había sido la esposa o concubina de uno de los más importantes líderes de Santa Cruz y que había tenido un hijo ahí, lo que, de haber sido falso, habría sido refutado por el autor. El autor fue preciso, pues se refirió a Manuel Rodríguez Solís como el “único y legítimo esposo” de Josefa Rodríguez.

Otro caso significativo fue el de Pastora Rean, también capturada en Tunkás y con quien se casó Crescencio Poot en 1874,80 justo cuando era el máximo líder de los rebeldes mayas.

Cuando Pastora fue capturada en la toma de Tunkás, su novio, Efraín Gracinete, intentó oponerse, por lo que fue ultimado a machetazos, junto con su madre, a las puertas de la Iglesia local.81 El padre de Efraín fue uno de quienes salieron, infructuosamente, en persecución de los rebeldes después del ataque.

Conclusiones

Cabe destacar que el movimiento rebelde realizó muchos más ataques a las poblaciones peninsulares durante las siguientes cuatro décadas hasta su derrota oficial en 1901, como el de nuestro caso.

En cuanto a los combates, como refiere Carmen Valverde, se puede decir que a pesar de que la lucha tuvo la misma intensidad siempre, e igualmente se dieron sucesos muy violentos, como el ataque a Tunkás, se vivieron también épocas de relativa calma82, lo que no significaba que la población tomara estas épocas como el fin de la guerra.

Es importante destacar que el apaciguamiento final de las zonas rebeldes coincidió con el gobierno del general Cantón, siendo que el 5 de mayo de 1901 tuvo lugar la caída simbólica de los rebeldes al entrar las tropas federales al cuartel general maya en Chan Santa Cruz, no sin antes haber realizado una campaña de avance y ocupación de Dzonotchel, Sacalaca, Calotmul, Cepeda, Ichmul, Balché, Sabán, Okop, Aguada, Chuhcab, Santa María, Tabi, Nohpop, Sabaché y Chunkik, encabezada por el general Ignacio Bravo, quien había llegado al estado en 1899 como jefe de la zona militar y que contaba con todo el apoyo logístico y económico del general Francisco Cantón, conocido por su implacable persecución a los rebeldes y sus múltiples victorias sobre los mismos.

Ese mismo año fue presentada la iniciativa de ley que creaba el territorio de Quintana Roo, con lo que Yucatán perdió una importante franja territorial, y que fue un buen pretexto del gobierno federal para acantonar una partida militar en el lugar. Es necesario señalar que el proyecto porfirista estaba encaminado a pacificar todo el territorio nacional, para continuar con el propósito de lograr el “desarrollo y progreso”, por lo que era necesario consumar el conflicto, en virtud de que el territorio de los cruzoob era grande en riquezas naturales, y su explotación representaba enormes ganancias, que finalmente no se obtuvieron, pues no se extrajo ninguna materia prima del sitio ni se aprovechó su suelo, sino hasta setenta años después.

El aparente final de la guerra, con la incorporación del ejército federal porfirista –que por cierto para aquellas fechas estrenaba secretario de Guerra en la persona del general Bernardo Reyes83–, estuvo enmarcada por el desarrollo de la tecnología armamentista,84 como el uso de los rifles de repetición, el cañón Saint Camond-Mondragón y la carabina Mondragón;85 en tanto los rebeldes seguían empleando los rifles de recarga denominados but´biltsóon86 y sus machetes, lo que los puso en franca desventaja frente a las tropas gobiernistas.

En el marco de esta histórica sublevación, el ataque a Tunkás constituye, desde nuestra perspectiva, un parteaguas, al cambiar la estrategia de asalto y los objetivos del mismo, pues ya no asesinaron a toda la población, sino tomaron cautiva a la mayor parte de ella para pedir rescate por la misma; igualmente, al tomar una de las plazas consideradas más seguras, los rebeldes capturaron uno de los más importantes botines de guerra de todo el conflicto, tanto en especie como en dinero y personas; y finalmente, por el hecho de que las mujeres ahí apresadas y llevadas a Chan Santa Cruz se convirtieron en un importante factor de discordia entre los jefes rebeldes, quienes pasaron de los golpes a un resquebrajamiento de sus relaciones personales, con el consecuente relajamiento de su organización militar y, por tanto, el fin de sus éxitos en las batallas contra las tropas gobiernistas, que al final de cuentas los derrotaron militarmente con la entrada del general Francisco Cantón a Chan Santa Cruz en mayo de 1901, aunque la resistencia ideológica se ha prolongado hasta nuestros días, pudiendo decirse por último, que el resultado del “paseo de Crescencio Poot por Tunkás”, fue el detonante de un largo proceso hacia el fin de la rebelión armada de los mayas.

