A tres décadas del Nobel de Literatura a Octavio Paz

domingo, 11 de octubre de 2020 · 09:03

Era el año de 1990 y aún se percibían algunos remanentes de la sacudida del sismo del 85 o se escuchaban los reclamos de la “caída del sistema” de las votaciones presidenciales del 88. México como nación, continuaba perdida en un laberinto que a mitad del siglo XX le auguraba un milagro económico al final del camino. Sin embargo, muchos recordarán que al continuar el trayecto se encontró con un tratado comercial trinacional, una crisis económica y una inevitable devaluación monetaria.

Entre tal deambulación, un día como hoy pero treinta años en el ayer, la Academia Sueca anunciaba (para sorpresa de muchos y para otros, no tanto), que el ganador del premio Nobel de Literatura 1990 era el poeta y escritor Octavio Paz, quien se convertía en ese instante en el primer y único mexicano en obtener la distinción en la categoría (hasta el momento).

“Por su escritura apasionada y de amplios horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística”, fue la manera como desde Estocolmo era descrita la obra del también ensayista.

“Porque mira al mundo como si lo pronunciara. Su poesía consiste, en gran medida, de la escritura con y sobre las palabras. Se trata de exquisita poesía amorosa a la vez sensual y visual. Obras en las que Paz se vuelve hacia el interior de sí mismo de una manera nueva”, concluía el comunicado oficial.

Al recibir la noticia, el autor de “¿Águila o sol?” estaba tranquilamente en su departamento de la ciudad de New York preparándose para dictar una conferencia en la Organización de la Naciones Unidas.

Los primeros años en Mixcoac.

En pleno desarrollo de la Revolución Mexicana, Octavio Paz nació en la Ciudad de México el 31 de marzo de 1914. Su padre, Octavio Paz Solórzano, abogado de profesión y quien al término de la guerra se convirtió en diputado, fue parte del movimiento armado encabezado por Emiliano Zapata en lo que se conoce actualmente como el estado de Morelos.

Siendo niño llegó al barrio Benito Juárez Mixcoac, en donde su madre, Josefina Lozano, una tía y su abuelo paterno, Irineo Paz, se hicieron cargo de él. Es precisamente de este último es de quien hereda una pasión por la literatura.

Su abuelo, primera influencia.

Don Irineo, un exsoldado de las fuerzas de Porfirio Diaz, tuvo influencia en su nietoh. Era un intelectual liberal y novelista que puso a disposición del pequeño, ejemplares de literatura clásica hasta el modernismo mexicano.

Escritores y poetas europeos como Gerardo Diego, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado, fueron algunas de sus referencias en sus primeros escritos como su obra poética “Mar de día”.

De Los Ángeles a la UNAM.

Su formación educativa comenzó en los Estados Unidos; uno de los recuerdos más significativos para el autor fue el no saber hablar inglés. Por consiguiente la comunicación con otras personas o jóvenes de su edad era mínima.

Transcurrieron dos años en Los Ángeles, California, para retornar y retomar su instrucción en el Colegio Francés-Morelos, actualmente conocido como Centro Universitario México. 

Ya en la juventud ingresó en la Escuela Nacional Preparatoria, que recientemente había obtenido su autonomía de la UNAM. Recorrer los largos corredores, patios y las columnas de San Ildefonso, y admirar la obra de Jean Charlot, Fermín Revueltas, Diego Rivera y José Clemente Orozco, eran los pasatiempos del joven Paz.

A pesar de contar con una distinguida plantilla docente con nombres como Pedro Argüelles, Alejandro Gómez Arias, José Gorostiza, entre otros, Octavio Paz llegó a reconocer que sentía una predilección por la clase de literatura hispanoamericana, impartida por Carlos Pellicer. “Una voz venida de ultratumba”, se expresaba el alumno de su maestro, de quien refirió que sus poemas modernos fueron los primeros que escuchó en su vida, haciendo énfasis en “modernos”.

La Escuela Nacional Preparatoria, así como la Universidad Nacional, eran en aquella época un modo de vida, un modelo a escala de las contradicciones, inquietudes y esperanzas del México moderno. “Esos años fueron el comienzo de algo que todavía no termina: encontrar la razón de esas continuas agitaciones que llamamos historia”, llegó a expresar en alguna ocasión.

Ese ambiente, que ciertamente puede ser definido como “proteico”, guía a Octavio Paz a convertirse en poeta dejando de lado la abogacía.

Con diecisiete años ya forma parte de debates y grupos de discusión política, naciendo así su pasión crítica de la que nunca se separó. Lee ávidamente la revista “Contemporáneos” a la par que publica sus primeros poemas en la revista Barandal (1931)

La importancia que conlleva el binomio UNAM-Paz, se puede describir con las palabras que el entonces rector de la máxima casa de estudios, Juan Ramón de la Fuente le dedicó:

“Para la Universidad Nacional es un verdadero privilegio haber contribuido a la formación del primer escritor mexicano galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Las generaciones de la literatura mexicana del nuevo siglo continúan nutriéndose con la lectura de su obra”.

