Carlos Cano vuelve hecho jazz

jueves, 27 de febrero de 2020 · 04:01
Además de su altísima condición artística, Carlos Cano, andaluz de pura cepa, poseía el don de ser una criatura vertical. Principio incombustible: su compromiso con la creación. Piedra angular de sus acciones: la defensa de la cultura popular al margen de concesiones populistas y circunstanciales. Se fue demasiado pronto, un par de décadas atrás, con 54 años de edad, cuando tenía tanto que ofrecer. Habíamos compartido sesiones de estudio en la capital cubana, cuando él seguía el rastro de los cantos de ida y vuelta y, en particular, de las habaneras. Ya pegado al siglo XXI, regresó para emprender una aventura extraordinaria, la grabación del disco Así cantan los niños de Cuba, con un repertorio de canciones destinadas a las edades tempranas. Nunca llegó a ver la culminación del proyecto, pues el álbum salió después de su deceso, pero ahí está su voz en una pista memorable, la Guajira guantanamera, en la que alterna nada menos que con Compay Segundo. También dejó escritas estas palabras sobre el disco: “Pocos niños hoy, en el mundo, cantan como niños, canciones de niños. La mayoría son manipulados, usados como objetos de consumo por una industria que, demasiadas veces, fomenta la agresividad y el egoísmo. Sólo los niños del pueblo cantan. Cantan como arbolitos tiernos con la voz luminosa de la tierra que es la alegría, y ríen con sus ojos llenos de chispitas y sus boquitas de coco, con la mirada de agua azul, marrón, verde, gris y negra. Aprendamos de ellos a reír, a bailar y a cantar de nuevo. Despertemos al niño que tenemos adentro, errante por el bosque de los sueños, abrazado a los árboles como un koala, que es el espíritu de los niños perdidos”. Carlos hizo que muchos nos reconciliáramos con la copla española, la más auténtica, despojada de lentejuelas y artificios. Coplas apropiadas y propias: La estrella perdida, La metamorfosis, Tango de las madres locas, Romance a Ocaña, La murga de Emilio el Moro, Romance a Ocaña, Chiclanera, Habaneras de Sevilla, Alacena de las monjas, Habanera imposible, Dormido entre rosas, Luna de abril, La bien pagá, Un vaso de té verde, La reina del blues, Que desespero y muchos temas más. Iba de la copla al bolero, del tanguillo a la rumba, de la nana a la murga carnavalera, con aire natural y marcada intención poética. Una de sus primeras composiciones nació de un poema de Federico García Lorca, Casida de las palomas oscuras. La grabaría dos veces, en Crónicas granadinas (1978) y Diván del Tamarit (1998). Carlos fue eminentemente lorquiano. Del lugar donde nació, El Realejo, solía contar cómo la familia carenó en este sitio. El abuelo materno Emilio, republicano, era perito químico en la fábrica de pólvoras de El Fargue. Lo fusilaron los franquistas el 15 de octubre de 1936. La orden estaba dada desde antes de juzgarlo por el temible Queipo del Llano, quien dio a la familia un par de días para desaparecer luego de que al abuelo, recostado en la tapia del cementerio de San José, le metieran diez balas en el cuerpo. La obra de Carlos nunca ha dejado de estar vigente, y una manera de seguir así, será la que el proyecto cultural Barnasants y el Taller de Música, de Barcelona, promoverán en los primeros días de marzo: hacer regresar al cantor desde el jazz. La contrabajista, compositora y arreglista Giulia Valle recordará a Carlos mediante la recreación de varias de sus canciones al frente de un grupo que integrará junto a otros músicos exactamente el día 6 en una sala de L’ Hospitalet de Llobregat. Valle está considerada una de las creadoras e intérpretes más originales y potentes de la escena jazzística europea. Público y crítica han coincidido en valorar sus actuaciones en el Blue Note, de Nueva York, y el San Francisco Jazz Center. Entre 2004 y 2017, lanzó al mercado ocho álbumes con creaciones suyas, y el trío que conforma con el baterista David Xirgu y el pianista Marco Mezquida ha generado opiniones favorables, como la del crítico Juan Carlos Justiniano, quien dijo: “La propuesta del Giulia Valle Trío no se reduce solamente al sentido colectivo del hecho artístico. De igual manera, se podría hablar de una música plenamente ligada a una identidad meridional que suena no sólo al Levante catalán o a la costa italiana (orígenes de la compositora), sino que respira en el Mediterráneo. Lo que como punto geográfico, también conceptualmente, significa una encrucijada de culturas es lo que, en efecto, conforma el universo musical tan personal de la contrabajista”. ¿Cómo empatan Giulia Valle y Carlos Cano? Ella responde: “He descubierto a un poeta tan anclado en sus tradiciones y su tierra como universal y atemporal. Fiel a sí mismo, fiel a las reivindicaciones sobre injusticias sociales, fiel a dar apoyo a las minorías y fiel a sus amigos. Cronista, amante, reivindicativo, delicado, sincero y leal”.