Notas

36     Sullivan, Paul, Op.cit. p. 72.

37     Reed, Nelson, Op.cit. p. 181.

38     Idem.

39     “Declaración de Pedro Hernández”, El Espíritu Nacional, 19 de febrero de 1862, pp. 2- 3, citado por:  Sullivan, Paul, Op.cit. p. 72.

40     El Constitucional, núm. 459, 16 de septiembre de 1861.

41     El Constitucional. núm. 457, 11 de septiembre de 1861, p.p. 3-4.

42     El Constitucional, núm. 460, 16 de septiembre de 1861.

43     El Constitucional, núm. 464, 27 de septiembre de 1861.

44     El Constitucional, núm. 471, 14 de octubre de 1861.

45     Archivo General del Estado de Yucatán, Fondo Poder Ejecutivo, Sección Gobernación, Caja 127, Vol. 77, Exp. 92. “J. de Ponce envía al Gobernador la relación de las personas que han contribuido para socorrer a las desgraciadas familias de Tunkás”, 10 de septiembre de 1861.

46     El Constitucional, núm. 471, 14 de octubre de 1861, p.1.

47     El Constitucional, núm. 465, 30 de septiembre de 1861. pp. 3-4.

48     El Constitucional, núm. 465, 30 de septiembre de 1861, p.p. 3-4.

49     El Constitucional, núm. 465, 30 de septiembre de 1861, pp. 3-4.

50     Sánchez Novelo, Faulo, “La educación en Yucatán bajo el Imperio”, en Solís Robleda, Gabriela.  Las primeras letras en Yucatán. La instrucción básica entre la Conquista y el Segundo Imperio, p.p. 30-31.

51     El Constitucional, núm. 468, 7 de octubre de 1861, p. 1.

52     Idem.

53     El Constitucional, núm. 478, 30 de octubre de 1861, p. 3.

54     El Constitucional, núm. 478, 30 de octubre de 1861, pp.1-4.

55     La Nueva Época, núm. 92, 8 de julio de 1864, citado por:  ROSADO, Georgina y SANTANA, Landy, Op.cit. p. 52.

56     Comunicación personal con el Dr. Orlando Rodríguez Núñez, (mayo de 2012).

57     Sullivan, Paul, Op.cit. p. 69.

58     Ibid. p. 72.

59     A partir de 1861, los rebeldes modificaron sus objetivos al dejar de cometer asesinatos indiscriminados para capturar vecinos y trasladarlos hasta Chan Santa Cruz. Los indios tomaban ahora prisioneros para labores domésticas y artesanales. Las “correrías” en busca de mano de obra iniciaron con la terrible ocupación de Tunkás. En: CAMPOS GARCÍA, Melchor.  Guerra de Castas en Yucatán. Su origen, sus consecuencias y su estado actual, 1866, p.  XXXVI; Universidad Autónoma de Yucatán. 1997.

60     Sullivan, Paul, Op.cit. p. 72.

61     Idem.

62     La hija con la que Josefa Rodríguez entró al cautiverio, Eulalia, cuyo padre fue Manuel Rodríguez Solís, murió en Chan Santa Cruz. En su testamento, Josefa Rodríguez ordenó que una “tanda” de misas gregorianas fuera cantada por el alma de, entre otros, esa niña muerta. En ningún documento en cuya preparación se involucró Josefa Rodríguez menciona haber tenido otro hijo. “Testamentaría de Josefa Rodríguez, 5 de abril de 1878”. AGEY, Fondo Justicia, Caja 130-A, 1881, citado por Sullivan, Paul, Op.cit. p. 74.