Los primeros años en Mixcoac.

Fuertemente influenciado por el pensamiento de José Vasconcelos, se vio involucrado en el movimiento en pro de obrereos y campesinos.

Es en 1932 que publicó su primer artículo “Ética del artista”, una correlación de la poesía y la moral. “Luna silvestre” también vería la luz bajo el sello de Manuel N. Lira. En su interior se reconocía un espíritu romántico  de la poesía contemporánea.

A nuestro estado arribó en 1937, colaborando en las misiones educativas del entonces presidente Lázaro Cárdenas.

Dos años después falleció su padre, de quien se había distanciado por diferencias de pensamiento. Eso no impidió que impulsado por su naturaleza activista, viajara hacia España. involucrándose estrechamente con la ideología antifascista y anteponiéndose a la Guerra Civil.

Junto con su maestro, Carlos Pellicer, toma rumbo hacia París, donde conoce al poeta Pablo Neruda y César Vallejo.

Tras la muerte de su padre en 1939, Paz viajó a España, donde se involucró en la Guerra Civil y descubrió su vocación como activista antifascista. Ese mismo año, en julio, viaja a París junto a Carlos Pellicer, donde conoce a Pablo Neruda y César Vallejo.

En 1943 recibió una beca para continuar sus estudios en la Universidad de California en Estados Unidos. Dos años más tarde inició su carrera como diplomático y fue enviado a Francia hasta 1951. Fue durante dicha estadía en Europa que escribió El laberinto de la soledad, su obra cumbre (1950).

donde estableció una relación entre la moral y la poesía. Ese mismo año publicó su primer libro: Luna silvestre, el cual fue editado por Manuel N. Lira. Dicho texto a su vez, integraba aspectos del espíritu romántico vigente en la poesía contemporánea. En 1937 viajó a la ciudad de Mérida, Yucatán, para participar en las misiones educativas de Lázaro Cardenas.

En su etapa como estudiante se vio fuertemente influido por el pensamiento de José Vasconcelos, con lo cual se vio involucrado en el movimiento a favor de los obreros y campesinos.

al deambulación, un día como hoy pero treinta años en el ayer, la Academia Sueca anunciaba (para sorpresa de muchos y para otros, no tanto), que el ganador del premio Nobel de Literatura 1990 era el poeta y escritor Octavio Paz, quien se convertía en ese instante en el primer y único mexicano en obtener la distinción en la categoría (hasta el momento).

“Por su escritura apasionada y de amplios horizontes, caracterizada por la inteligencia sensorial y la integridad humanística”, fue la manera como desde Estocolmo era descrita la obra del también ensayista.

“Porque mira al mundo como si lo pronunciara. Su poesía consiste, en gran medida, de la escritura con y sobre las palabras. Se trata de exquisita poesía amorosa a la vez sensual y visual. Obras en las que Paz se vuelve hacia el interior de sí mismo de una manera nueva”, concluía el comunicado oficial.

Al recibir la noticia, el autor de “¿Águila o sol?” estaba tranquilamente en su departamento de la ciudad de New York preparándose para dictar una conferencia en la Organización de la Naciones Unidas.

Los primeros años en Mixcoac.

En pleno desarrollo de la Revolución Mexicana, Octavio Paz nació en la Ciudad de México el 31 de marzo de 1914. Su padre, Octavio Paz Solórzano, abogado de profesión y quien al término de la guerra se convirtió en diputado, fue parte del movimiento armado encabezado por Emiliano Zapata en lo que se conoce actualmente como el estado de Morelos.

Siendo niño llegó al barrio Benito Juárez Mixcoac, en donde su madre, Josefina Lozano, una tía y su abuelo paterno, Irineo Paz, se hicieron cargo de él. Es precisamente de este último es de quien hereda una pasión por la literatura.

Primeras influencias.

Don Irineo, un exsoldado de las fuerzas de Porfirio Diaz, tuvo influencia en su nieto. Era un intelectual liberal y novelista que puso a disposición del pequeño, ejemplares de literatura clásica hasta el modernismo mexicano.

Escritores y poetas europeos como Gerardo Diego, Juan Ramón Jiménez o Antonio Machado, fueron algunas de sus referencias en sus primeros escritos como su obra poética “Mar de día”.

De Los Ángeles a la UNAM.

Su formación educativa comenzó en los Estados Unidos; uno de los recuerdos más significativos para el autor fue el no saber hablar inglés. Por consiguiente la comunicación con otras personas o jóvenes de su edad era mínima.

Transcurrieron dos años en Los Ángeles, California, para retornar y retomar su instrucción en el Colegio Francés-Morelos, actualmente conocido como Centro Universitario México. 

