Formell, Los Van Van y el baile popular

miércoles, 4 de diciembre de 2019 · 04:06

Pedro de la Hoz

[gallery columns="2" link="file" size="medium" jnewsslider="true" jnewsslider_ads="true" ids="546486,546479"] El 4 de diciembre de 1969 pasó algo grande y bueno no solo para la música cubana, sino para las producciones servida para el baile en el ámbito latino. En la intersección de las calles habaneras de 23 y P, cerca del Malecón, una orquesta se estrenaba. Su nombre provenía de una frase por entonces en boga a lo largo de la isla, enfrascada en fabricar diez millones de toneladas de azúcar –meta frustrada meses después– y que se resumía en el lema: “De que van, van”. En la música Los Van Van fueron y son. No quedó en mera circunstancia el concierto de aquella noche. Los Van Van dieron el salto hacia una popularidad que en cincuenta años ha permanecido y se ha acrecentado con el tiempo. A su fundador y director, Juan Formell se le reverencia por el modo en que interpretó las esencias del son y las insertó en el sonido de su época, renovándose incesantemente hasta su muerte en 2014. Bajo ese espíritu la orquesta ha continuado el legado de Juan, ahora en manos de su hijo, el baterista Samuel Formell. Tanta gente, reunida en 23 y P, no estaba equivocada. Intuía que después del paso de Formell por la orquesta Revé traería aires frescos. Formell tenía conciencia de lo que esperaba de sí mismo. En una de nuestras frecuentes conversaciones me dijo: “El bailador es un punto de partida y llegada de mi obra. Cuando respetas al bailador, te conviertes en un fenómeno. Te sigue todo el mundo, las generaciones pasan y viene otra que te hace suya. Al pueblo cubano le gusta mucho bailar, es un pueblo eminentemente bailador. El pueblo es la medida del éxito, el que te obliga a reinventarte cada día”. En otra oportunidad, abordó de dónde venía su estilo: “Yo era trovador y oía mucha música brasileña. Pero en mi adolescencia había dos emisoras en La Habana, Radio Kramer y la CMOX, que ponían música norteamericana, y bueno; yo venía del mundo ese de Elvis Presley, de Bill Halley, de Little Richard, de B. B. King, de toda esa gente que tocaban el rock de los años cincuenta, y eso influyó como después Los Beatles. O sea, había una mezcla de cosas; pero en la base estaba la música popular cubana, la de los grandes soneros, Arsenio Rodríguez, Chappotín y, cómo no, Benny Moré. Todo eso como un arsenal que vas acumulando hasta que haces tu trabajo. A mí siempre me ha gustado romper, en sentido general, con lo que está pasando y no quedarme en un solo lugar”. Así, mientras en el eje Nueva York-Caracas-Puerto Rico se iba asentando la salsa, en Cuba surgía el songo en la frontera de los años setenta, patrón rítmico-tímbrico característico de Juan Formell para su orquesta, a la vez punto de partida de la contraparte insular del fenómeno salsero, la timba, en la cual además de Los Van Van mucho tuvieron que ver el Irakere, de Chucho Valdés; NG la Banda, de José Luis Cortés, y Adalberto Álvarez con Son 14. Acerca del perfil de la timba en la versión de Los Van Van, Samuel Formell ha dicho: “Los compases rítmicos nuestros difieren a los típicos golpes de la salsa. Eso se puede apreciar también en los movimientos del bajo, estos son los elementos de base que marcan un contraste entre los giros armónicos con relación a otros grupos. De igual forma, la conformación misma de tener tres trombones, dos violines y una flauta marcan el formato único que nos diferencia con otras orquestas”. Muchas veces disfruté y bailé con Los Van Van, como lo hice en circunstancias muy especiales en el verano de 2001, en la ciudad andaluza de Ronda. Al cabo de un mes de recorrer Europa de largo y ancho, el fenómeno Van Van había contaminado a todos los amantes de la música en el Viejo Continente. Era algo que iba más allá de la moda. Cabría hablar del descubrimiento definitivo de la música popular cubana contemporánea, la revelación de que en los últimos años había acontecido un proceso profundamente renovador en el espectro sonero. Por aquella ciudad española, famosa por su plaza de toros y su vinculación con el poeta alemán Rainer Maria Rilke y el cineasta norteamericano Orson Welles, Los Van Van pasaron y pusieron de cabeza a los bailadores, en el cierre del ciclo académico De Lecuona a Formell, organizado por la Sociedad General de Autores y Editores y la Universidad Rey Juan Carlos. El teatro Vicente Espinel, repleto hasta los pasillos, se estremeció con el formidable jolgorio de los músicos cubanos. El repertorio básico del concierto cubrió los temas del disco más reciente, Llegó Van Van... Van Van is here, ganador del Grammy 2000 en el apartado de salsa. Se daba el caso singularísimo de que este disco apenas ha circulado en Europa, y en España no se le encuentra, por arbitrio de un sello disquero que nadie sabía por qué había distribuido de pésima manera esa producción. Y sin embargo, por canales subterráneos, la gente se entendía con esa música, y deliraba cuando Pedro Calvo entonaba El negro está cocinando y enloquecía con los tumbaos al piano de César Pedroso y las improvisaciones vocales de Mayito Rivera. Una nueva generación se posiciona de Los Van Van, pero la impronta de Juan Formell está ahí en diálogo con el mundo.