63     Baqueiro, Serapio, Op.cit. Tomo V,    p. 166.

64     Sullivan, Paul, Op.cit. p. 69.

65     Idem.

66     Ibid.  p. 70.

67     Idem.

68     La información sobre el conflicto entre Cen y Poot, y la noticia de que Cen había golpeado a Poot a principios de enero, viene de “Declaración de Nazario Cutis”, en: La Razón del Pueblo, 24 de febrero de 1875, p.3. Una visión diferente de esa declaración se encuentra en AGEY, Fondo Poder Ejecutivo, Caja 73-A, Sección Gobernación. Serie Correspondencia/Asuntos de Gobierno, Mérida, Año 1875, citado por SULLIVAN, Paul, Op. Cit. p. 71. La información sobre el pleito entre Cen y Poot sobre el rescate fue también reportada por un cautivo que escapó de uno de los ranchos de Cen en febrero. “Declaración de Marcos Balam”, en: La Razón del Pueblo, 8 de marzo de 1875. Con respecto a los asuntos de Andrade en Santa Cruz, de Edwin Adolphus, Magistrado del Distrito Norte, Corozal, a Thomas Graham, secretario interino de la colonia, Ciudad de Belice, 2 de enero de 1875, AB., R., 114. De Edwin Adolphus, Magistrado del Distrito Norte, Corozal, a Thomas Graham, secretario interino de la colonia, Ciudad de Belice, 15 de febrero de 1874, AB., R., 114. De José Crescencio Poot, capital de Santa Cruz, al Magistrado del Distrito Norte, 7 de febrero de 1875, AB., R., 114”, citado por Sullivan, Paul, op. cit. p. 71.

69     José Domingo Andrade fue un importante aliado de los rebeldes desde mediados de la década de 1860; fue uno de los principales proveedores de armas para los rebeldes, quizá el primero de todos, de mediados de la década de 1860, hasta su muerte en 1885; fue también uno de los más confiables canales para las comunicaciones entre Santa Cruz y los oficiales de las Honduras Británicas. Fue en casa de la hermana de Andrade en Corozal, donde Josefa Rodríguez fue retenida junto con sus guardias rebeldes. Ver SULLIVAN, Paul, op. cit. pp.70-71.

70     Sullivan, Paul, op. cit. p. 70.

71     La carta que Poot envío a Edwin Adolphus era extremadamente breve. No contó con las acostumbradas frases de cortesía y amor entre amigos o acerca de la voluntad de Dios. Incorporó un deseo de que Dios lo guardara en salud muchos años, aunque se sabe que la mayor parte de las cartas de la época terminaban de ese modo. La misiva simplemente decía: “Envía el dinero del rescate” y la firmaba únicamente Poot, lo que de alguna manera muestra el debilitamiento del liderazgo colectivo en Santa Cruz. (Sullivan, Paul, Op.cit. p. 71.

72     Idem.

73     A pesar de ser el propósito de los rebeldes obtener rescate por los prisioneros, esta estrategia no fructificó, pues desencadenó rivalidades y enfrentamientos entre los líderes. Además, algunos rehenes regresaron a sus hogares bajo circunstancias nunca conocidas, probablemente tras fugarse. (Sullivan, Paul, op. cit. p. 72).

74     Que habían sido rebautizados en la iglesia maya y aceptados en sus nuevas vidas, entre los rebeldes mayas.

75     Sullivan, Paul, Op.cit. p. 73.

76     Idem.

77     SULLIVAN, Paul. Op.cit. p. 73.

78     Sullivan, Paul, Op.cit.  p. 74.

79     José Patricio Nicoli, “Yucatán y los ingleses”, La Revista de Mérida, 18 de noviembre de 1875, p. 3, artículo reimpreso de El Federalista y citado por Sullivan, Paul, Op.cit. p. 74.

80     Sullivan, Paul, Op.cit. p. 74.

81     Comunicación personal con la Sra. Pastora Pérez Sierra (junio de 2010; comunicación personal con la Mtra. Pilar Pérez Sierra (noviembre de 2010).

82     Valverde, Carmen, “La Guerra de Castas Peninsular. Encuentros y Contradicciones”, en: Resistencia en el mundo maya,   p. 41.

83     El general Bernardo Reyes fue nombrado secretario de Estado y del despacho de Guerra y Marina el 24 de enero de 1900 y tomó posesión del cargo al día siguiente. (Diario Oficial de la Federación, 26 de enero de 1900, p.1).

84     Cabe mencionar que Bernardo Reyes dictó una serie de medidas para modernizar al ejército mexicano entre las que estaba la instrucción de los elementos del ejército, el incremento de sueldos, en especial de los soldados, promoción de los soldados de clase que se destacaran por sus méritos a cabos o sargentos y por último, introdujo un moderno armamento que fue estrenado en las campañas contra los yaquis y los rebeldes mayas.

85     Rifle de repetición inventado por el general Manuel Mondragón.

86     En su mayoría ingleses, introducidos al área maya vía Honduras Británica (Belice) y con varias décadas de uso.

Comunicación personal con:

Sra. Pilar Sierra Rendón Vda. de Pérez. (septiembre de 1987).

Mtra. Pilar Pérez Sierrade Pérez. (noviembre de 2010).

Dr. Orlando Rodríguez Nuñez (mayo de 2013).

 

Por Dr. Carlos Alberto Pérez y Pérez*