Ya en la juventud ingresó en la Escuela Nacional Preparatoria, que recientemente había obtenido su autonomía de la UNAM. Recorrer los largos corredores, patios y las columnas de San Ildefonso, y admirar la obra de Jean Charlot, Fermín Revueltas, Diego Rivera y José Clemente Orozco, eran los pasatiempos del joven Paz.

A pesar de contar con una distinguida plantilla docente con nombres como Pedro Argüelles, Alejandro Gómez Arias, José Gorostiza, entre otros, Octavio Paz llegó a reconocer que sentía una predilección por la clase de literatura hispanoamericana, impartida por Carlos Pellicer. “Una voz venida de ultratumba”, se expresaba el alumno de su maestro, de quien refirió que sus poemas modernos fueron los primeros que escuchó en su vida, haciendo énfasis en “modernos”.

La Escuela Nacional Preparatoria, así como la Universidad Nacional, eran en aquella época un modo de vida, un modelo a escala de las contradicciones, inquietudes y esperanzas del México moderno. “Esos años fueron el comienzo de algo que todavía no termina: encontrar la razón de esas continuas agitaciones que llamamos historia”, llegó a expresar en alguna ocasión.

Ese ambiente, que ciertamente puede ser definido como “proteico”, guía a Octavio Paz a convertirse en poeta dejando de lado la abogacía.

Con diecisiete años ya forma parte de debates y grupos de discusión política, naciendo así su pasión crítica de la que nunca se separó. Lee ávidamente la revista “Contemporáneos” a la par que publica sus primeros poemas en la revista Barandal (1931).

La llegada a Estocolmo.

Acompañado por casi una veintena de allegados, entre ellos el expresidente de México, Miguel de la Madrid, Octavio Paz acudió a la ceremonia de premiación portando un frac negro, como señala el código de vestimenta de la Academia Sueca.

La cita, rompiendo un poco la costumbre, se efectuó el 8 de diciembre (dos días antes de la fecha del natalicio de Alfred Noble, creador de la distinción).

Fue Kjell Espmark (poeta, novelista, historiador literario e integrante de la Academia Sueca de Literatura) el responsable de dar la bienvenida y presentar al laureado. Explicó a los asistentes que, si bien la atención se centraba en escritor brillante, el mexicano destacaba por su escritura, pasión, integridad y porque “refleja en toda su obra su amor por su lenguaje”,

 En la ceremonia de premiación, Paz leyó su discurso “La Búsqueda del Presente”, que inicia con una definición de la palabra Gracias:

“Una palabra que todos los hombres, desde que el hombre es hombre, han proferido. Una palabra que tiene equivalentes en todas las lenguas. Y en todas es rica la gama de significados. En las lenguas romances va de lo espiritual a lo físico, de la gracia que concede Dios a los hombres para salvarlos del error y la muerte a la gracia corporal de la muchacha que baila o a la del felino que salta en la maleza.

Gracia es perdón, indulto, favor, beneficio, nombre, inspiración, felicidad en el estilo de hablar o de pintar, ademán que revela las buenas maneras y, en fin, acto que expresa bondad de alma. La gracia es gratuita, es un don; aquel que lo recibe, el agraciado, si no es un mal nacido, lo agradece: da las gracias. Es lo que yo hago ahora con estas palabras de poco peso”.

Legado.

En las letras de Octavio Paz se dejan notar la virtud de sus ensayos y poemas. La lengua española, a través de sus páginas vive una repercusión en su estética y cultura.

Con su “poesía de comunión” encontró en cómo legarnos testimonios repletos de belleza en sus versos.

Desde su juventud era notorio un fuego vivaz en su espíritu; la literatura se convirtió en su ética, estética, política: un medio para transformar el mundo.

La relación hombre-naturaleza, la infinidad de posibilidades del lenguaje o la relación de los opuestos, también formaron parte de su interés.

Fiel a su contemporaneidad, Paz definió cuáles son algunas de las características de los mexicanos. Prueba de ello es “El Laberinto de la Soledad”. O que decir de su poema “Piedra de sol”, el cual se convirtió en un clásico.

No olvidemos su vena crítica hacia los totalitarismos, la familiaridad con la que discernía entre las notables diferencias entre una revuelta, una rebelión o una revolución.

Octavio Paz fue un agente activo de la cultura del siglo pasado en el país. Director de revistas como Plural o Vuelta, ferviente participante de encuentros culturales en los que México siempre estuvo latente y se transformó en  interlocutor entre oriente y occidente.

Por su labor fue integrado como miembro de El Colegio de México. A pesar de tmabién formar parte del Servicio Exterior Mexicano, una de sus acciones más aplaudidas fue su renuncia al puesto como embajador en la India, como respuesta a los lamentables hechos sucedidos el 2 de octubre de 1968 en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco.

No solo son el Premio Nobel de Literatura o el prestigioso Premio Cervantes, las formas como se reconoció la obra de Octavio Paz, actualmente el abrir uno de sus libros y dejarse perder en su laberinto de letras y figuras retóricas, es el mejor homenaje que sele puede realizar.

Por Gibrán Román Canto